La artrosis vertebral se produce por el normal desgaste del disco intervertebral. En la juventud, el disco es grueso y de consistencia gelatinosa. A medida que transcurren los años, se deshidrata y pierde altura al modificarse la composición del “núcleo pulposo”. Esto explica que, a partir de cierta edad, se pierda estatura por la pérdida de grosor de los discos. A partir de los 30 o 40 años de edad es normal que la radiología muestre signos iniciales de artrosis vertebral a algún nivel de la columna, tanto si se padece o no dolor. Al menos un tercio de los hombres y mujeres asintomáticos con edades comprendidas entre los 40 y 59 años presentan imágenes de degeneración discal en la columna lumbar y dorsal en un TAC o escáner, incrementándose su frecuencia entre 2 y 4 veces entre los que mayores de 60 años. Y en un tercio de los hombres y mujeres asintomáticos de más de 60 años, progresa de moderada a severa en 6 años, principalmente en la columna lumbar
Además, el desgaste de la “envuelta fibrosa” puede conllevar la rotura de alguna de sus fibras, y facilitar que aparezcan fisuras, protrusiones o hernias discales.
Cuando el disco se desgasta, disminuye su capacidad de amortiguación, aumenta la carga que soporta la vértebra, y el hueso crece, apareciendo “osteofitos” (o “picos de loro”), que a veces pueden llegar a unir vértebras adyacentes. Sólo causan problemas en los casos infrecuentes en los que producen una estenosis espinal o comprimen un nervio.
Los estudios científicos concluyen que en la aparición más o menos temprana de este proceso y en su progresión influyen factores genéticos, nutricionales, traumáticos y mecánicos.
El 80% de la población general tiene dolor de espalda en algún momento de su vida, y todos los adultos por encima de cierta edad muestran signos de “degeneración” discal. Por ello, es frecuente que “dolor” y “degeneración discal” coincidan en una misma persona, pero los estudios científicos disponibles demuestran que la “degeneración discal” no es una causa de dolor. De hecho, la “degeneración discal”, incluso en sus fases más avanzadas, se observa por igual (y no más frecuentemente) en pacientes crónicos con dolor que en personas sanas que jamás lo han padecido. El 47% de los adultos sanos de entre 35 y 50 años que ni tienen dolor de espalda ni lo han padecido jamás, muestran signos de degeneración discal avanzada.
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