"Una abstracción es, también, una simplificación de la realidad".
Niklaus Wirth Omraam Mikhael Aivanhov
Como continuación al ciclo Tan lluny, tant a prop (Tan lejos, tan cerca) se expone actualmente en la Fundación Vall Palou de Lleida el trabajo del pintor catalán Artur Aguilar.
Esta es la segunda muestra que dirige la comisaria e historiadora y crítica de arte Pilar Parcerisas que, desde principios del presente año, es la directora de exposiciones y actividades de la Fundación. La anterior exposición fue del artista y escenógrafo Pep Duran Esteva que comentamos también en esta misma revista.
En total se exhiben una cincuentena de pinturas de gran formato que corresponden al periodo 1987-2017, o lo que es lo mismo, tres décadas de producción artística que, sin ser una antológica, corresponde a la época más creativa y productiva de Artur Aguilar (Barcelona. 1948) que junto con Eusebio Sempere, Pablo Palazuelo y Equipo 57 son los mejores representantes a nivel pictórico de la abstracción geométrica de nuestro país. La influencia del neoplasticismo de Piet Mondrian, del suprematismo de Kazimir Malevich y del op-art de Josef Albers fue crucial en sus inicios.
La formación de Aguilar tiene una doble faceta, ya que primero estudió Arquitectura Técnica y después Bellas Artes. De todos modos, en los inicios de los 60 ya iba a clases de dibujos a la Escuela Llotja y al Círculo Artístico de Sant Lluc, ambos de Barcelona. En 1975 se produce un acontecimiento que marcará su trayectoria, como es su viaje a París y ver una exposición retrospectiva de Robert y Sonia Delaunay en el Gran Palais que le produjo un gran impacto. A partir de ese momento se interesa por la abstracción geométrica, que actualmente sigue ejerciendo. En 1977 obtiene el Primer Premio de Dibujo que concede la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural. Un año más tarde aprueba las oposiciones de Profesor de Dibujo de Educación Secundaria y más adelante pasará a ser Catedrático de esta disciplina. A finales de los setenta se siente atraído por diferentes movimientos abstractos, caso del constructivismo, el arte cinético, el arte concreto y el minimalismo. Su primera exposición individual tiene lugar en el Colegio de Arquitectos Técnicos de Barcelona. A mediados de los 80 la galería Denise René de París se interesa por su obra. Desde el 2007 alterna su residencia de Barcelona con Londres, ciudad donde suele exponer en The Last Supper Gallery.
La primera ocasión que presencié una exposición suya fue en la desaparecida galería Fidel Balaguer de Barcelona en 2004, de la que Conxita Oliver en el diario Avui destacaba que su obra establecía "relaciones espaciales de proporción, equilibrio, armonía, ritmo y tensión extraídas de las reglas que rigen la naturaleza". Pero unos años antes, Abel Figueras en el mismo periódico, con motivo de una muestra en el Museo de Arte de Sabadell, ya observaba la existencia de una fidelidad por la abstracción geométrica, donde "las redes de líneas que se repiten, se inclinan, se superponen o varían de color, han constituido la estructura básica de su vocabulario".Por ello considero muy acertado el título La poética de la geometría pura, puesto por la comisaria Pilar Parcerisas, ya que la obra de Artur Aguilar es plenamente poética, tanto en el sentido aristotélico de reflexión estética, como de la poética de la imagen. Aunque no se trate de una antológica, todo y que recoja dos décadas de creación, sí que permite al espectador comprobar su evolución, en la que el protagonismo, o más bien el doble protagonismo, se centra tanto en los diversos elementos geométricos que suelen aparecer en sus obras como en su variedad cromática. En una misma pieza podemos encontrar aspectos del op-art, del arte cinético, del minimalismo y de la abstracción. Incluso se le ha asociado a la tendencia madí -proveniente de diversos artistas sudamericanos relacionados con el arte concreto-, en que lo importante era crear e inventar, ya que "la obra no es producto de un saber intuitivo, sino el fin de un proyecto, una invención". Pero el mismo Artur Aguilar me comentó que llegó a participar en algunas exposiciones madí, sin saber que él estaba haciendo madí. Ocurre a menudo que artistas de diferentes países realizan una obra similar sin conocerse entre ellos, aunque hoy en día es más difícil que esto ocurra. Otro artista a quien se relacionó con el movimiento madí es el pintor uruguayo Juan de Andrés, que reside entre Barcelona y Montevideo, que también es amigo de Aguilar.
De los años 90 se exhiben una serie de acrílicos sobre tela, donde se ven diversas maneras de representarlos, rompiendo ciertos estereotipos geométricos como es la de enlazar y conjuntar triángulos, cuadrados y rectángulos, y combinando colores diferentes. Aparecen pequeños rombos dispuestos uno al lado del otro, con espacios completamente lisos. Visualmente produce un fuerte impacto este tipo de acoplamiento. De la misma época es Doble quadrat ratllat (díptico) 1990, donde aparecen dos cuadrados que se diferencian del fondo compositivo por sus tonalidades más oscuras. En todo el cuadro la línea diagonal es la protagonista, con los mismos colores que el fondo, aunque están intercambiados en ambos cuadrados. Para Pilar Parcerisas el período de los 80 toma importancia por "la repetición, la vibración del color, la textura visual con rayados y verjas que refuerzan la armonía de colores con gamas suaves y poco contrastadas".
Hay piezas como Vermell i or ratllat (díptico) 1993 y Morat, or, morat (tríptico) 1993, en que la importancia del color es evidente, acercándose a los postulados del minimalismo. Divide el cuadro en dos o tres partes, a modo de rectángulo vertical, donde las diagonales surgen de modo suave, ya que solamente se perciben cuando el espectador se acerca a la obra. De 1995 hay los dípticos Rectangle groc trencat II y Rectangle morat trencat, en que el rectángulo quebrado se aguanta sólo por un punto, dejando un pequeño espacio vacío. Dentro de ambos rectángulos hay un cuadrado, pero éste no está centrado. Las líneas diagonales, en este caso dobles, provocan un ritmo compositivo muy acentuado.
En 2005 realiza una serie de piezas que titula Arcs en las que aparecen unos arcos entrelazados combinados con colores claros y oscuros, que más adelante en 2017 volverán a surgir, como es el caso de las impresiones digitales glicée, que forman parte del libro de artista Seven numbers from the Arcs 64H series, donde se alternan el rojo y el blanco. También hay otras impresiones digitales del 2010 de la misma serie Arcs, que recuerdan a determinadas decoraciones orientales que se pueden encontrar en las mezquitas y palacios árabes. Precisamente tuve la oportunidad de visitar la exposición al lado del autor, y cuando estábamos delante de estas piezas, me fue explicando la dificultad de llevarlas a cabo, ya que la perfección con la que se enlazan y cruzan cada uno de estos arcos -a través del compás-, es bien evidente. También en la serie Corbes su realización es parecida, pero con la salvedad de que se trata de formas helicoidales totalmente unidas, donde el principio y el final se hallan en ambos lados de la obra.
Del mismo año hay la serie Espirals, donde sobresale la línea curva que va formando una espiral centrifugadora que absorbe los pequeños elementos geométricos que aparecen en diferentes tonalidades, reforzando más la idea de movimiento o vibración rítmica.
Para contemplar la obra de Artur Aguilar se necesita disponer de tiempo, ya que cómo hemos mencionado anteriormente, no se observa del mismo modo la obra desde lejos, sino que hay que acercarse para ver cada uno de sus detalles. Al mismo tiempo son obras que transmiten calma - aun siendo abstracciones geométricas - y placidez. Hay que contemplarlas en silencio, con una luz adecuada -tal como se presentan en la Fundación Vall Palou, por ejemplo- y sobre todo teniendo la mente bien abierta y despierta, ya que cómo señala la comisaria en el catálogo, esta exposición "es un buen ejemplo para entender la evolución de una pintura que hace poesía lírica de la geometría pura".