Revista Opinión

Asesora estratégica

Publicado el 01 octubre 2012 por Vigilis @vigilis
Una forma común de ocultar la estupidez, consiste en adornarla con parafernalia. Ejemplos hay en todas partes, no me quiero detener ahí. A quien le interese el tema tiene sobrados recursos en las columnas de Amando de Miguel y en Cultureta Watch.
La parafernalia también sirve para ocultar las vergüenzas. Así, las migas de pan que el hidalgo se echaba sobre el pecho, para presumir de haber comido en abundancia, me parece un ejemplo de parafernalia histórico que además, muestra muy bien uno de nuestros pecados capitales.
No daré más vueltas: hablemos del tomate de la «asesora estratégica».
Asesora estratégicaEn épocas más nobles, no se daban tantos rodeos para llamar a las cosas por su nombre. Y es que cuando uno se comporta como un bombero, va vestido como un bombero y encima, apaga incendios y baja gatitos de los árboles, tenemos la certeza de que se trata de un bombero. Exactamente lo mismo sucede con la prostitución. Dios me libre de señalar a nadie, que las palabras las carga el diablo.
En distintas épocas y lugares, la prostitución no estaba mal vista. Es más, en culturas tan diferentes como la Grecia clásica y el Japón Tokugawa, se distinguían al menos dos niveles de prostitución. En el nivel bajo estarían las pornoi griegas y las prostitutas vulgares japonesas (inciso: siempre existió prostitución masculina, pero cuantitativamente menor). En el nivel alto, las Hetera y las Oiran.
Estas personas debían de recibir una educación elevada y poder mantener conversaciones sobre cualquier tema. Además, tenían que tener formación artística y, en general, eran personas respetadas por la sociedad. El alto coste de sus servicios otorgaba estatus social. Su compañía propiciaba acuerdos comerciales y políticos entre los poderosos. De ahí que, sin saberlo, la inmensa mayoría de empresarios e industriales de España, cuando finiquitan contratos en los burdeles, estén brindando un homenaje histórico a una liturgia que se pierde en la noche de los tiempos.
Asesora estratégica
Ascendemos un poco por la pirámide social y encontramos, en las monarquías europeas, la figura de la cortesana. No es este exactamente el mismo caso que Japón y Grecia, ya que la prostitución en este nivel no otorga ningún estatus al demandante, pero por el lado del que recibe, si se garantiza un ascenso social. Rápidamente pensamos en Manuel Godoy con María Luisa de Parma. Un noble de provincias, miembro de la Guardia de Corps de Carlos IV, llega a ser primer ministro, ahí es nada.
También tenemos a La Naranjera de Fernando VII,  doña Elena Sanz y Martínez de Arrizala, cuyas enaguas enjugaron las lágrimas de Alfonso XII, Carmen Ruiz Moragas, cortesana de Alfonso XIII; la historia de España se puede contar atendiendo al cambio de sábanas de los criados de palacio.
Estos devaneos llegaban a oídos de los corrillos de la Corte, de ahí a los mozos de cuadras y de ahí a coplillas callejeras. ¡Cuántas regia cornamenta no ayudó a elevar la sensibilidad cultural del vulgo!
Tristemente, hoy el fenómeno ha mutado. En lugar de coplillas, tenemos burofaxes, legiones de abogados, llamadas a la prensa afecta, chistes muy catetos (bueno, chistes catetos los hemos tenido siempre) y, lo que más me asquea: circunloquios bizarros. «Asesora estratégica» dice la pava.
Que digo yo, ya que en los presupuestos de los organismos públicos hay partidas destinadas al pago de multas, en un acto de gran transparencia también podría haber partidas destinadas al pago de servicios de asesoría estratégica.
Piensen por un momento en la soledad del líder. Piensen en todo el estrés que se genera por la gran responsabilidad de balbucear ante las cámaras. El esfuerzo que supone conseguir que no se te entienda nada. El jet lag de viajes importantísimos sólo menguado por la presencia de los mejores vinos, whiskies y jamones que existen. Es duro estar ahí. Yo entiendo que igual que del botiquín pueden sacar un ibuprofeno, bien pueden sacar a una asesora estratégica de una tarta.
Y ya puestos, convocar oposiciones a puestos de asesoría estratégica. Nivel A, claro. Que se exijan idiomas, elasticidad, estilo y disponibilidad horaria.

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