Revista Viajes
ASGABAT II. TURKMENISTÁNWWW.EL-REINO-DE-VERBANIA.BLOGSPOT.COMPasear por esta ciudad de blanco prístino y nupcial es una actividad totalmente segura a cualquier hora del día. Hay poca gente en Asgabat, pero el relevo generacional está garantizado.
Paseando por el bonito parque de los escritores veo una mansalva de niños que vienen a robustecer y corroborar mis palabras. Acabo de llegar al Arco de la neutralidad (1998), o “Trípode”. Imponente, sobrecoge.
Sólo la áurea estatua en la cima ya mide 12 metros. El monumento alcanza los 75. Fue erigido para conmemorar tal neutralidad del país, perdón por la redundancia, por el primer presidente, Saparmurat Niyazov. En vida, la estatua rotaba, pero tras su deceso dejó de hacerlo. Se me antoja un tanto solitario, como esta ciudad que duerme a todas horas, envuelta en un silencio de éxodo masivo. Una cosa de lo más curiosa es una imponente bandera de Turkmenistán, que unos ingenios de lo más brillantes han dotado con un sistema eléctrico y motor para que esté ondeando en todo momento si el viento decide no hacer su trabajo de empujar labrisa y por ende, el colorido paño nacional.
Hablando de monumentos imprescindibles también es menester detenerse ante el de la Independencia (1999). Al estilo ya conocido de endiosamiento blanquecino, se trata de una gran rotonda con fuentes, donde además podrás observar el cambio de guardia de los impertérritos soldados, apostados en su garita como si el tórrido viento de las estepas yermas del país los hubiese convertido en farallones de arena. El monumento mide 118 metros de altura, cifra nada aleatoria, por cierto. En realidad está todo milimétricamente estudiado. 118 es el cociente resultante de sumar 91, el año en que fue firmada la Declaración de Independencia nacional, y 27, el díaconcreto de Octubre en que se produjo el histórico acuerdo. En torno al magnífico monumento verás gran cantidad de estatuas gigantescas, hiperbólicas, correspondientes a eximios escritores o personajes imprescindibles en la historia de Turkmenistán,gobernantes, líderes tribales…
El tamaño de estas moles me hace parecer casi miserable y mundano, como una hormiga sojuzgada por la mirada de un dios.
Pero no todo es elegancia y modernidad. Para incidir en tal aserto (afirmación), Ashgabat me regala una panorámica de edificios caóticos, ruinosos, antipáticos a la vista, antiestéticos, propios de la tristeza letal de los tiempos de la Unión Soviética. La pintura amarillenta, deslucida, se cae de pena.
Pero quizás la visita del día más “laureada” sea la que me espera al cruzar bajo la mirada pétrea de la mezquita de Ertugrul, quien fuera padre de Osman I, fundador del imperio otomano. Predominio y despliegue de tonos amarillos pálidos, blancor, vetas negras y rojos y azules creando acuarelas a mi alrededor.
Las mezquitas tienen algo mágico, espiritual, sagrado y omnipotente encerrado entre los muros antiguos que acogieron tanta oración. Es la sensación que prevalece cuando me hallo en estos lugares de profunda e inveterada fe. Mucho menos gloriosa es la cuasi minúscula estatua del “defenestrado” Lenin.
Apenas una escultura anodina y desvalida en la Square Azadi. Es el único vestigio en la ciudad de su “existencia”. Estoy a punto de abandonar esta ciudad para posar mi mirada en nuevos destinos. Aún me quedan manats (moneda local) en los bolsillos para gastar en productos textiles, que aquí son de primerísima calidad. Regreso ya a mi hotel con la admonición presente de no hacer ni una sola foto al área presidencial, gubernamental, totalmente prohibido. La foto del presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedow, me persigue, está en todas partes, literalmente. De hecho, la propia ciudad y sus servicios son como un gran plató de televisión cuya filosofía principal fuese recrearse en la apología y encomio de la figura del mandatario.
PRÓXIMA PARADA: MARY, ANTIGUA CIUDAD DE MERV.