Vez pasada estábamos viendo con mi mujer una noticia sobre la obligación o no del uso de casco para los motociclistas. La historia en particular era sobre un juez que había negado esa obligación y sobre un abogado que había pedido lo contrario a través de un nuevo round en el mismo caso.
Tanto mi media naranja como yo, éramos partidarios de la no obligación, y nuestras razones eran similares a las que había expuesto el juez: el que maneja una moto está en su pleno derecho de usarlo o negarse, siendo él el único perjudicado en caso de no hacerlo. Además, ya estaba grandecito y debía tener conciencia de esos actos, evaluando el costo/beneficio de usarlo o no sin que alguien lo obligara a hacerlo.
Estando acostumbrados a una oposición muy pobre (al menos en los medios) ante asuntos a simple vista tan lógicos, escuchamos sin mucho ánimo ni esperanzas al abogado que pedía la obligación de uso de casco para todos los motorizados. Ante el notero de turno, dijo, con amplios números y estadísticas que referenció (pero que no nombro aquí porque no los recuerdo), algo como ésto:
“No niego bajo ningún punto de vista las razones ofrecidas por el juez, pero hay consideraciones que se están pasando por alto. Por ejemplo, el costo judicial que representa un accidente con un conductor sin casco involucrado. Por un lado, van a aumentar los casos de muerte por falta de protección, lo que implica juicios más largos y, por consiguiente, menos tiempo disponible (para jueces y abogados) que pueden volcar en otros casos, además de tener que cobrar lo mismo por menos resoluciones efectivas. En esos casos de muerte, también estarían con otra carátula todos los partícipes del accidente: si el motoquero choca con un auto y muere, el automovilista quedaría sospechado de una muerte y ya no de un accidente. Eso, también, le representa mayores costos, una exhaustiva investigación y un tiempo más largo en resoluciones que podían haber sido evitadas si hubiese sido un raspón por el uso obligado de un artículo de protección. Y no olvidemos el costo moral para ese automovilista y su familia, del que pende la supuesta culpa interna de una muerte. Tampoco podemos negar que el sistema dista de ser perfecto, y en caso de un error en cualquier eslabón de la enorme cadena involucrada, el perjudicado no recibiría una multa costeable, sino una pena de privación de la libertad muy grande. Y quedan otras cuestiones como los costos, trámites y solidaridades de los seguros, servicios médicos, policía, servicios sociales, bomberos y demás entidades que participan en casos de muerte o accidentes graves. Nadie niega que uno que usa casco pueda morir, pero las estadísticas indican que el riesgo se reduce increíblemente con el uso. Es por eso que, si podemos evitar todos estos colaterales con una simple ley de lo que un usuario debería hacer por sí mismo (pero que en la realidad no hace), es nuestro menester apoyarla. Al fin y al cabo, nuestro trabajo es defender a la sociedad toda, y no a los derechos de uno por sobre los perjuicios para con otros. El conductor es dueño exclusivo de sus deseos personales, pero siempre y cuando no perjudique a todos los demás con ellos.”
Me quedé con los ojos bien grandes y la boca semi-abierta. Noté que mi señora estaba igual. El abogado había hurgado sobre esos detallitos que nadie parece recordar, pero que sumados hacen un artículo de mucho peso para pensar en que puede ser más beneficioso la obligación de uso que el libre albedrío.
Fuera del hecho del caso en particular, me pareció impresionante y conmovedor que alguien se molestase en pensar y argumentar racionalmente por sobre la lógica generalizada que termina con los derechos de una sola persona, y se arriesgara a remar una opinión pública desfavorable en lo general, a base de pura neurona. Y de pura neurona en serio, no con esas explicaciones endebles y paupérrimas que suelen dar, por ejemplo, las asociaciones de Derechos Humanos al querer defender a un delincuente con prontuario avanzado.
Así es como deben presentarse los argumentos a favor o en contra, eso es lo que mueve opiniones y abre el campo de juego, abarcando mucho más que el punto en el que tenemos fija la vista. Ver el todo y mostrarlo con lógica y certeza, abrir la cabeza del que está parado enfrente. De esa forma, dos personas que estaban con una opinión bastante fuerte por el lado contrario, terminaron del lado neutral tirando al opuesto. Más gente debería aprender a justificar sus ideas o elecciones de esa forma. ¡Así es como se debate!
PLPLE