Foto: Javier Arroyo
"Y así es el toreo de Morante. Evocador. Cálido. Si te toca el alma, jamás te abandona. Lo llevas contigo allá donde vayas. Y quizá llegue el momento en el que no quieras volver a ver torear. En el que quieras mantener para siempre en tus retinas esa media verónica, con el toro rodeando su cintura a merced de un capote que ya no parece de percal, sino de una tela etérea, de tanto como vuela. Que no quieras que ningún otro muletazo perturbe en tu memoria ese natural inmenso, largo hasta el infinito, de mano baja, con los vuelos de la muleta arrastrando sobre el albero y llevando tras de sí el hocico noble y fiel de un toro bravo. Que quieras soñar cada noche con esa muñeca rota, esa figura quebrada, ese junco recio y, al mismo tiempo, cimbreante, en que se ha convertido el cuerpo –todo alma– del torero.
Y entonces no te hará falta que te expliquen en qué consiste el toreo. Y lo más sorprendente es que tú, empapado hasta la médula de tanto arte, tampoco sabrás explicarlo. Pero lo vivirás para siempre".
Tinta y oro, Noelia Jiménez (Ed. Eutelequia), págs. 143-144.