Revista Cultura y Ocio

“Asterix empezó ahora”

Publicado el 10 agosto 2015 por María Bertoni
Leopoldo Kulesz habló con Espectadores el jueves pasado en un café de Barrancas de Belgrano.

Leopoldo Kulesz es matemático y director de El Zorzal. Se declara ferviente admirador de René Goscinny.

Leopoldo Kulesz cursó las escuelas primaria y secundaria en el Liceo Jean Mermoz de Buenos Aires y luego vivió una década en Francia. Sin embargo, recién leyó Asterix en idioma original justo un año atrás, luego de que el azar lo tentara con la propuesta de publicar en nuestro país la célebre historieta de René Goscinny y Albert Uderzo. El director de la editorial El Zorzal se dio cuenta entonces de la enorme discrepancia de contenidos entre la edición francesa y aquélla española que convirtió a tantos chicos argentinos -él incluido- en hinchas acérrimos del galo más famoso.

Enseguida, el proyecto de reedición local se consolidó como un minucioso -cuando no, obsesivo- trabajo de traducción que dio luz a una adaptación realmente fiel a la obra original. En un encuentro con Espectadores, Kulesz revivió con fruición esta aventura que emprendió secundado por Planeta y rigurosamente auditado por Hachette, el propio Uderzo y la hija única de Goscinny, Anne.

Asterix empezó ahora”, sostuvo luego de señalar la condición de “hito” de esta nueva versión en castellano que -atención, fanáticos- se circunscribe a los 24 álbumes escritos por el gran René, y que se encuentra disponible desde fines de marzo en quioscos y librerías de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay.

Aclaración preliminar
Los lectores de Espectadores notarán -si no lo han notado ya- que en este post los nombres Asterix y Obelix aparecen sin el acento en la letra e. El cambio con respecto a posts anteriores refleja la decisión editorial que tomó Kulesz para intentar erradicar la costumbre hispanófona de pronunciar el nombre de nuestros héroes como si fueran palabras graves.

Por las dudas, vale explicar que en francés el tilde ejerce una función fonética y no de acentuación como en castellano. De hecho, si nos apuraran a clasificar las palabras de ese idioma según las categorías hispanófonas Aguda, Grave, Esdrújula, responderíamos que todas las palabras en francés son agudas.

En francés, el acento en la e condiciona la apertura de la boca a la hora de pronunciar esa letra (porque en francés la e se pronuncia distinto según se escriba eé, è o ê). Para los hispanófonos, ese acento no debería importar ya que esa distinción nos es absolutamente ajena. Lo que sí importa es que, según las reglas del castellano, los nombres propios franceses -en este caso Asterix y Obelix- son tan agudos como las demás palabras en ese idioma.

Kulesz fundamenta su decisión editorial de esta manera: “(El acento tónico de Asterix) no está en la e, sino en la i final. En esta traducción, optamos por este acento para que Asterix guarde referencia con asterisco, palabra de la que proviene el nombre del héroe. En síntesis, tanto asterisco como obelisco llevan el acento tónico en la í; por lo tanto, los protagonistas deben llamarse Asterix y Obelix ¡sin acento, por Tutatis!”.

La alineación de Planeta
“El proyecto tiene dos patas, una tan importante como la otra: la gestión de los derechos de autor por un lado, y después la edición en sí misma, sobre todo la traducción”. Con estas palabras Kulesz inaugura formalmente el encuentro del jueves pasado y, acaso sin proponérselo, adelanta los ejes principales de la crónica de su aventura con Asterix. Una aventura que sigue su marcha, ahora a velocidad crucero (el entrevistado llega a la cita después de haber terminado de corregir la primerísima traducción del último álbum y la maqueta del decimosexto).

Las tratativas para conseguir los derechos de autor comenzaron en la Feria de Frankfurt de 2006. Yo estaba parado en mi espacio del stand argentino cuando se acercó una chica preguntando por Daniel Divinsky de Ediciones de la Flor. Le contesté que Daniel no estaba, que le avisaría cuando volviera. La chica me dio una tarjeta a nombre de las Editions Albert René y me explicó ‘Somos los editores de Asterix; queremos que se publique en Argentina‘.

Volví a Buenos Aires, lo vi a Divinsky, le di la tarjeta, le conté lo sucedido. ‘Qué querés, yo ya estoy grande para estos quilombos‘, me dijo. ‘Hacelo vos‘”.

En ese entonces El Zorzal tenía apenas seis años y era desconocida en el extranjero. A Kulesz le llevaría ocho años más conseguir que Hachette (Las Ediciones Albert René son propiedad de la emblemática editorial francesa) accediera a venderle los derechos de traducción.

Esta compañía actúa “al revés” que la mayoría, explica el entrevistado: para vender, no le basta con que aparezca un cliente dispuesto a pagar. Luego agrega: “Lo que destrabó la cosa fue la intervención de Planeta, cuyo director -Ignacio Iraola, fanatiquísimo de Asterix– se enteró de la existencia del proyecto y se sumó a la conquista de los derechos”.

La gente de Hachette vio en esa sociedad la garantía de una gran estructura económica de distribución. Y en Kulesz, la garantía de un trato artesanal del contenido. “Dudaban en darme algo tan grande. Y yo creo que hicieron bien. Y estuvo bien esperar ocho años y trabajar juntos con Planeta, porque fue una manera de aprovechar los contenidos al máximo”.

Insomnio español
Mientras trabajaban para conseguir los derechos, Kulesz e Iraola imaginaron una edición libre de las marcas del castellano de España, una adaptación básica que cambiara el vosotros por el ustedes. Pero a Kulesz se le ocurrió leer Asterix en francés, cosa que no había hecho nunca, ni como alumno del Mermoz ni en su larga estadía en Francia.

Cuando agarré el primer ejemplar en agosto, no reconocí las historias que había leído en castellano. No era una cuestión de vosotros/ustedes; no pude dormir varios días”.

Nuestro entrevistado tomó al azar las dos versiones de Los laureles del César, y empezó a comparar “cuadrito por cuadrito” y a anotar las diferencias en un documento Word. Cuando llegó a la página 20 o 21 de la historieta, ya había escrito siete páginas exhaustivas en la computadora. El localismo era el menor de los problemas.

Kulesz encontró alrededor de cuarenta falsos amigos en esa veintena de páginas analizadas. Por ejemplo, ‘Estoy inquieto, Obelix‘ por ‘Je suis inquiet, Obelix‘ cuando en francés inquieto significa preocupado.

“¿Por qué sucedió esto con la edición española”?, pregunta Espectadores. El entrevistado arriesga algunas hipótesis.

Fue la primera traducción a un idioma extranjero. Data de principios de los años ’70, cuando Goscinny estaba todavía vivo. Yo imagino que fue algo improvisado; se conformaron con encargarle el trabajo a alguien que simplemente supiera francés. Lo que no me explico es porqué siguieron contratando al mismo traductor hasta el final… También era la época del franquismo: será por eso que la traducción dice fiestas donde Goscinny dice orgías“.

Kulesz afirma que Hachette conoce las falencias de la versión española de Asterix. “De hecho, en el contrato que firmamos pusieron como condición que la traducción fuera nueva”.

La buena pregunta para nuestro entrevistado es porqué esta edición gustaba a pesar de sus errores y falencias. Su respuesta: “Estoy convencido de que Goscinny era un genio. Entonces si esta traducción respeta el veinte por ciento de las genialidades de Goscinny, ese veinte por ciento sigue siendo genial”.

Ni uno solo
Kulesz define como “bestial” el trabajo de traducción. El adjetivo remite, por un lado, al esfuerzo que supuso traducir 24 álbumes en un tiempo récord (entre septiembre de 2014 y abril de 2015) y, por otro lado, a la exigencia de conocimiento del francés (“Es necesario haber vivido en Francia para entender algunos juegos de palabras y a veces esto no bastaba para captar del todo giros idiomáticos de los años ’60”).

El director de El Zorzal también es matemático de profesión. Por eso, en varias ocasiones se refiere a este desafío como a una serie de ecuaciones por resolver. “Siempre buscamos la equivalencia exacta y, cuando no la encontramos, tratamos de mantener un doble sentido acorde” aclara antes de explicar el proceso metodológico.

Yo hice la primera traducción medio a lo bestia, avanzando, sin mirar atrás. Ponía en rojo cada cuestión que no me convencía. Avanzaba, avanzaba, avanzaba hasta terminar un álbum (traducir un álbum entero me llevaba tres días, diez horas cada día). Luego le pasaba ese primer borrador a Agustina Blanco, a cargo de otro tipo de laburo. O sea: Yo creo que soy preciso pero no soy fino. Ella es las dos cosas.

Agustina marcaba en verde las partes de mi traducción que ella habría modificado, y escribía sugerencias para lo que ya estaba en rojo. Al final de esta primera revisión, teníamos unas doce cosas para seguir pensando. Mientras, pasábamos al siguiente álbum.

En esa etapa estuvimos nosotros dos solos. A lo sumo, les mandaba mails a cinco amigos. Les preguntaba ‘¿Cómo traducirías esto?‘ o, más que traducir, ‘¿Cómo reemplazarías esto?‘. Roberto Gárriz, un autor muy ocurrente, nos ayudó más de una vez”.

Kulesz agradece la paciencia que le tuvieron su mujer y sus dos hijas. “Yo hablaba únicamente de esto, incluso en las reuniones sociales”. Cuenta entonces que resolvió un problema de traducción en la casa de unos amigos. Se trata del mismo diálogo que Marcelo Birmajer mencionó en este artículo para la revista Ñ, y que aparece en Asterix en Hispania.

César vuelve victorioso de sus batallas con bárbaros reducidos a la esclavitud. Entre ellos se destaca uno pelirrojo por el que la multitud pide clemencia. Cuando el emperador lo declara libre, dos romanos entablan el siguiente diálogo:
– Que fait César?
– Il affranchit le Rubicond
[Il affranchit le rubicond se pronuncia igual que Il a franchi le Rubicon, que significa Cruzó el Rubicón].

La vieja traducción española propone:
– ¿Qué ha hecho César?
– ¡Quién lo hubiera dicho! ¡Negarse a que el rubicundo sea atravesado!

Kulesz encontró otra respuesta cuando vio una mesa de pocker en lo de sus amigos: “(César) Apuesta al colorado”.

Otro ejemplo… En una típica escena de barco pirata hundido, los tripulantes aparecen dispuestos como los personajes de la pintura Le Radeau de la Méduse (La balsa de la Medusa) de Théodore Géricault. ‘Je suis médusé‘, le hace decir Goscinny a uno de esos piratas. “Ni me acuerdo de la traducción española” confiesa Kulesz antes de revelar con orgullo: “A mí se me ocurrió la expresión ‘¡Qué cuadro!‘”.

El director de El Zorzal no dejó “ni un solo juego de palabras” sin su equivalencia. Incluso se dio el lujo de deslizar alguno donde no había. Por ejemplo, a un romano que se defiende de los golpes de sus propios camaradas al grito de ‘Je suis romain, je suis romain, je suis romain‘ (‘Soy romano, soy romano, soy romano‘) le hizo decir ‘No me peguen; soy romano‘. Este homenaje a la célebre frase de Roberto Giordano fue idea del mencionado Gárriz.

Controles de calidad
“El contrato con Hachette es muy interesante. Tiene cuarenta páginas (los contratos que suelo manejar yo tienen tres). Entre otras cosas, el documento advierte que la traducción será auditada, y que nosotros pagaremos los costos de la auditoría si la traducción no pasa los requerimientos de calidad. En caso contrario, la pagarán ellos”.

Hachette contrató a una consultora que a su vez contrató a un traductor-auditor que ni la propia editorial ni Kulesz conocían. El primer informe constó de diez hojas de Word más la planilla Excel que El Zorzal había enviado con la traducción de cada cuadro. Tras elogiar el trabajo en líneas generales, el evaluador “aportó un montón de precisiones”.

En Buenos Aires, el archivo Excel corregido pasó a manos de un compaginador que volcó la traducción mejorada en los globitos de las planchas procedentes de Francia. Estas planchas pasaron luego a manos de un corrector de estilo y de siete fanáticos de Asterix, uno de ellos, experto en latín y en griego. Kulesz y Blanco incorporaron algunas observaciones de ese grupo selecto de amigos a la versión que le enviaron al diseñador.

Después de que el diseñador hiciera lo suyo (sólo podía tocar los carteles; ningún dibujo), llegó el turno de la auditoría de diseño. De París volvió un informe con el mismo nivel de obsesión que el informe anterior. Sus autores encontraron en un texto escrito con tipografía gótica un signo de pregunta correspondiente a otra tipografía.

“Luego hubo una última instancia de corrección por nuestra parte”, recuerda el entrevistado. “Allí detectamos varias erratas, incluso unas veinte graves en la edición en español original (por ejemplo, en Asterix y los juegos olímpicos está escrito Altis en vez de Atlis) y algunas en las ediciones francesas de hace cincuenta años (por ejemplo falta un espacio después de una coma en el preámbulo de Astérix en Corse).

Además de Hachette, Anne Goscinny y Uderzo también encargaron auditorías para el trabajo de El Zorzal. Los autores de la evaluación se limitaron a aprobarlo con un lacónico OK.

Más textos de Monsieur René
Asterix empezó ahora. No hay un cuadrito igual a los de la edición española”, asegura Kulesz hacia el final del encuentro. El director de El Zorzal sugiere que los españoles deberían importar la nueva colección, luego de hacerle cambios mínimos, por ejemplo reemplazar el ustedes por el vosotros.

Nuestro entrevistado todavía no sabe -no quiere saber- cuántos ejemplares se vendieron desde la salida al mercado, a fines de marzo pasado. Recién consultará las cifras cuando la última entrega esté en la calle.

Sin dudas, René Goscinny habría apreciado el enorme trabajo de adaptación de Kulesz y equipo.

“No me cabe la menor duda de que René Goscinny fue un genio”. Kulesz dixit.

El matemático tiene en mente otros números: la tirada del primer álbum (once mil ejemplares) y del resto (entre ocho y seis mil). Además precisa características básicas de la edición: “tapa blanda y papel de ilustración mate”; “la distribución y la promoción son responsabilidad de Planeta”. A propósito de la campaña publicitaria -que, dicho sea de paso, elaboró la agencia The Blue Box-, comenta al pasar que Hachette también fiscalizó ese aspecto.

Kulesz prefiere cerrar la charla con observaciones que dan cuenta de su profunda admiración por Asterix (“Es lo más francés que hay, y al mismo tiempo lo más universal: pensar que fue traducido a 114 idiomas”) y por Goscinny (“Un genio cuya obra no perdió nada de vigencia”).

Dice que le gustaría trabajar con otros textos de René después de un merecido descanso de la aventura con los galos. Recuerda la pequeña experiencia con el libro Del Panteón a Buenos Aires. Crónicas ilustradas y fantasea con Lucky Luke y sobre todo con Le petit Nicolas. Asimismo sostiene a medio camino entre la indignación y el entusiasmo: “No entra en la cabeza cómo nadie pone mil euros para imprimir una nueva edición, en castellano más neutro, de la obra ilustrada por Sempé”.

Acaso éste sea el inicio de un nuevo proyecto parecido al de Asterix, “que sólo puede hacer una editorial chica como El Zorzal… porque las editoriales grandes suelen tener otras prioridades”.

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La prueba rigurosa
– “Encontré la prueba rigurosa de que Goscinny leía Patoruzú.
– ¿Sí? ¿De qué prueba se trata?
– Después te la mando por mail”.

Hombre de palabra, Kulesz envió por correo electrónico la mencionada prueba al día siguiente del encuentro con Espectadores. Se trata de esta captura en PDF de la sección ‘Divagaciones de un alma cautiva’ de un número del año 1938 de Patoruzú. Un tal Umpah Pah firmó el texto en cuestión.

En esa época René tenía doce años y vivía en en el barrio porteño de Retiro. Es muy probable que, como muchos argentinos de su edad, leyera la revista de Dante Quinterno.

Vale entonces suponer que, década y media después, el guionista recordó ese seudónimo cuando le tocó bautizar al protagonista de la historieta que concibió con Uderzo antes de Asterix: Umpah-pah el Piel- RojaOumpah-pah, le Peau-Rouge en francés… Nobleza obliga, Miguel Dao también barajó esta hipótesis en su blog.


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