Crepita una enorme hoguera y entre volutas de humo ascienden chispas hacia la negrura de la noche. Chanzas y aromas de jabalí asado rompen la quietud de la noche gala mientras, como siempre, Asuranceturix el bardo contempla la escena en silencio prudentemente amordazado para no dar la murga ni restar protagonismo a los homenajeados, como siempre, Astérix y Obélix. Es el final de cualquiera de sus aventuras.
El 24 de marzo Uderzo terminó su aventura y entre el humo de la hoguera y el crepitar de las chispas le imagino camino de la noche infinita al encuentro de Goscinny allá donde quiera que moren eternamente los grandes creadores. Mientras, Asuranceturix el bardo, como siempre, amordazado entona un réquiem en silencio.
Albert Uderzo (Fismes, Marne, Francia; 25 de abril de 1927-Neuilly-sur-Seine, Altos del Sena, Francia; 24 de marzo de 2020) y René Goscinny (París, 14 de agosto de 1926-ibídem, 5 de noviembre de 1977) fueron los creadores de los cómics de Astérix el Galo.
Leí mis primeros Astérix cuando aún no sabía leer y algunos irán por la veintena de lecturas. Historietas que me acompañaron en la infancia, ironías que comencé a intuir en la adolescencia y que no he parado de descubrir y aún sigo: juegos de palabras, anacronismos (Kirck Douglas como Espartaco en El mal trago de Obélix o el Manneken pis en Astérix en Bélgica), guiños a obras maestras de la pintura (Una lección de anatomía de Rembrandt en El adivino, La balsa de la medusa de Géricault en Astérix legionario o La boda campesina de Pieter Brueghel el Viejo en Astérix en Bélgica), exaltación de la amistad y ansia de justicia, ayuda altruista a los pueblos oprimidos por el poder (de Roma en este caso), representaciones de los estereotipos sociales (el papel de la mujer), guiños constantes a la cultura popular y a los tópicos de los países recorridos (toros y atascos en España en Astérix en Hispania, bromas sobre la cocina inglesa en Astérix en Bretaña o el carácter hosco y noble de los corsos en Astérix en Córcega).
Se intuye, también, la influencia de las dos guerras mundiales: Astérix y los Godos retrata al pueblo alemán como belicoso y pendenciero y es la única aventura en la que los héroes, galos lejos de ayudar a los godos contra los romanos, deben defenderse de la incursión goda en la Galia secuestrando a su druida Panorámix. En todas las aventuras con otros pueblos como protagonistas, corsos, íberos, bretones, belgas, pictos, egipcios… hay un gesto amable hacia su cultura y una causa que invita a la ayuda generosa de Astérix y Obélix, en todas las aventuras menos en Astérix y los godos. La Guerra terminó en 1945 y Astérix vio la luz en 1959.
“Están locos estos romanos” es el leit motiv que nos acompaña a lo largo de todas las aventuras y así aprendimos que SPQR no solo son las siglas en latín de Senatus Populusque Romanus, en referencia al origen republicano de Roma, y se traduce como “Senado y pueblo Romano”, sino que también significa en italiano Sono Pazzi Questi Romani, es decir… “Están locos estos romanos”.
Entre las muchas referencias costumbristas presentes en los comic de Astérix el galo, las gastronomía tiene un protagonismo indiscutible: jabalí hervido y cerveza tibia en Astérix en Bretaña, unas anacrónicas patatas fritas y “brassica (coles) de aquí” en Astérix en Bélgica, quesos de olores imposibles en Astérix en Córcega, pavos en Astérix en América, el nombre del caudillo íbero “Soupalognon y crouton” traducido (muy libremente: la traducción más exacta sería sopa de cebolla con picatostes) en la versión española como Sopalajo de Arrierez y Torrezno, una inenarrable orgía-fondue en Astérix en Helvecia… y entre todas las aventuras, una road-movie gastronómica: La vuelta a la Galia de Astérix. Así es que este Cocidito quiere rendir su modesto homenaje a los creadores del comic de la irreductible aldea gala.
En La vuelta a la Galia de Astérix, ante el intento de asedio de la aldea gala por las legiones romanas, nuestro pequeño héroe apuesta con el prefecto Lucilius Flordelotus, enviado especial del César, que será capaz de dar la vuelta a la Galia sin que los romanos puedan impedírselo y en prueba de ello, traerá una especialidad de cada región. Astérix y Obélix sufren unas cuantas escaramuzas, reciben ayudas en las que intuyo alguna referencia a la Résistance de la reciente Guerra Mundial, así como alguna traición que recuerda a los colaboracionistas. La aventura es todo un canto de exaltación patriótica con algún guiño al futuro Tour de Francia. De regreso a la aldea muestran al prefecto: jamón de Lutecia (París), tonterías (caramelos) de Camaracum (Cambrai), Vino espumoso de Durocortorum (Reims), salchichón de Lugdunum (Lyon), ostras y vinos de Burdigala (Burdeos), bouillabaisse de Massalia (Marsella), ensalada de Nicae (Niza) y salchichas de Tolosa (Toulouse). Salvando algunos anacronismos y suponiendo que el saco de las viandas estuviese refrigerado, resulta un simpático catálogo de especialidades locales en el que no deja de sorprenderme que no haya ninguna referencia a alguno de los notables quesos de Francia.
De la ensalada de Niza ya nos hemos ocupado en este blog y teniendo en cuenta que este artículo se escribe durante el periodo de confinamiento provocado por la pandemia del COVID-19, trataremos de cumplir con los ingredientes que más a mano tenemos: nos ocuparemos de la salchicha de Toulouse.
La muy merecida fama del cassoulet, contundente y exquisito guiso de alubias con pato, salchicha de Toulouse y otras carnes, que pueden variar según sean recetas de Toulouse, Carcasonne o Castelnaudary, ha restado cierta notoriedad a este embutido como ingrediente principal de algunos platos. Sin embargo, la saucisse de Toulouse es un excelente embutido fresco de carne de cerdo que bien merece el papel protagonista.
La salchicha de Toulouse se incluye dentro de la marca de calidad Spécialité du Sud-Ouest y se elabora con carne de cerdo fresca, sal y pimienta, aunque algunos carniceros aportan algún matiz personal en el adobo. Es muy similar a la butifarra fresca catalana, algo que no nos sorprende por la cercanía geográfica.
Además del mencionado cassoulet, suele cocinarse a la parrilla, a la brasa o confitada en grasa de pato. Es frecuente encontrarla acompañando un guiso de lentejas o con una guarnición de tomate aliñado con una vinagreta de cebolleta y mostaza. Pero quizá el acompañamiento más sabroso y original es el aligot, un interesante puré de patatas con queso.
El término aligot parece provenir de épocas de peregrinos mendicantes que pedían aliquid, "algo", en los monasterios. Y en éstos les daban tomme freîche, “toma fresco” [queso]. Y tomme freîche y aligot, indistintamente, resultan ser los nombres por los que se conoce un queso fresco y fundente de la zona de Occitania y Auvernia-Ródano-Alpes.
Con esta misma voz aligot se conoce también una preparación de puré de patatas mezclado con queso tomme fraîche, mantequilla, sal y pimienta que resulta una deliciosa guarnición para nuestra salchicha de Toulusse.
No resulta nada fácil encontrar en España, y menos en Badajoz, ninguno de los dos ingredientes protagonistas de este artículo. Y en tiempos confinados menos aún. Así que siendo un poco transgresores hemos elaborado el plato con una butifarras que esperaban en el congelador acabar sus días acompañadas de unas mongetes (judías, mongetes amb botifarra, Cataluña) pero que han cruzado los Pirineos para acabar acompañando un aligot que a falta de tomme fraîche hemos preparado con queso raclette (200 gr), una cucharada de cremme fraîche y una cucharada de mantequilla, sal y pimienta y unos 350 gramos de patata gallega cocida.
Regamos los platos con un Rasteau Les Hautes Vignes 2015 por aquello de respetar el goût du pays.
Quién sabe si algún día nos da la ventolera y mezclamos torta de la Serena con puré de patatas y lo servimos con unas salchichas frescas de cerdo ibérico…