Recientemente se ha anunciado un acuerdo de inversión entre el grupo farmacéutico anglosueco Astra-Zeneca y el laboratorio norteamericano Targacept Inc., por el cual el primero abonará una armada inicial de 200 millones de dólares al segundo por el desarrollo de una nueva molécula con efecto antidepresivo y mecanismo de acción distinto a los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS), que son en la actualidad los antidepresivos más usados en todo el mundo.
De hecho, la molécula designada con el código TC-5214 ya se encuentra en estudios farmacológicos de Fase II y ha demostrado efectividad antidepresiva inicialmente como adyuvante (esto es, añadida a pacientes que no habían respondido inicalmente a un ISRS). En el presente año se iniciarán estudios destinados a probar la efectividad de la molécula como monoterapia antidepresiva. De lograrse éxito en estos nuevos ensayos y aprobarse la molécula para su comercialización, además del cumplimiento ulterior de determinadas metas de ventas, Astra Zeneca abonará adicionalmente a Targacept mil millones de dólares más (como sabemos, en EEUU se llama billón a la cantidad de mil millones, a diferencia de nuestro idioma en que se estipula que billón es el millón de millones).
La novedad anunciada es que la molécula no opera sobre el neurotrasmisor serotonina, como la mayoría de antidepresivos en uso actual, sino sobre la acetilcolina. Debemos recordar que la acetilcolina es una pequeña molécula que está relacionada con procesos neuropsíquicos de alerta, atención, procesamiento cognitivo, procesamiento de estímulos y fenómenos de motivación-recompensa y también regulación del sueño; además a nivel periférico la acetilcolina está involucrada en la activación de la función muscular y también regula la función de los ganglios autonómicos. Específicamente, la molécula designada TC-5214 es un bloqueador no competitivo de determinados subtipos de receptor de acetilcolina en el encéfalo (receptores nicotínicos, y se atribuye el efecto terapéutico al bloqueo del subtipo alfa4-beta2).
Estructura molecular de la acetilcolina.
Ahora bien, lo que no resulta tan novedoso es que la molécula TC-5214 es, por así decirlo, una molécula antigua a la que se ha dado la vuelta y puesto al revés (como esos ternos al que el sastre de barrio daba vuelta para alargar su vida útil). Y ello se basa en la propiedad química de ciertas moléculas de tener imágenes especulares (como si se mirasen en un espejo). Así:
Es la misma molécula en sus dos imagenes especulares (formas Ry S).
En ese tenor, la 'novedosa' molécula del billón de dólares, TC-5214, no es sino la forma especular de la mecamilamina (la forma S). ¿La mecamilamina? Ah, es un fármaco diseñado allá por la década de 1950 y que tuvo uso muy limitado en el tratamiento de la hipertensión (bloqueando los receptores nicotínicos de acetilcolina en ganglios del sistema nervioso autónomo) por sus desagradables efectos secundarios de mareos, aturdimiento, estreñimiento, entre otros. Ahora, usando la imagen especular se supone que mejorará la tolerabilidad para su uso.
Forma R de la mecamilamina (TC-5214 viene a ser la mecamilamina al revés, o sea la forma S)
No está demás tampoco revisar la historia de Targacept, que se anuncia como laboratorio especializado en NNR therapeutics (terapia a partir de receptores neuronales nicotínicos). En sus inicios, en la década de 1990, Targacept fue subsidiaria de la RJ Reynolds Tobacco Company e investigaba, previsiblemente, a la nicotina producida por sus propios cigarrillos y que da su nombre a -e interactúa con- los receptores de acetilcolina de tipo nicotínico de los que hablábamos antes. Excelente olfato comercial el de estos industriales del tabaco. Casualmente, en inglés 'tar' significa alquitrán... ¿por eso habrán llamado Targacept a la pujante empresa?
Naturalmente, siendo los receptores nicotínicos tan difundidos en el sistema nervioso central y periférico, era inevitable que se hallen diversas aplicaciones a las moléculas que trabajan con tales receptores (entre ellas TC-5214). En primer lugar, se ha ensayado dichos compuestos para tratar la adicción a la nicotina, como es obvio, pero adicionalmente para muchos otros propósitos, ya no sólo el tratamiento de depresión y de ansiedad, como en este caso, sino otros problemas de diversa índole. Las moléculas bloqueadoras de acetilcolina que Targacept tiene en carrera se proyectan como futuros 'blockbusters' contra el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, la demencia de Alzheimer, los déficits cognitivos de la esquizofrenia, la enfermedad de Parkinson, múltiples adicciones y hasta la obesidad.
Finalmente, y para no dilatar los ditirambos del nuevo fármaco, tampoco la hipótesis de bloqueo de acetilcolina como mecanismo antidepresivo es el último grito de la moda psicofarmacológica. Ya los clásicos antidepresivos tricíclicos ejercen tal acción desde hace cincuenta años -aunque se la asumía como fuente de efectos secundarios y no de eficacia terapéutica-. Cuestión de paradigmas, ciertamente, aunque muchos investigadores habían apuntado que tal bloqueo de acetilcolina era causante de la superioridad terapéutica observada de los tricíclicos frente a los ISRS en casos más severos de depresión.
Atentos entonces a este nuevo antidepresivo que se acerca con música de fanfarria para deslumbrar a desaforados, veleidosos prescriptores, atentos al más mínimo bostezo de la industria. No deja de ser una molécula interesante y valiosa la comentada pero no es la panacea ni mucho menos. Sobre todo cuando se cuestiona nuevamente la superioridad de los fármacos antidepresivos en casos leves de depresión frente al placebo. Esto, nos lleva a un reciente editorial de la revista Nature en que se anuncia optimistamente que a partir del 2010 se inicia 'la década para los desórdenes psiquiátricos' -en el sentido de investigación de la neurobiología y terapéutica-. Neuroskeptic, discrepa haciendo honor a su apelativo, y nos recuerda que, así como en el caso de TC-5214 y su bloqueo anticolinérgico 'novedoso' para el tratamiento de la depresión, las verdaderas décadas de avances psiquiátricos seguirían siendo las de 1950 y 1960.
Ah, y saquen su calculadora de bolsillo -sólo como un ejercicio matemático- y revisen cuántos ceros tiene 1,2 billones de dólares-. Luego guárdenla y fantaseen cómo hará el laboratorio para recuperar no sólo esa cifra sino duplicar o triplicar sus ganancias (sino más). Buen provecho.
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