Revista Espiritualidad
Cuando sentimos el impulso de hacer algo que nos nace del corazón y no le damos salida, ¿qué nos detiene? ¿Qué mata el impulso creativo? Y cuando andamos como locas y locos inmersos en el trasiego frenético del hacer y el tener, ¿qué nos impide deternos, por un instante, y sumergirnos en la quietud? El miedo nos paraliza a veces, nos ata las manos y nos sella la boca, y en otras ocasiones nos empuja a la acción desesperada, al trajín y a la cháchara superflua. El miedo es la cárcel, nos hace huir de lo que somos y correr en la dirección opuesta para tropezar una y otra vez con el mismo muro. Desde la visión yóguica, es decir, desde un corazón-mente-unidad, en la prisión del miedo la puerta está abierta, salir es nuestra elección, un acto de voluntad y poder.
¿Qué te detiene? ¿Qué te mueve? Todo lo que importa es de dónde nacen nuestras acciones. ¿Nacen del amor o nacen del miedo?
Cuando nos atenaza el miedo, por la naturaleza misma de este estado, las cosas no están tan claras. Aunque la solución a la paralisis del miedo sea ponerse en movimiento, y el remedio para la acción compulsiva y/o descontrolada sea detenerse y aquietarse, no resulta muy evidente cuando uno está en medio de estos fregados psico-emocionales. Muchas personas, cuando las animo a deternerse por un momento, sentir lo que les está ocurriendo, a parar y aquietarse por un instante, me dicen que no pueden parar, o que no saben cómo, y creen que si se paran, su mundo, es decir, su trabajo, su matrimonio, sus relaciones de un tipo u otro colapsarán y se derrumbarán. Y lo cierto es que puede que así sea. Cuando una persona toma la decisión de detenerse para intentar recapitular y reorientarse desde la paz y la cordura que otorgan los estados aquietados del alma, sucede a menudo que lo que sobrevienen son cambios, a veces radicales, en nuestras circunstancias vitales, vemos con claridad que debemos dejar nuestro actual trabajo, o divorciarnos, o cambiar de ciudad o país. A veces, cuando nos negamos a deternos por muy tensos y atormentados que sean nuestros días, lo que sobreviene es un accidente, o una enfermedad paralizante, y entonces ya no hay más remedio que pararse de verdad. Detenerse ya no es opcional. Y así, no pocas veces, accidentes y enfermedades, se convierten para muchas personas en oportunidades de oro, en motores de cambio y desarrollo espiritual. No obstante, muchas veces, al detenernos y encontrar la paz en nuestros corazones nada cambia en apariencia, seguimos haciendo lo mismo de siempre en el mismo lugar, pero el cambio se ha producido dentro y nos sentimos diferentes, más integradas y armoniosas en el mismo medio, sencillamente dejamos de luchar contra la realidad y una sensación de gozo interno impregna las acciones más sencillas y cotidianas. Luego, tranquilamente, aparecen personas que nos llenan y satisfacen, gente a la que amar y de las que recibir un amor sereno y reconfortante. Por otro lado, la paralisis que resulta de los estados temerosos, sólo se rompe a través del movimiento y por propia voluntad. Si estamos cagados de miedo, bloqueados o simplemente apáticos, según el grado de paralisis, la forma más sencilla de acabar con el maleficio es levantarse y ponerse las pilas. Personalmente, he desarrollado una forma de auto-coaching que te saca en un periquete de la inmovilidad y la inopia. ¡Haz una lista! O mejor, ¡haz dos listas! Primero aclárate, haz una lista con las cosas que te gustaría hacer, cosas que te hagan mucha ilusión y que te motiven. Es como frotar la lámpara maravillosa, pide por esa boquita y no te cortes, en esta lista el requisito indispensable es este: NO PONGAS LÍMITES A TU CORAZÓN. Escribe tus metas sin ponerte límites, como si todo fuera posible, ¡sueña a lo grande! Después haz la segunda lista, que es la de concretar. Hazlo del siguiente modo. De la lista de sueños y metas elige una sola cosa, la que te resulte más alcanzable o realista, esto te hará concretar y no quedarte en los mundos de los sueños, fantaseando con todas las cosas maravillosas que podrías hacer. Luego de concretar qué sueño o meta vas a materializar elabora una segunda lista con todas las acciones que piensa que podrías emprender para alcanzarla, aquí el enfoque es precisamente el contrario que el de la primera lista, la cual es expansiva, aquí tenemos que tener en cuenta los límites. Puedes preguntarte ¿qué podría hacer que no esté haciendo ya con mis medios y circunstancias actuales? Es decir, no pienses en lo que harías si tuviese un millón de euros en el banco o si fueras diez años más joven. Donde estás ahora, y con lo que tienes ahora, ¿qué pasos podrías estar dando, con quien podrías hablar, qué acciones podrías emprender, o que podrías dejar de hacer que te esté impidiendo hacer eso que quieres? Quizá la lista de cosas que YA puedo hacer se resista al principio, pero con aunque tu lista sea corta pasa inmediatamente a la siguiente fase: ACTÚA. Déjate de rollos y pontes las pilas, si las cosas no salen cómo tu pensabas o te llevan por otro camino, sé flexible y sigue adelante, preocúpate tan sólo del paso que estás dando ahora, no de los siguientes mil paso, ve tachando cosas de tu lista y ábrete a lo que venga. Si esto no te saca la caraja de encima siempre puedes pedir ayuda profesional (aquí tienes una buena opción si buscas un coaching bastante yóguico: ATRÉVETE AL CAMBIO)
En la práctica del yoga, encontramos que la quietud y el movimiento se interpenetran armoniosamente. Cuando nos aquietamos, todo aquello que se mueve se hace muy evidente, el movimiento que produce la respiración, la propia vibración que genera un cuerpo vivo, la agitación de la mente, las emociones, se percibe muy bien que nada es estable. Nada excepto la propia quietud donde todo movimiento y toda agitación tiene lugar. Luego, cuando nos movemos, por ejemplo haciendo una simple flexión hacia adelante, exhalando, encontramos también la quietud dentro del mismo movimiento. La mente se aquieta cuando el movimiento es armónico, esto es tranquilamente conectando con la respiración y respetando nuestros límites anatómicos. De modo, que en la quietud encontramos movimiento y en el movimiento nos aquietamos, y se produce, naturalmente, una sensación de bienestar y profunda calma. A veces la agitación es mucha, y la tensión no se libera tan pronto como quisiéramos, pero, por lo general, en el transcurso de una sola sesión, si hay voluntad y entrega, se conecta el movimiento con la respiración y dejamos que el cuerpo se manifieste y se mueva libremente, la recompensa en forma de alivio y sosiego no se hará esperar. Ojalá todo fuera tan sencillo como el yoga, tan simple y tan directo. Aquí no hay nada que analizar, tan sólo moverse, respirar, sentir, eso es todo. Un día y otro y otro también, y todo se va poniendo en orden. No sé si el yoga puede resolver todos nuestros problemas, pero desde un punto de vista holístico sólo existe un problema y sólo existe una solución. El problema es este: el MIEDO que surge de sentirnos separados y desconectados del mundo así que como de nuestro verdadero ser. La solución: AMOR, conexión, unidad= YOGA. Eso es todo: Practica.
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