Revista Arte

Atacama. los dos grados de la discordia

Por Desdelaterraza
   No había transcurrido medio siglo desde que las nuevas naciones   americanas iniciaran su propia existencia independiente de España, cuando comenzaron a surgir problemas fronterizos. Pronto se vio que la paz en el continente no se había alcanzado con la victoria sobre los españoles en Ayacucho, y que las aspiraciones de los nuevos territorios iban a producir discusiones separatistas y fronterizas, cuando no fratricidas luchas por el poder.
   Aunque Bolivar era partidario de una gran nación, la Gran Colombia, en 1825, accediendo a los deseos del general Antonio José de Sucre, permitió el nacimiento de un nuevo país que llevara su propio nombre y al que permitió tener una salida al Pacífico, sin considerar los lindes vigentes en 1810, durante el tiempo de la colonización  española.
   Esos lindes establecían la raya que separaba Chile de Perú en el río Loa. Ahora, al nacer el nuevo Estado de Bolivia, esa línea, de modo muy impreciso, era una franja de tierra yerma, la nueva provincia boliviana litoral de Atacama que separa aquellos dos países que, sin ser reconocida, tampoco supone mayor oposición al ser aquella desértica región de Atacacama tierra desnuda, de vida imposible, el lugar más desolado y seco del planeta. Un lugar en el que llueve una vez cada veinte años, un lugar en el que no hay animales, no hay árboles, no hay vida, pero sí salitre. Y será éste, cuando al descubrirse en los años cuarenta la valiosa costra que cubre el desierto, objeto de codicia de todos, de disputas fronterizas al principio, de compromisos incumplidos después y de una guerra al fin.
   En 1856 Chile y Bolivia inician conversaciones para delimitar la frontera que separa ambos países en el desierto de Atacama, cuya única agua es la salada del Océano Pacífico que lo limita por Poniente.
   En esos negocios están cuando ambos países y Perú se alían contra España. Navegan por aquellas aguas buques españoles en misión científica cuando llegan a ellos noticias de hechos que afectan a súbditos españoles en Perú. Una serie de malas interpretaciones, injustas acusaciones y desairadas respuestas complican las cosas. Un cambio en la presidencia peruana anula el tratado firmado con España, y Chile y Perú declaran la guerra a la antigua metrópoli, que ha tomado las islas Chinchas como medio de presión. Más barcos llegan en apoyo de los españoles, Casto Méndez Núñez gobierna la fragata Numancia. Es enviado para mandar la flota tras el suicidio del almirante Pareja; pero en lugar de arreglarse las cosas, empeoran hasta no tener solución por las palabras.
   “La Reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra" dirá Mendez Nuñez en frase mítica; y se oyen cañonazos que atronan primero sobre Valparaiso en Chile y sobre Cuzco, en Perú, después, en una guerra que no sirvió para nada más que para destruir dos ciudades, llevar a pique algunos buques y dejar cientos de muertos. Terminada por la conveniencia en su frente común con España la alianza entre Chile y Bolivia, vuelven ambos países a negociar sus fronteras en el desierto de Atacama, única salida boliviana al mar, y ahora objeto de codicia por los yacimientos de salitre hallados.
ATACAMA. LOS DOS GRADOS DE LA DISCORDIA

   Bolivia asegura poder acreditar sus derechos territoriales hasta el paralelo 25º. Chile afirma lo mismo hasta el 22º. Por fin alcanzan un acuerdo. Establecen la frontera en paralelo 24º de latitud Sur, y que ambos países se repartirán por partes iguales los derechos de explotación de los yacimientos minerales. Pero el espíritu emprendedor de los chilenos y la fuerza de su capital frente al nulo empuje boliviano y precariedad de su economía, permite que el desierto quede habitado por los primeros, que encuentran nuevos yacimientos, en especial el de Antofagasta, ciudad situada al Norte del paralelo 24º, en la zona boliviana por tanto. A la envidia que esto produce en Bolivia sigue la suspicacia de Chile. La ambigüedad del tratado de 1866 sólo sirve para que las desconfianzas aumenten. Chile, con grandes inversiones en territorio de soberanía boliviana, promueve unas nuevas negociaciones. Finalmente se llega a un acuerdo. A cambio de la renuncia definitiva por parte de Chile al norte del paralelo 24º, Bolivia se obliga a la congelación de los gravámenes fiscales de cualquier tipo sobre las exportaciones de guano y salitre durante veinticinco años, hasta 1899.

   Tampoco Perú, antiguo aliado frente a los españoles en 1866, queda al margen del asunto. Limítrofe su Sur con el desierto de Atacama, ve con preocupación la expansión de las empresas chilenas por el desierto, que suponen un serio rival a sus propias exportaciones de salitre, pues agotándose los yacimientos de guano de las islas Chinchas, las mismas ocupadas por los españoles en la guerra común, se dedica la explotación de su salitre en el continente. Mas los excesivos impuestos lo hacen poco competitivo. Un impuesto al salitre de Atacama exportado por Chile sería un salvavidas para Perú, que anima al gobierno boliviano a ello. A Bolivia le agrada la idea, está empobrecida, su gente protesta, pero Bolivía sola no tiene fuerza, y tiene un compromiso que debe cumplir durante 25 años.
   El 11 de febrero de 1878, tras firmar secretamente un tratado defensivo con Perú, Bolivia aprueba un decreto que impone un impuesto de diez centavos por quintal de salitre exportado, contrario a lo pactado en el artículo 4º del Tratado de 1874. Chile protesta. Las conversaciones duran varios meses. Fracasan. En octubre Bolivia ratifica el decreto, que decide aplicar con efectos retroactivos. Reclama cuatrocientos cincuenta mil pesos de atrasos y fija para el 14 de febrero de 1875 el plazo para dicho pago, advirtiendo que de incumplirse sus exigencias las minas de los empresarios chilenos serían requisadas. La respuesta es inmediata. Chile moviliza su ejército y su escuadra se hace a la mar.
   Como el Tratado de 1874 contemplaba en caso de divergencias entre ambos países la mediación de un tercero neutral, Bolivia propone el arbitraje de Perú, mas pronto se descubre la parcialidad peruana y Chile denuncia el Tratado, reivindica la frontera anterior al mismo y envía tropas que toman Antofagasta. La guerra ya resultaría inevitable y el conflicto fronterizo, aun terminada la guerra, sin resolver.Licencia de Creative Commons

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