Revista Cultura y Ocio

Atahualpa: El último rey inca

Por Joaquintoledo

En 1525 el Inca Huaina Cápac muere en Quito de una extraña enfermedad, al parecer viruela, traída ya por los europeos que andaban merodeando el norte del continente desde hacía unas décadas. A esto siguió también su hijo Ninan Cuyuchi, quedando Huáscar en Cusco, y Atahualpa en Quito como sobrevivientes. Por ser el último el mayor, le correspondía el trono, empero, la nobleza cusqueña tradicional, celosa de los quiteños, decide entronar a Huáscar como el nuevo sucesor del Inca. Las cosas marchan  peor cuando  el cuerpo del padre fallecido llega  a Cusco en forma de momia, pero sin Atahualpa. Él estaba ya organizando la guerra civil que se avecinaba desde la fracción norte del imperio con capital en Quito y cuya principal y favorita ciudad era Tumipamba.

La guerra civil y la llegada de los castellanos

La guerra tardó un par de años en estallar, casi media década. Huáscar tenía ya gran ventaja pues gran parte del vasto imperio, más del 80%, era suyo, sin embargo, su ejército adolecía de no tener experiencia. Atahualpa no perdió la cordura y según las fuentes lo reconoció desde Quito. Ahora no se sabe si fue por hipocresía o por verdadera convicción, pero Huáscar le respondió ejecutando a los mensajeros que traían regalos. Esa fue la gota que derramó el vaso, pues Atahualpa no marchó a Cusco. Eso sería para él la muerte.

Atahualpa: El último rey inca

A continuación, los hechos registrados por los cronistas se ven mezclados con un poco de misticismo incaico. Resulta que Huáscar tenía a los cañaris com aliados, leales a él, en el mismo territorio de Atahualpa, los que consiguen hacer prisionero a este último, según algunos por sorpresa, según otros en una batalla. Preso, Atahualpa no mucho después es liberado por los suyos. Fue encerrado en una habitación sin comunicación con el exterior mientras se celebrara la victoria, empero, recibió ayuda divina y se convirtió en una serpiente escabulléndose por las rendijas. Expandió el mito por el imperio generándose gran apoyo y se le consideró el verdadero elegido por los dioses.

Ahora le tocaba vengarse de sus enemigos, volviendo a Tumipamba y reduciéndola a escombros, para que nadie más osara rebelársele o unirse a Huáscar. Así pasó meses dominando a todos los rebeldes en el norte con un ejército de al menos 100 mil soldados. Luego pasó al territorio costeño del actual Perú, donde fue sometiendo a sus pueblos mediante las armas o la diplomacia. La Guerra había empezado, ya, era 1529.

Al año siguiente, Huáscar empieza a juntar soldados y llegó a la cifra de 30 mil, siendo bastante inferior a la de su hermano. Iban al mando de Atoc y el objetivo era llegar a Quito. No se sabe mucho acerca del enfrentamiento y esto es motivo de discrepancia entre historiadores, lo que sí se sabe es que al menos el primer combate perteneció a Huáscar aunque Atoc, su general, cayó en combate. Poco después el bando de Atahualpa devuelve el golpe y le otorga una dura derrota a Huáscar. Los pocos generales buenos que le quedaban fueron apresados y ejecutados. Tuvo que esperar hasta el año siguiente para reanudar la ofensiva, sin embargo, Atahualpa era superior en hombres y experiencia y lo derrota hasta en dos batallas siguientes. La batalla de Cusibamba fue una de las más decisivas de todas. Aún se estaba lejos de Cusco, muy lejos, pero el ejército de Atahualpa era casi indetenible. Mientras los de Huáscar retrocedían, Atahualpa ordenaba acabar con todos los antiguos aliados de su hermano llevando una cruel guerra de exterminio.

Muchas ciudades quedaron en ruinas, como la de Tumbes. Así, Atahualpa se fue acercando a las lejanas tierras de Cajamarca, famosas por un territorio “puente” entre las sierras y una selva montañosa. Allí en Cocha-Huailla, el ejército de Huáscar respaldado por los Chachapoyas, salen a combatir a los de Atahualpa, pero son cruelmente derrotados, muriendo casi 5 mil de los 10 mil Chachapoyas. Luego de esto Atahualpa ingresa a Cajamarca y dirige los ataques en Pumpu y Hatun Xauxa (actual ciudad de Jauja en el departamento de Junín). A propósito de este último lugar, ubicado en una meseta, es memorable pues allí Huáscar y Atahualpa pelearon una de las batallas más sanguinarias de la historia de los Incas. Según algunos cronistas, al terminar el combate, sobre el suelo yacían unos 150 mil soldados. Si bien Huáscar era derrotado continuamente, recibía ingentes refuerzos de las tribus que simpatizaban con él y provenían de todas partes del imperio.

Ahora sólo quedaba el avance final. El resto de enfrentamientos fueron desesperados para Huáscar e increíblemente logra ganarlos en Tahuara. En la batalla del río Cotabambas Atahualpa es derrotado y obligado a marcharse, cuando ya se creía que irrumpiría en el Cusco; aunque devuelve el golpe poco después. Ante esto, Huáscar ya no podía suplir las pérdidas, y es capturado luego de ser derrotado en la batalla de Quepaipa. Las restantes fuerzas de Huáscar son derrotadas en la batalla de Huancapampa.

Prisión y muerte de Atahualpa

Pese a que Huáscar fue trasladado descalzo ante su hermano, éste le perdonó la vida y prefirió mantenerlo prisionero. Había ya escuchado los rumores de los hombres blancos que andaban en grandes bestias que expulsaban bolas de fuego. ¿Se trataba de Viracocha? Durante su cautiverio, Huáscar fue humillado y maltratado.

Atahualpa acepta ser bautizado, sin tener en claro cuál era la diferencia. Inmediatamente después, el Inca es hecho prisionero y en seguida todo el Ejército Imperial se viene abajo luego de luchar timidamente a causa de las bestias y las armas de fuego que tanta impresión causaron en ellos. El conquistador Francisco Pizarro lo tuvo prisionero durante algún tiempo pues no le convenía desorganizar al imperio porque quería hacerse con el poder total lo más disimuladamente posible, al menos hasta llegar a Cusco. Sin embargo, antes que eso suceda y temeroso de que Huáscar pacte con los españoles, Atahualpa ordena la ejecución de su hermano (además exige que le traigan su cráneo bañado en oro para ser usado como vasija). Se había ofrecido ya un rescate basado en habitaciones llenas hasta donde alcanzara su mano, dos de plata y una de oro.

Cuando Francisco Pizarro se entera de lo sucedido la presencia de Atahualpa le resulta incómoda así que decide deshacerse de él. Atahualpa es acusado de herejía, idolatría, adulterio, además de fratricidio. El acusado reclama no ser incinerado, debido a su linaje solo podía ser momificado, conservado y venerado en una panaca. Los españoles aceptaron bajo la condición de que sea bautizado a lo que Atahualpa acepta, dándosele el nombre de Juan Francisco. Acto seguido, la pena se cambió por la de ahorcamiento. Según el calendario de los españoles, la ejecución se llevó a cabo el 26 de julio de 1533.


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