Revista Política
El resultado global de las elecciones autonómicas del País Vasco, contrariamente a las gallegas, se inscriben en lo esperable y casi en lo deseable. La victoria con mayoría relativa del PNV devuelve a esta fuerza al protagonismo institucional del que se ha visto privada en los últimos años. Para los nacionalistas de derechas vascos gobernar en Vitoria es lo natural, y su condición de fuerza "moderada" le permite abrir juego en todas las bandas. De los 400.000 votos que tuvieron hace tres años los peneuvistas han perdido apenas 17.000, a pesar del presunto vendaval abertzale que ha supuesto la irrupción de Bildu, la nueva marca política de ETA.
De hecho y aunque lo sensato ahora sería el intentar cerrar un pacto de gobierno del PNV con los socialistas vascos, fórmula largamente probada anteriormente y con éxito por otra parte, el reparto de escaños y sobre todo el estado anímico de la sociedad vasca le permiten al PNV pactar a la carta y de modo puntual con quien quiera. Lo más probable es que el PNV vuelva a ofrecerse simultáneamente al Gobierno de Madrid como freno al abertzalismo proetarra y a éste como baluarte frente a la "españolización" de Euskadi; si además es capaz de "venderle" al PSE cierta contención en los recortes sociales que a buen seguro emprenderá el nuevo Gobierno vasco en cuanto se constituya, Urkullu puede abrir una larga etapa de hegemonía peneuvista en el Parlamento de Gernika y sobre todo, de control del Gobierno radicado en Vitoria.
Para el PSE por el contrario comienza un tiempo de ajuste de cuentas interno, en el que no es descartable incluso que se produzca alguna escisión. Resulta inevitable la renovación del equipo dirigente, y la salida de Patxi López rumbo a Madrid se da ya por cantada. Quién le sucederá está por ver, aunque el número de posibles candidatos no sea muy grande. Quizá Eduardo Madina, o el sempiterno Ramón Jáuregi. Lo cierto es que el PSE ha pagado muy caro y con razón, el extravagante pacto de gobierno de la pasada legislatura, durante la cual gobernó en minoría metiéndose en la cama parlamentaria con el PP; la broma le ha costado al PSE un tercio de sus votantes de 2009, pasando de 300.000 a 200.000 votos.
El PP por su parte pierde apenas unos miles de votos, pero retrocede fuertemente en escaños (de 13 a 10) al disminuir la participación general, especialmente en los núcleos donde este partido cuenta con más apoyos, en tanto aumentaba de manera significativa en los territorios de mayor influencia abertzale. Como opción política la derecha española en Euskadi no tiene ningún futuro, y solo cabe esperar su progresiva radicalización -aún más- hacia la extrema derecha española y españolista.
Izquierda Unida por su parte desaparece del Parlamento vasco, al desertar hacia la abstención sus votantes tradicionales -su base obrera- y hacia Bildu aquellos nacionalistas vascos "de izquierdas" a quienes en los últimos años pretendía captar la coalición que lidera el PCE. Un disparate en suma, que debería servir de aviso para navegantes a sus homólogos catalanes de ICV-EUiA, empeñados en mostrarse más nacionalistas que ERC, a quien pretenden disputar una hipotética bolsa electoral compartida (!), para perplejidad de sus votantes de siempre.
Caso aparte es el de Bildu, la marca sucesora de Herri Batasuna y último -por ahora- buque electoral fletado por ETA. Si alguna virtud ha tenido el proyecto de Bildu ha sido la de lograr embarcar en él a un partido tan respetable desde el punto de vista de la moderación burguesa como EA, la escisión del PNV que liderara en su día el ex lendakari y multimillonario consorte -está casado con la propietaria de Conservas Mina- Carlos Garaicoetxea. Así, EA ha sido la puerta de entrada de los proetarras hacia la "normalización" de relaciones con el mundo empresarial vasco, al que durante décadas ETA ha coaccionado y extorsionado; cosas veredes amigo Sancho, como decía el Ingenioso Hidalgo.
No es moco de pavo tampoco para Bildu el haber acabado de un plumazo con todos los proyectos de "abertzalismo democrático" no controlado por ETA, cual fue el impulsado por Aralar, y también con los de otras formaciones menores por el estilo; todos han acabado de grado o por fuerza en Bildu, y el que ha pretendido ir por libre en estas elecciones (algunos "verdes", por ejemplo) se ha estrellado. Así, Bildu ha conseguido en este viaje reinar de modo absoluto en todo el nacionalismo vasco que no sea PNV.
La movilización electoral de los proetarras ha sido realmente grande, pero su éxito tampoco ha sido lo espectacular que nos intentan vender ahora. En estas elecciones Bildu ha logrado 270.000 votos, rompiendo aparentemente el techo de las consultas anteriores a la ilegalización de Herri Batasuna. En esas anteriores consultas la marca proetarra solían obtener entre 120.000 y 170.000 votos. En 2012 Bildu se ha limitado a recuperar de la abstención los 170.000 votos que Herri Batasuna tenía en sus buenos tiempos, y sumarles los 100.000 que obtuvieron EA y Aralar en 2009. Es decir, el mundo abertzale está donde estaba, solo que ahora todos juntos y bajo una única bandera. Pero en realidad no han conseguido avanzar un milímetro más allá de ese círculo.
Por tanto el problema es por el momento limitado, y menor de lo que unos y otros pretenden hacernos creer. Hay que saludar de todos modos el que por fin, esta gente se decida a hacer política en vez de apoyar el crimen como forma de expresión, aunque tampoco cabe hacerse muchas ilusiones respecto a su capacidad para manejarse en términos de democracia representativa (véase el acoso escuadrista a Patxi López en el momento en el que éste y su mujer iban a votar). Podría decirse de ellos que Atila y sus hunos han vuelto a Gernika, pero que esta vez hay ciertas posibilidades de que se comporten de modo civilizado y no acaben intentando cortarle el cuello al resto de gente que tomará asiento a su lado en el Parlamento vasco. Veremos.