Carlo Padial ha decidido volver a hacer otra película para minorías, basadas en las aventuras de los talleres literarios y con Miguel Noguera al frente. Es imposible no hace un símil entre esta, la nueva comedia española nacida al amparo de internet, y la comedia de Louie C.K., teniendo como eje central al mismo tipo de personaje, un hombre que duda demasiado ante la vida y que ha dejado de adaptarse a ella para ser un outsider, y cuando lo normal hubiera sido adaptarse y conformarse frente al maremágnum ‘modernuki’ que nos rodea, decide hacerse a un lado y hacer ver que los raros son los otros.
Protagonizada por Miguel Noguera, cómico ‘especial’ famoso en ciertos círculos por su ‘Ultrashow’, que intenta levantar una película a la deriva, pero que se ve ahogado por los múltiples y continuos tartamudeos que te sacan constantemente de la historia en sí, descolocándote y haciéndote dudar de si lo que ves es una persona insegura o la mejor/peor imitación de Woody Allen desde que Will Ferrell en Melinda y Melinda.
Poco más puedo añadir de una película que me tenía intrigado a raíz del primer trabajo de su director, Mi loco Erasmus, dónde demostró que los antihéroes cómicos también pueden funcionar siempre que estén en entornos creíbles, con secundarios creíbles, aunque lo que hagan sea algo totalmente alejado de esa normalidad, cosa que no funciona en Taller Capuchoc por la multitud de chistes sin sentido y tirados con dardo a todos aquellos que viven de la cultura de un modo u otro, pretendiendo ser más un alegato del ‘no, ese tipo de cultura es caca, la nuestra es mejor’ más que una comedia con crítica social.
Hagamos especial mención a la edición de la película, ya que plantea un juego hasta ahora poco visto, alejándolo de la comercialidad pero también de ese cine de arte y ensayo, llegando a ver lo que pasaría si un programa de edición tuviera un hijo con un power point de fotos bonitas.
En definitiva, una película, principalmente, apta para amantes de la comedia de internet que se hace ahora en este país, el resto tendremos que conformarnos con escribir tweets mamarrachos sobre pedos y tetas, que se ve que es para lo que hemos nacido.