Título original: The Killing (1956).
Duración: 83 minutos.
Director: Stanley Kubrick.
Reparto: Sterling Hayden, Coleen Gray, Elisha Cook Jr, Timothy Carey, Joe Turkel, Tito Vuolo, Dorothy Adams y Herbert Ellis, entre otros.
Guión: Stanley Kubrick (Novela: Lionel White. Diálogos: Jim Thompson)
Nacionalidad: EE.UU
Puede que usted se haya reprimido a la hora de ver una cinta de Kubrick, y le doy toda la razón, es posible que huyera del surrealismo de la Naranja mecánica (1971), de la a veces tediosa 2001: Una odisea en el espacio (1968) o que le horrorizaran las tramas psicosexuales de Eye Wide Shut (1999), todo eso se lo perdono e incluso me siento identificado con usted.
Ahora bien, este director filmó tres de las mejores películas de la historia del cine: La joya del cine bélico: Senderos de Gloria (1957), el legendario Peplum: Espartaco (1959) y una de las cintas más recordadas del género negro: Atraco Perfecto (1956). En definitiva, un esencial trío de ases de incuestionable brillantez.
En este caso, nos vamos a centrar en la última de las películas que se acaban de nombrar.
Los ingredientes de los clásicos negros, en ella aparecen con claridad: una femme fatal, un clima social enrarecido, unos agentes de la ley un tanto corruptos y unos personajes de difuminadas intenciones.
Sin embargo, lo que resalta en realidad de esta película se aleja del patrón original: la capacidad del director capacidad para involucrarte con el guión, sentir la ingenuidad de sus personajes, permanecer dentro de sus sueños o intentar aplacar lleno de ira a todo aquel traidor, sátrapa o policía que intente entrometerse en el ideal y noble cometido del robo, representan a la postre su extraordinaria imaginación.
Las interpretaciones magníficas de Sterling Hayden y Elisha Cook Jr., como un fiel retrato de perdedores, derrotados y vencidos en la única oportunidad que pareció haberles ofrecido, sus más que tediosas y patéticas vidas se presenta muy cercana al virtuosismo. Y un final que quizás a cámara lenta, sea uno de los más descorazonadores retratos de la desolada mirada de un soñador de vuelta a su amarga realidad, le otorgan un calificativo de obra maestra que escasas voces han dudado en secundar.