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ANIVERSARIO
Fuente: Gisela Ostwald (dpa)
Nueva York, (dpa) - Daniel Libeskind es considerado el filósofo entre los arquitectos. Sus ideas son audaces, ricas en simbolismos y emociones. Este jueves, 12 de mayo, el arquitecto estrella, urbanista, diseñador de casas prefabricadas, profesor invitado y director de ópera cumplirá 65 años.
La simbología es una constante en su obra: El diseño para el Museo Judío en Berlín, con el que cimentó en 2001 su fama mundial, se asemeja a la Estrella de David desdoblada. También la altura de su planeada "Freedom Tower" en la Zona Cero en Nueva York, de 1.776 pies (553 metros), debía recordar el año en el que Estados Unidos declaró su independencia. Y en el Museo Histórico Militar de Dresde, en Alemania, una enorme cuña de acero y vidrio estimula a pensar sobre la violencia organizada.
Libeskind aprendió temprano a dar alas a sus sentimientos. "Ten confianza en lo invisible", le inculcó su padre.
Poco después del Holocausto, el pequeño Daniel Libeskind, quien nació en un gueto judío en la ciudad polaca de Lodz, se ocupó y cuidó las tumbas de los familiares y amigos de la familia muertos. Esta experiencia traumática le enseñó "a sentir el impresionante vacío que crece por la pérdida de tantas personas", dijo el arquitecto.
Y lo predestinó a diseñar el Museo Judío en Berlín y también su ampliación, el Museo Judío Contemporáneo en San Francisco, el Museo Felix Nussbaum en la ciudad alemana de Osnabrück y el nuevo edificio universitario en Luneburgo, también en Alemania.
Libeskind dejó su sello en muchas metrópolis: Londres, Manchester, Dublín, Copenhague, Varsovia, Tel Aviv y Singapur. Sólo rechaza una y otra vez trabajos en Pekín, por las violaciones de los derechos humanos.
El arquitecto evoca constantemente el peso de la historia en sus obras. En su autobiografía "Breaking Ground" calificó de "diseños de su vida" la reconstrucción del World Trade Center en Nueva York, destruido en los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Como uno de los arquitectos que viaja alrededor del mundo, Libeskind trabaja constantemente en al menos tres decenas de proyectos al mismo tiempo. Su esposa Nina -"mi colaboradora más fiel y el amor de mi vida", afirma- está siempre con él y lo aisla, cuando es necesario. La pareja está casada desde hace cuatro décadas, tiene tres hijos y vive en Manhattan.
Libeskind, de constitución pequeña y vigorosa con gafas a lo Elton John, es un eterno optimista. "Uno puede ser melancólico como músico y componer en tono menor, explayarse como escritor en aspectos trágicos y como cineasta dejarse llevar por la desesperación", indicó. "Pero como arquitecto uno no puede ser pesimista". Esta es su filosofía.
La vocación por la arquitectura no la tiene desde nacimiento. Hijo de un pintor y tipógrafo, llamó la atención en Israel como talento musical infantil. Libeskind quedó ligado a la música y puso en escena varias óperas. Era un adolescente cuando la familia se mudó de Israel a Nueva York y se radicó en Bronx.
Tras décadas de arquitectura puramente "académica" en la mesa de dibujo, Libeskind tenía 52 años cuando llevó a cabo su primer proyecto. "Vivo mi vida al revés, comienzo con la parte lenta y me hago cada vez más activo con la edad", indicó al respecto.