Algunas mañanas cuesta levantarse para ir a trabajar. Después de más de treinta años, nada debe ser nuevo. Todo controlado, dominado... Nada me saca de mis casillas, nada me sorprende. Tengo soluciones y respuestas, siempre, para todo. ¡Soy un excelente trabajador!
¡Ah! Debo decir que soy profesor de enseñanzas medias y todo lo anterior es mentira.
Cuando un trabajoo gira en torno a las personas, no hay nada permanente, casi nada en lo que basarse en el pasado para resolver el presente.
La vida humana evoluciona de tal modo que nada es válido en cuanto pasa el tiempo, poco tiempo. El "nada es, todo cambia" es más actual a medida que la humanidad envejece.
Y como profesor, cada día estreno trabajo. Esta ocupación es la más variada del mundo. Ni la de un artista o profesional liberal debe afrontar tantos cambios, instantáneamente...
A lo largo de los años, la docencia ha cambiado.
La profesión del docente es cruel con él mismo. Siempre he dicho: "En el aula, el único que envejece es el profesor. El alumno siempre tiene la misma edad"
Y es cierto, cada año tú tienes una año más y los alumnos te llegar con la misma edad que los del año anterior
Esto exige al docente una gimnasia mental, psicológica, de innovación para estar al día como profesional de la enseñanza y persona dentro del aula... En pocas profesiones se exige tanto.
Sin embargo, algunas cosas, siempre valen. Relacionadas con las emociones
En el aula cada día hay un enorme conjunto de emociones, positivas y negativas.
El que existan o no existan, no definen al profesor, pero sí a la persona que está dentro de él:
Hoy en día se habla muy poco en las aulas de la palabra alegría. Al docente se le exige disciplina y esta permite pocas alegrías. Para mí es una emoción que se debería potenciar al máximo porque tiene un efecto tremendamente contagioso. No es fácil, prero creo que hay que tener la determinación y la voluntad para enseñar con y desde la alegría, porque es capaz de crear estados de ánimos que aumentan la predisposición al trabajo y al prendizaje.
Como la alegría, la tristeza también es altamente contagiosa. Esta claro que no fácil separar tu vida personal de la profesional. Una sesión lectiva implica estar al 100% en todos los sentidos.
Creo que si estás triste, no dees ocultarlo. Yo no lo hago, al menos. Reconocerlo frente a mis alumnos no me ha hecho más débil, pero sí más humano. No es una acto de debilidad; es un acto de sinceridad. El alumno empatiza fácilmente con el docente. Aumenta la comunicación.
Hay quien opina que es mejor enfrentarte a la tristeza verbalizándola antes que ocultándola.
Tabú para mucho profesores. Me refiero a enseñar con miedo. Muchos docentes viven una sesión lectiva desde esta emoción y es algo que se debe combatir desde el primer momento.
Es probable que enfado esté relacionado con autoridad. Se puede entender que la impartición de una sesión lectiva desde el enojo aumenta la autoridad. Cada vez que me he enfadado de verdad en clase me he sentido lejos de mis alumnos y con menor autoestima.
Vinculada a la infancia y a la inocencia. Hay que potenciar en el aula el factor sorpresa porque es un recurso altamente efectivo para captar la atención y aumentar la concentración de tus alumnos. Crea expectativas mejora el clima del aula.
Dificultad: ¿Cómo crear espectativas y sorpresas durante todo el año?
Sentimiento negativo que sí existe en el aula. Probablemente es el sentimiento con el que más podemos marcar el futuro de nuestros alumnos.
Puede existir aversión en el trato que doy a mis alumnos, o en la forma que trato a mi asignatura. Sentimiento, probablemente, inconsciente. Curación: tolerencia, normas, prejuicios... en lo personal y en lo profesional.
Calided, calma, gratitud, expresión facial, lenguaje no verbal, sonrisa, apertura de brazos, reconocimiento, personalización, enfoque a la persona...
¡Dios mío! Qué profesión más difícil pero más bonita me has dado!