
Un desarrollo personal es un trabajo de fondo. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad “resultadista”y olvidamos que al igual que llevamos toda la vida cargando lastres y sobreviviendo voluntariosamente, también el cuerpo necesita su tiempo para aflojar la tensión y entregarse a las emociones. Y no, no es un camino de rosas.
Vivimos en un mundo en el que queremos obtener resultados cuanto antes, y más aún si estamos pagando por algo. Esto ha hecho que el desarrollo personal y muchas de las disciplinas que puedan facilitarlo hayan quedado desvirtuados. Si, está claro que lo que le funciona a uno no tiene porque funcionarle a otro, pero quizás sea una cuestión de tiempo. Y tiempo, parece ser, que disponemos de poco (O de paciencia, según como se mire). Me pasa a menudo que vienen personas a mis clases y luego no repiten. Casi siempre suelo dividir los talleres de bioenergética en dos partes: La primera dedicada a los ejercicios corporales, destinada a aumentar la consciencia corporal y que junto con una respiración profunda puede ablandar las tensiones, o empezar a hacerlas conscientes (de hecho, lo más normal es que, dependiendo de nuestro estado anímico, estas estén más o menos presentes, pero a menudo no relacionamos una cosa con la otra hasta que no empezamos a trabajar el cuerpo conscientemente). En la segunda parte del taller se ofrece la posibilidad de hacer un trabajo personal (en un taller de dos horas, por ejemplo, trabajaría una persona del grupo). Mientras alguien se anima o no, se comparten opiniones sobre desarrollo personal y el trabajo con las emociones, qué nos ha llevado al taller, etc.


La Bioenergética no hace milagros, no es la panacea, caray. Pero una práctica continuada, junto con el análisis de la historia personal y la ayuda de otras disciplinas en una psicoterapia integrativa, pueden allanar el camino hacia el encuentro consigo mismo.

Sea como sea, un desarrollo personal sirve para ver cómo podemos hacerlo mejor con lo que tenemos. Dejar de luchar no es fácil, pero la recompensa de conocerse a sí mismo trae consigo el fin del sufrimiento junto con la aceptación de quién se es, la posibilidad de una vida más rica y auténtica. Desde luego que no es un camino de rosas, hay momentos en los que no queda más remedio que adentrarse en los infiernos personales y revivir situaciones vitales dolorosas que nos llevan acompañando mucho tiempo hasta integrar y comprender.
