Revista Arte

Auschwitz: un conocimiento inútil

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Debemos celebrar la reciente publicación Ninguno de nosotros volverá y Un conocimiento inútil, que Libros del Asteroide saca a la luz en un solo volumen, después de que el año pasado Club Editor entregara al lector La mesura dels nostres dies (La medida de nuestros días), en catalán.

Los tres textos conforman la trilogía Auschwitz y después. Club Editor acaba de editar también los otros dos para el lector en catalán. Y, si bien el primer texto que escribió forma parte del primer libro publicado por Club Editor, La mesura dels nostres dies, que da cuenta de la liberación del campo y la vuelta a su país, que la autora francesa comenzó a escribir en Lausana en 1946, la versión definitiva del volumen -la parte más extensa- adoptó una forma muy diferente, ya que incluye las impresiones de los diversos encuentros con sus compañeras muchos años después. Así, la lectura que yo recomendaría para seguir la cronología de los hechos sería Ninguno de nosotros volverá (Gonthier, 1965), Un conocimiento inútil (Minuit, 1970) y La mesura dels nostres dies (Minuit, 1971), si el lector puede abordarlo en catalán. Fue la propia autora quien quiso retrasar la publicación de sus libros para facilitar su perspectiva histórica.

Ninguna herencia es más de agradecer que el legado de estos testimonios, los cuales, en primera persona y desde el fondo del abismo insuperable, nos permiten intuir, aunque sea de lejos, los sufrimientos que un ser humano es capaz de infringir a otro de manera arbitraria y caprichosa. Y el horror es tan indescriptible que quienes lo sufrieron en carne propia temían que nadie les creería si lo contaban.

Ninguna palabra de esta reseña puede sustituir las de los textos que Delbo nos entrega como legado y que es urgente y necesario leer. Porque su lectura es quizás -sólo quizás- la semilla que alimente la esperanza de que este horror no se repita.

Ninguno de nosotros volverá y Un conocimiento inútil -títulos inspirados en Claudel y Apollinaire respectivamente-, escritos con tiempo de distancia después de los hechos vividos, recupera para el público lector las vivencias de la reclusa, quien, en primera persona y a menudo en tercera, como observadora de los acontecimientos, revive en el recuerdo los hechos para entregarlos a la posteridad y liberarse ella misma.

Iniciamos la lectura con la llegada a Auschwitz, acompañando la trayectoria de la autora hacia aquel infierno. El primer capítulo, Calle de la llegada, Calle de la salida, ya anuncia la progresiva deshumanización a que serán sometidas las prisioneras y la perfecta organización de la industria de la muerte que se practicaba en Auschwitz. A pesar de los temores que abrigaban las personas transportadas, nunca hubieran podido imaginar lo que les esperaba en realidad. Lo da a entender la autora en las primeras páginas: "Han llevado a los niños porque no se podían separar de ellos para este viaje. Los que tenían oro la han llevado porque creían que les podría ser útil. Todos han llevado lo más valioso que tenían porque no se puede dejar atrás lo más valioso cuando te vas lejos". Hay en esta descripción, implícita, una esperanza de futuro. Y es seguro que los padres no se hubieran llevado a sus hijos si hubieran intuido a dónde iban. Llama la atención, en este contexto, que Delbo no haga mención de las familias que, precisamente para salvar a sus hijos se separaron de ellos y los enviaron lejos, dejando atrás "lo más valioso".

Auschwitz: un conocimiento inútil

En los dos textos los capítulos se suceden como cuadros escénicos que anuncian el contenido: Los hombres, El recuento, Un día... El viaje, La salida, La última noche... Asistimos a la vida cotidiana de las presas del campo de exterminio de Auschwitz y, al final, del campo de Ravensbrück y a la liberación.

La reflexión sobre el hecho documento-literatura no puede dejar de plantearse en relación con los textos testimoniales. Si bien la materia narrativa se alimenta de recuerdos y busca plasmarlos de la manera más objetiva posible, es un hecho que hay muchos ejemplos de literatura del holocausto en los que los autores nos han transmitido sus vivencias todo destilando personajes y construyendo "a partir de", es decir, manipulando los hechos vividos, no para desfigurarlos ni deformar la verdad, sino, al contrario, para transmitir mejor y más intensamente la realidad objetiva.

Sin embargo, no es este el caso de Delbo, que no parece proponerse esencialmente ninguna alteración de contenido con finalidad literaria; sí, en cambio hace uso del elemento formal para ponerlo al servicio de la descripción que ella considera más adecuado a los hechos. Es indudable que todo lo que se expresa verbalmente, ya sea por transmisión escrita u oral, está sujeto a una forma estilística que responde al sello personal de quien escribe o habla y pone de relieve su personalidad. Delbo no es una excepción; y esto afecta tanto a la forma como al fondo: Delbo elije algunos rasgos estilísticos como la intercalación de poemas en la prosa (incluso diferentes niveles de sangrado en las líneas escritas en prosa para alcanzar un efecto) o recursos como la enumeración, la repetición, la interpelación recurrente al lector: "Intente mirar. Inténtelo y verá ".

Seguramente la distancia entre los hechos y el recuerdo justifica ciertas contradicciones en los textos, que pueden ser debidas a lagunas en la memoria (p. ej. cuando hablando de las mujeres judías afirma que ellas no llevaban traje de rayas y, más adelante refiriéndose a la Lilly, judía, escribe que ella lleva un vestido rayado, o cuando habla de las mujeres encerradas en el calabozo y después escribe que no conocía a ninguna que hubiera sido encerrada; o bien cuando se refiere repetidamente al calabozo y al dormitorio como si fueran la misma estancia.

El relato de Delbo hace patente, de manera indirecta e inconsciente, situaciones discriminatorias en los campos entre las propias reclusas; ellas reproducen los tópicos más extendidos que las condiciones extremas de reclusión no hacían desaparecer, p. ej. cuando habla de las gitanas.

Los textos de Delbo impactan hasta el tuétano, y es necesario que lo hagan. Solo así, tal vez, podamos aprender. Porque de la experiencia del infierno no se aprende nada -de ahí el título Un conocimiento inútil -. Dice la autora, refiriéndose a los que se salvan de la elección en la estación del campo de exterminio y no entran en él porque son enviados directamente al gas: "Sólo los que entran en el campo saben después qué les ha pasado a otros y lloran por haberse separado en la estación porque ese día el oficial ordenó a los más jóvenes que formaran una fila aparte [...]. Y sienten que hubiera sido mejor no haber entrado nunca aquí y no haber sabido nunca".

Charlotte Delbo

Ninguno de nosotros volverá

Traducido por Regina López Muñoz

Libros del Asteroide


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