Foto: www.las-ventas.com
Escribo el post no sin cierto recelo, porque en esta república bananera llamada España, en cuanto te indignas más de la cuenta (sin pasar por Sol) y sacas a la luz acciones del todo criticables cometidas por la "autoridad", has de echarte a temblar, no vaya a ser que el poder pretendidamente omnímodo del que se agarra a las prebendas que proporciona el cargo empiece a tiritar por falta de palmadas que mantengan su temperatura.Pero es que lo de Julio Martínez, a la sazón presidente de Las Ventas (previo paso por la comisaría de turno, que es, según parece, el único requisito que ha de cumplir la "autoridad" en la primera plaza del mundo), es de escándalo (con permiso de Raphael).
Resulta que quien debe velar por el estricto cumplimiento de la legalidad vigente (entre la que se incluye la libertad de expresión y de información, reconocida en el artículo 20 de la Constitución Española, que creo no habrán cambiado todavía) monta en cólera porque un medio de comunicación da voz a André Viard, uno de los pocos señores cualificados para opinar sobre cualquier proyecto que lleve a considerar la tauromaquia como bien cultural, puesto que ha sido él (mano a mano con François Zumbiehl) quien ha conseguido la única declaración de la fiesta de los toros como Patrimonio Cultural Inmaterial (en Francia, ¿recuerdan?).
Pero claro, lo que opina Viard no le gusta a Martínez (ni a todos los que van de acá para allá sentándose en la silla de turno, sin moverse, no vaya a ser que no salgan en la foto), porque a quien tiene exceso de ego le escuece que alguien con más prestigio que él opte por no contemporizar (o por no confundir el culo con las témporas) y por llamar a las cosas por su nombre: afán de protagonismo y no amor inmaculado por la fiesta y su cultura.
En su delirio autoritario, Martínez no sólo se permite el lujo de dar candela a André Viard (la libertad de expresión es para todos, aunque algunos la usen para mancillar el nombre ajeno sin contemplaciones), sino que acusa al periodista que da la información (o sea, Lucas Pérez) de "astracán", "aprendiz de la manipulación y Goebbeliano de la prosa", entre otras muchas lindezas que resulta difícil entender a la primera, habida cuenta de la redacción infame de la misiva de marras.
Goebbels debe de ser uno de los manipuladores de referencia del señor Martínez, pues no es la primera vez que lo cita para echar mierda sobre El Mundo (uno de los pocos medios nacionales que hacen información digna sobre la cosa taurina, por cierto): el 5 de mayo de 2006, don Julio volvía a indignarse por otra información que tampoco le gustaba (y qué casualidad, publicada una vez más por El Mundo) y que califica de "tórrida manipulación [...] que provocarían la admiración del mismísimo Goebels" [sic, o sea, con una "b" de menos].
A mí, si fuera Julio Martínez, vergüenza me daría montar semejantes numeritos cuando tarde sí y tarde también me gritan eso de "Fuera del palco" (con razón) y cuando la afición con cuya defensa se llena la boca envía una carta (pasada por registro) al Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid para que le echen de una vez, por (entre otras cosas) convertir el palco en una tómbola de orejas.
Pero sobre todo me daría mucha vergüenza dar la nota con tan poca clase cuando se me supone una "autoridad" garante de los derechos y libertades de los españoles.
El problema es que la "autoridad" ha perdido su sentido etimológico, y ya no la ostenta quien tiene un saber y una responsabilidad moral, sino aquel al que han dado una gorra y carta blanca para hacer del palco (real o figurado) su cortijo.
P.D.: Copio textualmente el último párrafo de la carta, sin desperdicio, que deja con el culo al aire a quien se erige en defensor de la Fiesta pero la equipara con el putiferio:
"Por último, muchos ciudadanos siempre estaremos agradecido al Diario el Mundo por su defensa de la Libertad en episodios y periodos recientes muy sombríos; por eso D. Pedro J; convendría que usted descendiera de vez en cuando a los fogones de su sección taurina para saber que tipo de guisos tóxicos le están cociendo a sus espaldas y créame, no se trata ya de que atenten contra la línea deontológica del periódico, sino de la absoluta perdida de credibilidad y lo que es peor, a este paso dicha sección la puede usted trasladar a ciertas paginas reservadas para contactos que a la postre y previo pago resultan mucho mas veraces, serias, rigurosas y gratificantes para el lector".