Hubo un tiempo en el que actores, guionistas, directores y técnicos se reunían bajo un mismo techo y juntos recreaban historias jamás imaginables. Este lugar era Hollywood, una fábrica de sueños al servicio de un colectivo que lo único que deseaba era dejar atrás sus preocupaciones. Hail, Caesar! es una disparatada sátira y un homenaje a aquella época dorada.
Cuando el cine se vio amenazado por la pequeña pantalla, la televisión, los grandes productores de los estudios (como el propio protagonista de la película) decidieron competir realizando grandes superproducciones bíblicas e históricas, exuberantes musicales, épicos westerns y pomposos dramas de sociedad.
Joel y Ethan Coen usan la trama como pretexto para mostrarnos estos distintos géneros cinematográficos desde una mirada romántica e idealizada, pero a la vez (como es propio de ellos) tiran de la comedia satírica para desmitificar la imagen de las figuras icónicas de entonces (Gene Kelly, Esther Williams, Carmen Miranda, etc.). De ahí que los propios actores, como George Clooney, Scarlett Johansson y Channing Tatum se presten para ridiculizar el aura creado por el sistema. De hecho, son ellos los que consiguen, tanto del gag visual como oral, que el humor negro y sarcástico de los directores produzca carcajadas.
Tal vez se le pueda achacar que la película sea un conjunto de gags carente de trama, pero es que el discurso comienza a mostrarse, no tanto en el argumento, sino cuando se detiene levemente a observar con admiración los momentos del proceso de creación de cine. Un proceso que a lo largo de la película se ve truncado por la desaparición de su gran estrella.
Esta narración episódica pero perfectamente hilada consigue amenizar la disparatada, fantasiosa, divertida y alocada idiosincrasia del mundo del cine clásico. Una manera de hacer cine ya muerta y perteneciente al pasado, pero que sigue resonando en el presente.
Es la visión de los hermanos Coen la que registra de manera sutil, el espíritu artesanal, inocente y apasionado que desprendía las películas de entonces, y eleva así el film más allá de la simple sátira e ironía.
Hail, Caesar!, por tanto, es exactamente lo que pretende ser, una comedia satírica desenfadada entretenida para todos los públicos, pero que saborearán mejor tanto los cinéfilos como quien aprecie la pasión por el simple hecho de contar historias.
—