Una bellota, uno de los frutos más bellos de las plantaciones llevadas a cabo por los vecinos en las arboladas del parque Manolito Gafotas.
Javier Rico
Nos ha dolido, y aún nos duele, que uno de nuestros parques más queridos, por estar en nuestro distrito de Carabanchel y por llevar el nombre de Manolito Gafotas, haya ardido al menos en tres ocasiones en los últimos meses. No vimos mejor manera de reivindicarle y solicitar una conservación y mantenimiento adecuados que acompañar durante una mañana a las aves que lo pueblan (del halcón peregrino al gorrión común, pasando por el pito real), gracias, por ejemplo, a los numerosos árboles que vecinas y vecinos plantan en él (de pinos a higueras, pasando por encinas) y que cuidan primorosamente, a pesar del azote de llamas, basura y vandalismo.
La Arbolada del Parque Manolito Gafotas (lleva ya catorce ediciones desde que comenzó en 2003) se ha convertido en una cita clásica impulsada por la Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto. Este evento ha permitido, por un lado, repoblar el parque con cientos de árboles y, por otro, demandar su conservación y mantenimiento al Ayuntamiento de Madrid. Los fresnos, olmos, pinos, tarays, arces, olivos y encinas que se mantienen en pie gracias al riego continuo de vecinas y vecinos tienen buena culpa de que el entorno se vea enriquecido con los cantos y vuelos de mosquiteros, papamoscas, carboneros, petirrojos y pitos reales.
Pero las cosas podrían/deberían ir mejor para esta zona verde urbana, numerosas veces reivindicada por la ciudadanía y otras muchas olvidada y ultrajada por la desastrosa combinación de vandalismo (basuras por doquier) y desidia institucional. Y para remate, desde el verano ha sufrido tres incendios. No quedaba otra que visitar el parque Manolito Gafotas y demostrar que las aves forman también parte de su activo natural. En definitiva, un pequeño acto de desagravio con las aves como buena excusa.
Pinos afectados por los incendios que sufre el parque
Decir de entrada que en el parque hay que estar atentos no solo a lo que ocurre en su interior, sino a lo alto de edificios, tendidos eléctricos, farolas y numerosas vallas publicitarias que lo cercan. No hay que olvidar que estamos al lado de un importante nudo de carreteras (M-40, M-45 y R-5), que por otra parte le ha ido comiendo terreno a la superficie original del parque. Esa mirada en alto permite sorpresas como el posado o vuelo del cernícalo vulgar y el halcón peregrino. Ambos son buenos degustadores de los ratones, conejos y palomas que campan en este límite entre Carabanchel y Leganés.
Una vaquería situada en la parte leganense favorece que en torno a ella se muevan decenas de palomas torcaces y domésticas, tórtolas turcas, urracas y estorninos negros. A pie de camino, y gracias también a los setos y zonas ajardinadas situadas entre las urbanizaciones del PAU de Carabanchel, no dejan de asaltarnos los cantos y los vuelos inquietos de mosquiteros comunes, verdecillos, mirlos comunes, petirrojos y colirrojos tizones.
Dos de las muchas tórtolas turcas que se posan en las farolas en torno al parque
Sufriendo mucho cada vez que damos con una calva incendiada del parque (lamento que compartimos con vecinos que nos encontramos y que cuidan de sus árboles), avanzamos hacia la confluencia con el Pinar de San José. Una pradera da paso a un pequeño rodal de pinos piñoneros y los agateadores comunes llaman la atención con su piar agudo, preludio de verlos trepar cortezas arriba y abajo.
El camino hacia el límite oeste de la zona verde, en el barrio de la Fortuna de Leganés, vuelve a estar lleno de sobresaltos ambientales (zonas quemadas, escombros, restos de botellón…), pero escogemos las mejores ubicaciones y desplegamos los sentidos al máximo para percibir la presencia de pitos reales, abubillas y grajillas.
Observación de agateadores comunes entre pinos piñoneros
El parque de Manolito Gafotas lo hemos rozado en alguna de nuestras salidas con la Asociación de Madres y Padres del Colegio Pinar de San José. A pesar del maltrato que recibe, sigue teniendo las puertas abiertas para mostrar su “biodiversidad popular” (por eso de estar levantada por las vecinas y vecinos) al resto de escolares que estudian y viven en sus cercanías. Además del Pinar de San José, otros colegios (María Soriano, Ártica, Ábaco…) e institutos (Francisco Ayala) tienen cerca la posibilidad de disfrutar con estas aulas al aire libre.
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