«Yo sé que ella existe en algún lugar. Siempre supe que había venido al mundo sólo para encontrarme con ella. Y ella lo mismo. Ella no vino al mundo sino para encontrarme. Se llama Lina, es mi mujer, mi amor, mi vida. Jamás la he visto».
«Todas las mujeres de tu vida se llaman Lina».Sandor espera a Lina. O es Tobías quien espera a Lina. Lina es todas las mujeres, o es la única, o es cualquiera, o es ninguna. Qué importan los nombres. Claro que importan. A Agota Kristof le importan y por eso juega con ellos. O no le importan en absoluto y de ahí su juego. Sandor fue una vez Tobías pero se cambió de nombre porque ya no quería ser Tobías. Porque no quería que lo reconocieran ni que lo encontraran. Porque quería cambiar pero no sabía que no se puede dejar de ser uno mismo. Porque lo que no sabía o tal vez ya había aprendido demasiado pronto es que vivía en un mundo que no le permitía ser él mismo. Poco importa cambiar de mundo o más bien de país. Pero es en un nuevo país en el que Sandor espera a Lina, a la que no conoce pero a la que no duda reconocerá en cuanto la vea porque ya la conocía.
Tardo en encajar cosas pero a medida que voy entrando en la lectura me voy ubicando. Porque ya conozco las piezas. Porque hay un estilo Kristof inimitable. Claus y Lucas es un brillante juego de nombres y de identidades que me presta muchas pistas. Me iré encontrando en esta lectura con más elementos que me han hecho recordar esa genial trilogía.
«En lo más profundo de mi ser, pienso que puedo escribir cualquier cosa, incluso si es imposible y aunque no sea verdad».Hay otra lectura que acude a mi mente mientras avanzo por las páginas de Ayer. Se trata de una novela de otro húngaro: La calma, de Attila Bartis. Supongo que es el desapego, la desesperanza, la estéril crueldad, el acto sexual mecánico como metáfora de todo lo anterior lo que me la recuerda; también la prosa fría, desierta y a la vez poética. Es curioso porque la novela de Bartis está ambientada en la Hungría comunista y la de Kristof recoge la desolación de quienes la dejaron atrás y se refugiaron en otros países. Y en este caso sí que no hay nombres, ni para el país abandonado ni para el país en el que retomar la existencia, que no vida. Pero resulta fácil poner esos nombres.
Agota Kristof dejó su Hungría natal con su marido y su hija de meses (como Lina). Llegó a Suiza y trabajó en una fábrica de relojes en la que realizaba una actividad monótona día tras día (como Lina). Así durante años (como Sandor). Escribía mentalmente durante el día y por la noche lo transcribía al papel en el idioma de su país de (supuesta) acogida (como Sandor). «Es convirtiéndote en un don nadie como se puede ser escritor», le dirá Sandor a Lina. Y pienso que es precisamente eso lo que Agota Kristof nos cuenta en Ayer: cómo el desarraigo convierte a alguien en un don nadie.
«Caminaba. Me encontraba con otros peatones. Todos caminaban en la misma dirección. Eran ligeros, cualquiera hubiera creído que carecían de peso. Sus pies sin raíces jamás se herían. Era el camino de los que han dejado su casa, de los que han dejado su país. Ese camino no conducía a ninguna parte. Era un camino recto y largo que no tenía fin. Atravesaba montañas y ciudades, jardines y torres, sin dejar huellas tras de sí. Cuando uno se volvía, había desaparecido. Sólo recto y hacia adelante, había camino. A ambos lados se extendían inmensos campos cenagosos».Es ese caminar entre campos cenagosos lo que nos cuenta. Sin ver nada hacia adelante y sin tener a qué regresar.
No hay nada a qué regresar porque se quiso matar el pasado. Literalmente.
P1211004(2), Blue Monday. Fotografía de jimmy brown
En esta novela hay dos hermanos, como lo eran Claus y Lucas. Un hermano hijo de puta (perdonadme la expresión), nuevamente en sentido literal; ambos hermanos hijos de un mismo padre. Padres = Patria, no puedo evitar pensar en la analogía. Los personajes de Kristof son niños perpetuos malqueridos por la patria.
«Un niño estaba sentado en el patio y contemplaba la luna.Sí, he pensado mucho en Claus y Lucas al leer Ayer. Aunque ambas cuentan historias distintas. Porque ambas cuentan historias hermanas. Y me han entrado ganas de releerla porque pienso que, ahora que he leído algo más de su autora y por tanto la conozco un poquito más, entendería aún mejor esa obra. Y me han entrado ganas también de comenzar de nuevo Ayer una vez concluida su lectura, porque soy consciente de que bajo su aparente sencillez se esconde mucha complejidad.
Tenía seis años, yo lo amaba.
-Te amo -le digo.
Y el niño me mira de hito en hito, severamente.
-Niño, yo vengo de lejos. Dime, ¿por qué contemplas la luna?
-No es la luna -responde el niño irritado-, no es la luna, es el futuro lo que contemplo.
-De allí vengo -le digo en voz baja- y no hay más que campos muertos y cenagosos.
-Mientes, mientes -grita el niño-. Hay dinero, luz, amor. Y hay jardines llenos de flores.
-De allí vengo -le repetía en voz baja- y no hay más que campos muertos y cenagosos.
El niño me reconoció y se puso a llorar.
Fueron sus últimas lágrimas vivas. Sobre él también empezó a llover. La luna desapareció. La noche y el silencio vinieron a decirme:
-¿Qué has hecho con él?»
Agota Kristof mezcla lo cotidiano con lo onírico. En ese otro mundo tal vez más real que el cotidiano hay lluvia, pájaros negros, tigres de pesadilla, gritos, muerte por doquier. Sin embargo, lo que tendría que horrorizarnos nos sume en un estado de letargo. Porque «la impotencia es el sentimiento más terrible» y no permite despertar. Quién lo quiere cuando estar vivo y sentir duele tanto. Quién cuando ya conoce el hueco que deja la pérdida. Cuando solo cabe llenar ese hueco con la nada. Con ese vacío que lo inmola todo a su alrededor y que tan magistralmente retrata Agota Kristof en esta breve y corrosiva novela.
«Yo creí que te amaba. Me equivoqué. ¡Oh, no, Lina, no te amo! Ni a ti, ni a nadie, ni a nada, ni a la vida».
«Vete a la ciudad. Allí todavía hay luz. Una luz que hará palidecer tu rostro, una luz que se parece a la muerte. Vete allá, adonde la gente es feliz porque no conoce el amor».
Fábrica abandonada. Mataró. Fotografía de Joan Sorolla
Ficha del libro:Título: Ayer*
Autora: Agota Kristof
Traductor: Manuel Pereira
Editorial: Edhasa
Año de publicación: 1998
Nº de páginas: 158
ISBN: 84-350-0850-9
*El enlace os lleva a la sinopsis de la edición de esta novela de El Aleph de 2009. No he encontrado en ninguna web la sinopsis de la edición de Edhasa que yo he leído.
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