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Ayer me invito a café un tipo de Alabama

Publicado el 13 mayo 2012 por Cosechadel66

Hace algún tiempo, el amigo @pixelillo me invitó a colaborar en el magnífico espacio “Este SÍ es otro blog sobre Twitter“, de obligada visita. El texto que sigue es lo que se me ocurrió mandarle. 

Ayer me invitó a café un tipo de Alabama. Esta frase, que a pocos os dirá nada especial, salvo si acaso algo de curiosidad, cambiaría completamente su “impacto” si pudiéramos ir hacia atrás en el tiempo, y la fuéramos poniendo en los labios de gente de otras épocas. Por ejemplo, en los de la mayoría de nuestro abuelos sonaría como algo muy especial, casi como si ahora viniera un tipo del espacio a pagarnos ese café. Alabama debía sonarles como a mi me suena Marte. Avanzando en ese viaje temporal, puede que a nuestros padres le fuera sonando un poco más, merced a alguna película donde John Wayne o similares pudieran pasear sus pinreles por aquel territorio, o incluso para los más rockeros y jóvenes, por la canción del 74 del grupo Lynyrd Skynyrd, Sweet home Alabama.

¿Y que compartirían tanto nuestros abuelos como nuestros padres al escuchar esa frase? Ambos grupos pensarían que el susodicho “Invitador de Alabama” había entrado en un bar con nosotros y se había tirado el rollo abonando un cafelito. Sin embargo, si ahora os cuento a vosotros que el Alabameño realizó la susodicha invitación a través de Twitter y que se trataba de algo completamente virtual, no os sorprenderá nada. Es algo que hacemos continuamente en las redes: ¿Hace una birrita? ¿os apetece café? ¿venga, unas bravas? Y si por casualidad no sabes desde donde se hace la invitación, puede que eches una mirada al Google Maps y veas hasta su casa, además de que es muy probable que en menos de media hora estés al tanto de las aficiones del otro, en base a investigar un poco en su facebook, twitter, flickr, linkedin o cualquier otra red social en la que seguramente tenga abierto un perfil.

Pero en ese viaje simulado que hemos hecho falta un eslabón. Entre la sorpresa de abuelos y padres y la indiferencia que puede provocar ahora, estoy yo. Y a mi me maravilla calladamente la existencia y funcionamiento de las redes sociales. Me sigue alucinando publicar un texto y que pueda ser leído inmediatamente en cualquier parte del mundo. Yo, que escribía versos en papel cuadriculado y los escondía en libros sin que nadie más los leyera. Yo, que ya me parecía un lujo tener un supletorio del teléfono en casa y que para hablar en privado me iba a la habitación de mis padres. Yo, que veía a los millonarios de las pelis con teléfono en el coche y no podía imaginar que algún día hasta prohibirían hablar al conducir, incluso a esos millonarios. Yo, que me he tragado colas delante de cabinas para llamar a mis padres y decirle que había llegado bien. Yo que he gastado pagas y pagas en Pong, Come-cocos, Marcianitos, Tetris y aquel juego de atletismo para el que robábamos tornillos grandes para machacar los botones y no nuestros dedos en carreras de 100 metros que riéte tú de Carl Lewis. A mi me sigue pareciendo un milagro que un tipo de Alabama me invite a un café.

Viejuno, pensaréis. Inmigrante o emigrante digital, que entre que no me acuerdo y odio el término, no me se cómo narices es, dirán otros. Tendréis razón. Pero quizás eso me de una cierta ventaja, al menos a mi entender. Que me importa más el tipo de Alabama que la manera o herramienta que utilizo para comunicarme con él. No me parece maravilloso el hecho por la distancia o la inmediatez, o no es lo principal. Me parece maravilloso porque antes no podía hacerlo. Porque ahora tengo la posibilidad de hacer lo que me gustaba de manera más eficiente, rápida, incluso divertida. Pero el valor principal no es que exista la herramienta, sino entender las posibilidades que me ofrece. Lo importante no es que pueda hacerlo, es que puedo hacerlo con una persona con la que, casi seguro, de otra manera no habría podido contactar. Y puede que a mitad de mi vida más o menos empezará a conocer Internet, y más tarde las redes sociales, los móviles, las tabletas y demás parafernalias. Pero el valor de una sonrisa, lo necesario de la educación y el respeto en el trato, lo agradable de una conversación, lo fantástico que es aprender, descubrir… eso no viene de las redes. Debería estar antes de ni siquiera acercarte a una tecla, un ratón, o una pantalla.

Como se diría en ciertos dibujos, esto es to, to, to, todo amigos. Me voy a buscar en Google una receta apañadita de tortilla de patatas para traducírsela a un tipo de Alabama que ha sido tan amable de invitarme a un café.


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