Revista Cultura y Ocio

Ayre de Dylan, de Enrique Vila-Matas

Publicado el 21 marzo 2012 por Mariocrespo @1MarioCrespo
Ayre de Dylan, de Enrique Vila-Matas
El salto inglés (English jump) que dio Vila-Matas con su novela más sajona, Dublinesca, mantiene aquí su esencia inglesa gracias a una línea invisible que une, como en una suerte de holograma, las luces de los faros literarios en los que se apoya el autor barcelonés para estructurar su novela, la cual, me atevería a decir, esconde en realidad una suerte de obra dramática recreada en un escenario contemporáneo e interpretada en clave satírica. Dos de esos faros son poetas que escriben en lengua inglesa: Shakespeare y Bob Dylan. 
El teatro aparece aquí como metáfora principal, constante y articuladora del mundo real. Y, curiosamente, el mundo real aparece representado en la obra como el teatro de la vida (*), donde cada individuo desempeña el rol que el demiurgo le ha dado, del mismo modo que lo desempeña (guiado por la pluma del narrador/demiurgo) el entrañable protagonista de la novela, Vilnius Lancastre, hijo de un escritor de culto que dedicó su carrera a reinventarse a sí mismo sin perder nunca la condición postmoderna, que diría Lyotard, que le hizo popular.
Como siempre en Vila-Matas, encontramos entre sus obsesiones literarias el motivo primigenio de la existencia; el origen del tiempo y sus misterios. El tiempo como batuta que rige los objetivos de nuestras vidas. Porque todos tenemos un objetivo en la vida, o varios, o al menos alguna que otra motivación que nos ayuda a darle sentido a una existencia de la que sabemos más bien poco y que nos asusta con la única certeza que ofrece: la muerte. Pero ¿qué ocurre cuando alguien no tiene ningún objetivo vital, ninguna motivación más allá del dolce far niente (magistralmente representado en la novela por la figura del gandul por excelencia de la literatura rusa, Oblómov, un personaje de Goncharov que tiene la costumbre de ir a dormir antes de fatigarse)?
Iré un poco más allá: ¿qué ocurre si un artista se convierte en Oblómov, reduciendo por tanto su faceta creativa a la idea sin ejecución? En este punto es donde el autor nos plantea, de manera ciertamente brillante, el tema de la función del artista y nos lleva a reflexionar sobre la autenticidad y la formación. Y es que un artista, como cualquier persona, se compone de pedacitos de otros artistas anteriores, y algunos de los que están por venir, pues todo en el arte, y también en la vida (de ahí su conexión), es cíclico, redondo, espiral, y no hay por tanto nada más absurdo que las etiquetas y la forzada búsqueda de la originalidad. Vila-Matas nos ofrece su visión del creador en la sociedad contemporánea como ser concebido para fracasar, pues ser escritor (ya sea uno novelista, dramatugo o guionista de cine) implica fracasar una y otra vez; incluso hasta cuando uno triunfa, realmente fracasa como fracasa Barton Fink, el guionista al que John Turturro da vida en la película homónima de los Coen, cuando se da cuenta que en el cielo de Hollywood le espera, paradójicamente, su infierno particular.
Otros elementos utilizados habitualmente por Vila-Matas que aparecen en la novela: el cuestionamiento de la identidad del individuo, (que, como la del escritor, se forma de muchas otras identidades), y el cuestionamiento del arte en sí mismo, el cual reduce hasta el absurdo, como ya hiciera Duchamp, a fin de poner en tela de juicio el sistema que convierte la creación en objeto. 
Para conjugar todos estos elementos (que deliberadamente reconoce el narrador como recurrentes en su obra), se sirve Vila-Matas de la peculiaridad del personaje principal de la novela, Vilnius, quien intenta llevar a cabo sus únicos proyectos vitales, un Archivo General del Fracaso y una investigaciónpara conocer al verdadero autor de una frase de la película Tres Camaradas erróneamente atribuida a Scott Fitzgerald, que participó en el guión. Vilnius, además, es acosado por el fantasma de su padre muerto, que inocula su memoria en la mente de su hijo (Hamlet) para que éste termine por odiar a su madre y amar a la antigua amante de su padre. Pero, por más que lo intenta, Vilnius no siempre fracasa como desea, lo hace más bien como puede, o como le dejan. ¿No es ése un propósito más noble y veraz que el de quien se esfuerza por ser artista?


Aire de Dylan es por tanto una novela sobre la autenticidad (la que sin duda tiene Enrique Vila-Matas como autor; inimitable, imprescindible) y que también, por supuesto, nos habla de la literatura y su función en el mundo para enmascarar detrás una reflexión sobre el sentido de la vida, que no es otro más cierto que el camino hacia la muerte. 


*Algunos entran muy tarde en el teatro de la vida, pero cuando lo hacen parece que entren sin brida y directos ya hasta hasta el final de la obra. Ése fue mi caso. Y hoy puedo afirmarlo con toda seguridad. La representación empezó la mañana en la que mi mujer me entregó una carta que acababa de llegar de Suiza, una invitación a participar en un congreso literario sobre el fracaso. 
Ayre de Dylan, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral, Biblioteca Breve, 2012).
Puntuación: ****

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