Tánger desde mi ventana, 2015. expatriadaxcojones.blogspot.com
Empieza como un chiste pero no lo es. Un marroquí, de nombre Mohammed Siddis, va a la comisaría para renovarse el carné de identidad. Los funcionarios le retiran la documentación. El motivo: que en árabe Siddis significa sexto, de modo que su nombre, Mohammed Sexto, coincide con el del monarca.
El joven nació seis meses antes que el actual rey. Sus padres lo inscribieron con el apellido paterno en el registro de civil sin ningún problema. Ahora, le obligan a cambiárselo si quiere recuperar el carné. Y yo me pregunto dos cosas: Primero ¿Tiene que inventárselo y crear una nueva rama familiar? Segundo ¿Si hacen esto sólo por una coincidencia que no harán por otras cosas?
Esta noticia salió publicada hace poco en la revista Tal Quel y me viene al pelo para hablar del tema. Los nombres. En Marruecos cuando nace un niño se celebra el SABAE (cada uno que lo pronuncie como pueda), la fiesta de la imposición del nombre. Es un rito que simboliza la entrada del bebé en la comunidad musulmana. Se celebra al séptimo día del nacimiento.
La fiesta consiste en sacrificar un animal, que suele ser un cordero, mirando hacia La Meca mientras se pronuncia la frase B’ISM ALLAH. ALLAU AKBAR (en el nombre de Dios. Dios es el más grande) tras la cual, el matarife pronuncia el nombre elegido. Normalmente, la celebración se hace por separado. Hombres y mujeres.
Ejemplo: Nace un niño. Compramos el cordero. Esperamos siete días. Avisamos al matarife. Convocamos a la familia y los amigos. Todo está listo. Sólo nos falta decidir el nombre. Con la letra M, nombres masculinos:
Ya tenemos ganador.
Escoger el nombre de una persona no es sencillo. Es algo que llevará con ella el resto de su vida. Por eso es importante escogerlo bien. Tarea no exenta de dificultad. Hay que ponerse de acuerdo con la pareja evitar a toda costa que se salga con la suya e imponer nuestros gustos como sea. Intentar capear las amables recomendaciones de la familia llámale como la abuela. No me parece mal pero es que la pobre se llama Angustias. Y, sobretodo, evitar que sea un nombre utilizado con los perros. En este punto el Kalvo y yo metimos la pata hasta al fondo.
El gobierno marroquí te lo pone fácil. Tienen una lista. En ella aparecen los nombres aceptados. Árabes, por supuesto. Están prohibidos los extranjeros, exóticos o cristianos. Así les dan a las mujeres la excusa perfecta cuando sus maridos, acérrimos seguidores del F.C Barcelona, proponen bautizar a su hijo con el nombre de Messi.
No sé si debe a este motivo o habría que buscar la explicación en otro lado, pero en esta ciudad hay una infinidad de gente que se llama del mismo modo. Mohammed y Fátima son los reyes del Mambo. Pero les siguen de cerca: Hamid, Rachid y Abdesalam, para ellos. Khadija, Najat y Miriam, para ellas.
No puedo evitarlo. Mi mente es perversa. Me imagino al típico profesor de escuela pasando lista. Cuando llega a la M de Mohammed ya está sudando la gota gorda. A partir de aquí, de carrerilla, nombre y apellido.
Hay un refrán árabe que dice Eres lo que tu nombre significa.Y yo, que me aburro y me busco pasatiempos inútiles, no me canso de preguntarle a la gente cómo se llama y qué significa su nombre. Todo con la finalidad de hallar a alguien lleve puesto uno radicalmente distinto a su esencia como persona.
Me gustaría conocer a un Karim (generoso) y que sea un tacaño rematado. O a alguien que se llame Abdesalam (siervo de Dios, del que hay noventa y nueve variables) y sea todo lo contrario, que los hay. O que me presenten a una Jamila (guapa) y se trate de una tía fea, gorda y con las orejas de soplillo. O una Aisha (activa, alegre) y sea la funcionaria de turno, amargada y mal educada. De esas a las que si hacen levantarse para hacer una fotocopia pide la baja laboral.
Mis padres querían llamarme Ona (ola, en español). Aunque no me desagrada lo encuentro un pelín cursi y no me reconozco en ese adjetivo. Quizás viva equivocada. Al final, por suerte, decidieron un nombre distinto. Uno un tanto extraño. Entonces no aparecía en el santoral y siempre me cuentan las dificultades que tuvieron para inscribirlo. Ellos lo conocían porque hay un puerto en la isla de Menorca que se llama así. Siempre tengo que deletreárselo a la gente. Corregirlo en los escritos. Y aceptar, más a menudo de lo que me gustaría, que se equivoquen. Aunque, he de reconocer, que la confusión me ha obsequiado con momentos hilarantes en muchas ocasiones.
He buscado un poco para saber de dónde proviene. Las únicas referencias que tengo son: Nombre de varón, de origen hebreo y que significa “adorno de Dios”.
Nunca he conocido ni me han hablado de nadie que se llame como yo. Pero, con el tiempo, sé que el nombre se ha ido usando más. En unas estadísticas de Cataluña del año 2014, aparecen en el registro civil cincuenta y cocho chicas inscritas con él. Cuarenta y cuatro de las cuales residen en Barcelona. Siempre fantaseo con la idea de conocerlas. ¿Tendremos algo más en común, además del nombre?