Revista Salud y Bienestar

Baby blues, revisitado (II)

Por Pedsocial @Pedsocial

imagesBaby blues es el término común con el que se designa popularmente en los países anglosajones y de forma genérica la depresión postparto de las parturientas. En el mundo de habla hispana no existe equivalente laico y parece que el uso del término psiquiátrico de síndrome depresivo resulta demasiado duro.

En el DSM-IVr probablemente lo adscribe al código 296.0 de episodio único, si lo es, o bien al F06.32 como Trastorno del estado de ánimo debido a puerperio. El Código Internacional de Enfermedades (CIE-MC 10) lo menciona en el índice alfabético como Depresión postparto, y le asigna el código F53.0 que corresponde a Trastornos mentales sin especificar como “Trastornos mentales y del comportamiento asociados con el puerperio, no clasificados en otra parte.

Cuando se admite que puede afectar hasta un 75% de las mujeres primíparas, no parece justificado asignarle una categoría tan severa que pueda inducir a la confusión. La presentación de desanimo, tristeza, irritabilidad, una cierta ansiedad, cefaleas, insomnio propio o inducido por la vigilancia del bebé y falta de concentración, después de un esfuerzo tan estresante como un parto, pueden formar parte de respuestas normales. Suele aparecer al tercer día y su duración es breve. Si se prolonga más allá de una quincena cabe entonces considerar que se trate de un síndrome depresivo.

Más o menos eso es lo que escribíamos hace casi cuatro años. La depresión post-parto sigue sin estar en el acervo cultural popular en esta parte del mundo, pero es una realidad como en cualquier otra.

Esta semana The Lancet ( Screening for perinatal depression) presenta unas palabras de cautela sobre la posible necesidad de utilizar métodos de “screening” rutinarios en todas las embarazadas/parturientas. Una cosa es conocer el problema y detectarlo y otra distinta someter a todas las madres a un procedimiento diagnóstico, aunque sólo sea responder a un cuestionario de forma rutinaria, principalmente por que puede producir muchos falsos positivos. Y ya sabemos con la inconsecuente largueza que se administran fármacos antidepresivos en nuestra sociedad. Especialmente teniendo en cuenta que la efectividad de los antidepresivos de la familia de los inhibidores de la recaptación de la serotonina–los más populares–no se manifiesta hasta pasadas unas seis semanas. Para entonces la mayoría de las madres ya se han recuperado del azacaneo del parto y la novedad del hijo y seguro que miran su futuro–y su presente–con mucho más entusiasmo.

En cualquier caso, la prudencia en la primera asistencia al recién nacido debe incluir una valoración somera del estado de ánimo de la madre. Y eso está al alcance de cualquier pediatra.

X. Allué (Editor)


Baby blues, revisitado (II)

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