Revista Historia

Bacillus permians, el ser vivo que durmió 91250 millones de días

Por Ireneu @ireneuc

Bacillus permians, el ser vivo que durmió 91250 millones de días

Russell Vreeland (izq) y el cristal de sal

A pesar de que a estas alturas aún hay gente que cree a pies juntillas que el hombre es fruto de los hobbies alfareros de Dios -siempre tiene que haber el despistado de turno-, la verdad es que hay pocas dudas de que la vida hace millones de años que se va desarrollando como buenamente puede por la superficie del planeta. Esta circunstancia ha hecho que la humanidad, curiosa como es ella, se planteé en revivir seres que han vivido en otras épocas y que, por una causa u otra, han acabado por desaparecer. De esta forma, e intentando hacer realidad la ficción de Parque Jurásico, los científicos no cejan en el empeño de hace volver a la vida especies como los mamuts. Hasta ahora, los resultados no han salido todo lo bien que se esperaba (ver Celia, el bucardo que volvió de la extinción), pero se han conseguido algunos éxitos bastante sonados (ver Matusalén, la palmera que vino directa del pasado), lo que ha dado esperanzas fundadas a los investigadores. No obstante, las pruebas efectuadas se remontan a seres fallecidos hace poco o que se remontan a unos pocos miles de años, pero...¿es posible revivir un organismo de hace millones de años? La respuesta es contundente: sí. Más que nada porque en el año 2000, un equipo de investigadores estadounidenses consiguió resucitar una bacteria que estaba en un cristal de sal de, nada más y nada menos, 250 millones de años.

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Paisaje pérmico

Hace 250 millones de años (es decir, en el Pérmico) la tierra era bastante diferente a como la vemos hoy en día. Los continentes formaban un único supercontinente llamado Pangea, los helechos arborescentes formaban densos bosques en las zonas tropicales, las coníferas, los gingkos y las cicas (ver La cica, un eslabón perdido en nuestro jardín) empezaban a ganar terreno, mientras que los reptiles comenzaban a hacer de las suyas y a desarrollar lo que posteriormente serían los dinosaurios.

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Cubeta de Delaware

En este panorama tan radicalmente diferente al actual, en la zona que hoy sería entre Nuevo México y Texas existía lo que los geólogos llaman una cubeta sedimentaria. Esta cubeta (una especie de mar interior del estilo del Mar Negro) había sido llenada de sedimentos proveniente del continente circundante, por lo que era muy somero. Tan somero era que el agua, por efecto de la evaporación, empezó a precipitar capas y capas de sal que se fueron acumulando en su fondo hasta su total colmatación.
Fue en una de estas capas de sal marina en que unas bacterias resistentes a ambientes hipersalinos, se encontraron de improviso encerradas en diminutas gotas de salmuera dentro de los cristales de sal. El recurso, en este caso, es el de cubrirse de una capa dura e impermeable que aísla el interior de la bacteria, manteniendo al organismo en estado latente -sin reproducción, ni consumo de energía- hasta el momento en que vienen tiempos mejores; o dicho de otro modo, se convierten en esporas. El único inconveniente es que los "tiempos mejores" tardaron un poquito en venir.

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Son capaces de vivir en salmuera

La bacteria en forma de espora, durante estos 250 millones de años (251, para ser exactos) se volvió un ser inerte dentro de la burbuja de salmuera incluida dentro del cristal de halita. Una burbuja de salmuera que, dada su ubicación aislada en el interior de la estructura molecular del cristal, se convirtió en el medio ambiente más estable posible, de tal forma que nada de lo que pasaba en el exterior afectó lo más mínimo a los pasajeros durmientes que flotaban en su interior.
Fue en 1999 cuando un equipo de biólogos y geólogos de la Universidad de West Chester (Pensilvania, EE.UU.) encabezado por Russell H. Vreeland, decidió extraer con una jeringuilla el contenido de las burbujas de salmuera de hasta 3 mm que existían en 53 cristales de sal extraídos a 564 metros de profundidad de una mina de sal a 45 km de la población de Carlsbad, en Nuevo México. Dicho y hecho.

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Sal con las inclusiones y el taladro

Tras seguir los estrictos protocolos de esterilización tanto de los aparatos como de los cristales para evitar cualquier tipo de contaminación (la posibilidad quedaba reducida a 1 entre mil millones) se procedió a taladrar y a extraer los fluidos salinos que habían en los cristales. Una vez extraídos sus contenidos y ubicados en placas de Petri esterilizadas preparadas para cultivos bacterianos, se observó que en 3 muestras de dos cristales se desarrollaban unas colonias de unas bacterias que no se conocían. Las llamadas Bacillus permians (también llamadas Virgibacillus sp. 2-9-3) habían vuelto a a la vida tras pasar la friolera de 91.250 millones de días encerradas en su cautiverio mineral y pasaban a ser, automáticamente, los organismos vivos más antiguos del mundo.
Con todo, y a pesar de ser publicado en el nº 407 de la prestigiosa revista Nature (19/10/2000), el hecho de ser un descubrimiento tan excepcional levantó -como siempre- las sospechas más o menos bienintencionadas de los "santo Tomás" de turno. Se les acusó desde que el instrumental estaba contaminado, a que el material genético era demasiado parecido a bacterias halófilas actuales o incluso que los cristales de sal no correspondían a la época que se decía sino posterior, acusaciones que fueron repetidamente contestados por el equipo de Vreeland y que se perdieron en el marasmo del día a día de la investigación biológica.

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Las bacterias halófilas son comunes

En la actualidad, pese a los escépticos, se continua considerando a los Bacillus permians los seres más antiguos con vida, si bien cabe destacar (posiblemente con un punto de sorpresa por mi parte) que el asunto tampoco levanta ninguna pasión al respecto. Se supone que el hecho de ser una simple e inofensiva bacteria halófila similar a las actuales (ver El lago Hillier, donde todo se ve de color de rosa) por mucho que sea muchas veces milenaria, no deja de ser una bacteria sin más trascendencia para los científicos.
Sea como sea, y aunque no sea noticia de portada, no podemos, por menos, que maravillarnos de que una bacteria, una simple bacteria, haya sido capaz de hacer un viaje en el tiempo tan bestial como el suyo. Tal vez no sea un mamut, ni un dinosaurio, ni una cabra muerta hace diez años, pero si miramos bien, en el fondo, lo que realmente nos debería maravillar es que sea, simplemente, vida. Una vida que, por mucho que queramos ignorarlo, el ser humano, con su inconsciencia y ambición, está poniendo día a día en peligro.
Y nosotros, conste, no podemos hacernos esporas.

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Bacillus permians: 91.250 millones de días durmiendo


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