Revista Cine
Contemporáneo del mucho más famoso -y más consistente, habrá que admitir- Roman Polanski, el cineasta polaco Jerzy Skolimowski entró al cine a partir de una imprudencia, muy típica de él. En cierto retiro intelectual al que asistió en su calidad de joven poeta, Skolimowski escuchó al maestro Andrzej Wajda discutir con algunas personas un guión que estaba escribiendo acerca de la juventud de los años 60. En cierto momento, el impetuoso Skolimowski -que además de escribir poemas, practicaba el boxeo- interrumpió el choro del consagrado cineasta para decirle que su guión no tenía el menor sentido porque él, Wajda, no conocía a los jóvenes. Wajda, imperturbable, le contestó que si podía hacerlo mejor, que él escribiera su propio tratamiento de la historia. Skolimowski lo hizo esa misma noche: escribió el guión de Niewinni czarodjieze (1960), dirigida por Wajda.A partir de entonces, Skolimowski inició una carrera fílmica que lo ha llevado a dirigir una veintena de cintas, algunas de ellas emblemáticas de los años 70, como Deep End (1970) y El Grito (1978) -que en algún momento debo re-visitar, por cierto. Skolimowski ha permanecido en sus 40 años de carrera como cineasta equidistante de su compañero de generación Polanski y del más viejo Wajda: ni se fue al exilio como el primero, ni se quedó a lidiar con la burocracia y la censura como este último. Más bien, hizo las dos cosas: trabajó en los márgenes de libertad que le ofrecía -para luego quitárselos- el régimen comunista polaco, al mismo tiempo que no desaprovechaba la oportunidad de hacer cine en cualquier país de Europa que le financiara uno de sus proyectos. Con un pie filmando a contracorriente en Polonia y otro en una suerte de pseudo-exilio cinematográfico, Skolimowski navegó durante buena parte de los años 60's y 70's. Esta división laboral/existencial es el origen, de hecho, de Moonlighting (GB, 1980), su décimo largometraje y, acaso, su mejor película de los 80.Esta cinta -nunca exhibida en México de acuerdo con la cartelera cinematográfica de los 80 de Ayala Blanco y Amador- es una de las más personales de Skolimowski y fue ideada y realizada a partir de la proscripción del Movimiento Solidaridad y del golpe de Estado en Polonia, dirigido por el General Jaruzelski en diciembre de 1981. Para ese momento, Skolimowski vivía entre Varsovia y Londres, en donde había comprado una casa hace algunos años. Cuando sucede el golpe de Estado, el cineasta se encontraba precisamente en Londres, lugar en donde ambientó Moonlighting, escrita, financiada y editada en apenas dos meses.En diciembre de 1981 llegan a la capital británica cuatro trabajadores polacos, liderados por el serio electricista Nowak (Jeremy Irons), el único que sabe hablar inglés entre todos ellos. Nowak y sus compañeros se hacen pasar como turistas pero, en realidad, vienen a trabajar ilegalmente. Para ser precisos, van a remoledar la casa de algún encumbrado burócrata polaco (el propio Skolimowski, en cameo) que los han enviado con ese encargo desde Varsovia. La reflexiva voz en off de Nowak nos informa que lo que ellos van a ganar en esos 30 días de chamba es el sueldo de un año en Polonia pero que, de todos modos, el "jefe" se va a ahorrar tres cuartas partes del dinero que gastaría si contratara trabajadores legales.Aunque Nowak es el más joven del grupo, es el que tiene el control al ser el único que puede comunicarse fluidamente en inglés, por más que a veces se confiesa a sí mismo que entiende todas las palabras pero mucho del significado oculto de ellas se le escapa. Mientras ellos están trabajando, ocurre el ya mencionado golpe de Estado y Nowak toma la extraña decisión de ocultarle la información a sus compañeros: para qué preocuparlos; además, no terminarían bien el trabajo que fueron a hacer. Muy pronto, Nowak tendrá que tomar otras decisiones más para controlar "benévolamente" a sus compañeros.La alegoría política de Skolimowski es clarísima, pero nunca resulta didáctica ni pesada: por un lado, el humor cortante, satirico, domina en la descripción de las relaciones de poder entre Nowak y sus compañeros -y entre Nowak y la sociedad inglesa con la que él tiene que lidiar-; y, por el otro, la interpretación de Jeremy Irons dota de una compleja humanidad a su personaje. Autoritario, paranoico e inseguro, Nowak está dispuesto a casi todo para conservar su ascendencia sobre sus compañeros y, al mismo tiempo, encuentra la fórmula perfecta para no perder la dignidad -o, mejor dicho, las apariencias- frente a los ingleses que le rodean. Es un personaje trágico y, al mismo tiempo, ridículo. En lo personal, creo que se trata de una de las más grandes actuaciones de Irons en su carrera, trabajo por el que fue injustamente ninguneado en su momento. El inglés no ganó un solo premio aunque la cinta, eso sí, ganó en Cannes 1982 el Premio a Mejor Guión, escrito por el propio Skolimowski. Una película ochentera que merece ser revisada o, como fue mi caso, descubierta.