Del relato inquietante a la crítica con sorna, pasando por la crónica de una tragedia anunciada. Desde Francia, Grecia y Bulgaria, La lisière, Shelter y Wasted youth abordan el mundo adolescente (más bien pre-adolescente en el segundo caso) a partir de distintos enfoques igual de potentes.
En su opera prima, la suiza nacionalizada francesa Géraldine Bajard maneja con destreza el suspenso del relato ambientado en un barrio residencial que actualiza el dicho “pueblo chico, infierno grande”. En un sentido literal, La lisière remite al límite o borde de un bosque que separa las casonas de la ruta, de un afuera poco frecuentado, y que se convierte en tierra de nadie regenteado por uno de los hijos de estas familias acomodadas. En un sentido metafórico, se trata de una frontera moral que algunos están tentados de franquear.
Bajard apela a la figura del recién llegado (encarnado por Melvil Poupaud; algunos lo recordarán de Tiempo de vivir) para activar el conflicto y explorar el costado perverso de ciertos adolescentes y el arrastre que generan entre sus coetáneos. De nuevo nos encontramos con Hyppolite Girardot, y por primera vez nos topamos con el prometedor Phénix Brossard (de hecho, éste parece ser el primer trabajo cinematográfico del joven actor).
ShelterEl búlgaro Dragomir Sholev también debuta como director con esta comedia donde la otredad supone distintos peligros: la conversión de un hijo pre-adolescente en un desconocido con conductas y amistades sospechosas; la aparición en la escena hogareña de extraños con “raros peinados nuevos” (al decir de Charly); el derrumbe de un matrimonio donde los esposos dejan de sentirse compañeros.
Shelter también expone los resabios del comunismo con imágenes de los típicos monoblocks grises, venidos a menos, y con las escenas ambientadas en una comisaría (imposible no pensar en Policía, adjetivo de Corneliu Porumboiu). Al parecer, ni en la calle ni en la propia casa existe posibilidad de refugio para el buen ciudadano búlgaro.
Wasted youthInspirada en un hecho real y ambientada en una Atenas “palpable”, Wasted youth compensa la sensación de experiencia fallida que algunos tuvimos con Attenberg. Si bien las historias de los personajes interpretados por Haris Markou y Ieronymos Kaletsanos también podrían transcurrir en otra ciudad del mundo, Jan Vogel y Argyris Papadimitropoulos filman aspectos de la realidad griega, que por estas latitudes conocemos cuando los medios denuncian crisis económica y represión policial en aquel otro país colgado de la Unión Europea.
La dupla de directores mantiene la tensión del largometraje a partir del desarrollo de dos vidas que -intuimos desde el principio- en algún momento se cruzarán. Dónde, cómo, porqué son las tres preguntas cuyas respuestas conducen a un final impactante, con reminiscencias de la realidad argentina.