Las siguientes tres mini-mini reseñas concluyen la cobertura que Espectadores le dedicó a la 14ª edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Mañana jueves, el blog habrá abandonado aguas baficianas (“¡por fin!”, exclamarán algunos); también retomará su frecuencia de actualización habitual: un post diario de lunes a viernes.
L’estate di Giacomo
En L’estate di Giacomo o El verano de Giacomo, Alessandro Comodin pinta un amor de juventud, aunque de una manera menos convencional y en la mitad de tiempo que Un amour de jeunesse, comentada horas atrás. Por un lado, el realizador italiano le asigna el rol protagónico a un adolescente hipoacúsico (elección infrecuente en relatos de este tipo). Por otro lado, prefiere sugerir antes que mostrar/explicar.
El director y guionista formado en Bélgica se cuida muy bien de compadecer al protagonista. La singularidad de Giacomo radica menos en su sordera que en la relación inmadura, afectuosa, sensual con Stefania, y en algunas reflexiones respecto de su vida.
Al principio, cuesta acostumbrarse a la modulación del actor Giacomo Zulian (igual que a su batería estridente). Pero Comodin tarda poco en anular nuestros apriori y en conmovernos con una historia ¿real? de amor y amistad.
Crazy & thief
El californiano Cory McAbee convierte a sus pequeños ¿hijos o sobrinos? en protagonistas de una aventura urbana, y sin embargo los 52 minutos de película evocan las filmaciones caseras que tíos y padres chochos suelen compartir en alguna red social para mostrar cuán espléndidos son sus descendientes.
Sin dudas, los hermanitos Willa y John McAbee resultan adorables. Pero Crazy & thief está más cerca de un ejercicio experimental con la familia que de un trabajo digno de participar en un festival internacional de cine.
Alexander Panizza, sólo piano
En su documental, Pablo Romano cuenta la relación del pianista Alexander Panizza con las sonatas de Beethoven que enseña a tocar, y que él mismo ejecuta en sus recitales. Maestro, concertista, esposo y padre: cuatro versiones de un mismo hombre confluyen en este retrato que transmite admiración, pero que desmiente el mito del artista sin contacto mundano.
Gracias al 14º BAFICI, algunos porteños descubrimos al músico nacido en Canadá y por lo visto radicado hace tiempo en Rosario. La conversación con su mujer mate mediante, las lecciones precisas y preciosas impartidas en una clase particular, los preparativos previos a una presentación con público presente son escenas reveladoras de una cotidianeidad afectiva, enriquecedora, gratificante.
Por supuesto, Alexander Panizza, sólo piano es también un homenaje a Don Ludwig. Y vaya que resulta placentero volver a escucharlo.