Revista Cultura y Ocio

Baila, baila, baila, de Haruki Murakami

Publicado el 05 diciembre 2012 por Xula
Baila, baila, baila, de Haruki Murakami
Baila, baila, baila Haruki MurakamiISBN: 978-84-8383-425-1Formato: Rústica con solapas– 464 PágsEditorial: Tusquets
En marzo de 1983, un joven periodista freelance todoterreno, después de pasar días sombríos, siente la necesidad de volver a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a Sapporo con la intención de alojarse en el Hotel Delfín, donde años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que, de manera inesperada, desapareció de su lado. A su llegada descubre que han derribado el hotel y que en su lugar se alza otro, moderno y lujoso, pero su estancia allí propicia la aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad.

Cuando PriceMinisterorganizo el evento para elegir el libro del año y el concurso de reseñas, no dudé en apuntarme. Pero cuando vi los títulos, lo que no dudé fue en coger este. Murakami es uno de mis autores fetiche (junto con King y Auster, extraña combinación) así que cada nueva obra que sale al mercado tiene que ser mía.
Yo distingo dos tipos de novelas en este autor: las realistas y las oníricas. Unas están llenas de sentimientos y las otras llenas de paranoias. Esta en concreto no es lo que se dice una novedad: fue escrita en 1988, y publicada en Japón por aquel entonces, justo después de Tokio Blues. Sin embargo no penséis que por pertenecer a la misma época van a parecerse.
De hecho, mezcla una realidad obsesivamente cruel y minuciosa, con lo que cualquier persona normal llamaría “idas de pinza”. ¿Os suena el argumento o sus personajes? Quizá sea porque habéis leído La caza del carnero salvaje, de la cual resulta que esta es una especie de continuación. Sin embargo, yo de todo esto me enteré una vez terminado el libro. Y os aseguro que no ha afectado para nada en la lectura, aunque quizá sí en la apreciación.
Porque resulta que en Baila, baila, bailanos encontramos los mismos personajes que en su antecesora, aunque pasado ya ha pasado el tiempo y las búsquedas son diferentes. Y no solo eso, sino que también las une el Hotel Delfín, así que también se repiten escenarios. Viendo todo eso, estoy segura de que mi lectura ha sido incompleta por un sencillo motivo: los personajes son tan complejos, que parte de su comportamiento no podremos entenderlo sin conocer su historia. Y no toda nos la cuentan.
Pero vayamos por partes… Nuestro protagonista es un periodista freelance sin nombre que tiene muchísimos puntos en común con la mayoría de los personajes de Murakami: desorientado, con un vacío existencial que le lleva a una falta de esperanza y desgana por la vida. Y todo ello nos lo marca con su tremenda minuciosidad para narrar las cosas.
Hay a quien esto le ha parecido pesado, porque la narración está hecha en primera persona por este personaje y nos lo cuenta todo. Absolutamente todo. Desde su necesidad de desvincularse del mundo, pasando por su sistema de trabajo y terminando por la secuencia en la que prepara la comida. De hecho, hay platos que seguramente podríamos repetir nosotros si encontráramos los ingredientes, tal es el grado de detalle. Las referencias a la comida, bebida y a la literatura son constantes en toda la obra.
Yo veo esta forma de narrar como una manera de escapar de la realidad, de evadirse de los problemas y olvidar que no le gusta su vida. También recurre para ello a un tipo de humor inteligente, con bromas elaboradas o simplemente absurdas que no todo el mundo termina de entender. Pero lo curioso es que no le importa, simplemente es su manera de ser y no intenta cambiar él y cambiar al resto del mundo.
En el fondo, lo más seguro es que este personaje principal nos produzca un poco de tristeza. ¿Qué ha pasado para llegar a este punto? Sabiendo perfectamente que podría llevar una vida mejor y no lo hace ¿Qué le corroe tanto por dentro? Algunas de las preguntas que nos surgen obtendrán respuesta a lo largo de las páginas. Otras, sobre todo en lo referente al pasado lejano del personaje, quedarán silenciosas. Ese es uno de los fallos de haber leído la novela sin su predecesora.
Del mismo modo, tampoco logramos demasiado bien entender esa necesidad imperiosa de viajar de nuevo al Hotel Delfín ni de encontrar a Kiki, la modelo de orejas con la que pasó apenas unas semanas 4 años atrás. Aquí es cuando nos damos cuenta de que eso le da un motivo porque el que iniciar el movimiento y salir del circulo vicioso en el que estaba hundido. Y lo compartimos con él con ilusión…
Aunque Kiki es para nosotros como un fantasma, un ser que ha ido dejando pistas y se escapa tras una cortina de humo en cada momento. Todos la han conocido y todos la recuerdan, pero no se ha quedado con nadie porque es un espíritu libre. Y realmente… no se puede atrapar a un espíritu libre. Así que esto es lo que llega a nuestro protagonista a adentrarse en un nuevo movimiento, una nueva vida en la que conocerá personas muy distintas y se reencontrará con otras nuevas.
Lo mejor de la novela son sin duda sus personajes, tan reales como la vida misma. A base de minuciosidad Murakami consigue un dibujo perfecto de cada uno de ellos. Y todos fascinantes por sus situaciones y sus matices. Tenemos a una recepcionista de hotel por vocación, un antiguo compañero de laboratorio que ahora es un actor famoso, una vieja amante desaparecida y una niña de trece años muy especial. Nos querríamos quedar con todos, ver lo que les sucede en lugar de acompañar al escritor sin nombre.
Para mí, destaca sobre todos la niña y su madre, de nombre Nieve y Lluvia (Yuki y Ame), la una un espíritu libre demasiado joven para volar y la otra muy lejos ya de la realidad. Su padre, de nombre Hiraku Makimura es un escritor demasiado prolífico y ya pasado de moda (¿Un guiño a sí mismo y a los miedos de en qué nos podemos convertir?) está demasiado metido en el mundo real, en el que todo lo puede comprar con dinero. Un gran contraste con su ex mujer, lo que explica en cierta manera el cinismo de Yuki a una edad tan temprana.
Todos los personajes están unidos en cierta manera por el Hotel Delfín, lo que nos lleva al hombre carnero. Aquí entra la fase más onírica de la novela y podemos caben varias interpretaciones para este personaje tan peculiar: como el que le precede en la anterior novela, que podemos no conocer si no la hemos leído; o como un “algo” dentro del subconsciente del protagonista que le ayuda a salir del bucle, obligándole a bailar sin parar.
Pero en el fondo ninguno de ellos es lo que parece: la niña tiene su trasfondo y su corazón. Y también algunas similitudes con la que aparece en la serie Cooper, a la que me he enganchado recientemente precisamente por ella, aunque más de 15 años posterior a la novela. La recepcionista que teme en el fondo es no poder tener el control sobre su vida y el famoso actor que lo que necesita es alguien con quien compartir la suya.
Quizá esta obra peca un poco de caótica, con mucha repetición de escenas, algunas de ellas claramente intencionadas como es el caso de la película. Todo esto nos lleva a meternos en la maraña que es la vida interior del periodista sin importar el resto. Si el hombre carnero le ha pedido que baile sin pensar en la música, nosotros le seguimos, esperando que a base de moverse aleatoriamente pueda encontrar la salida.
La ambientación no sitúa en los años 80 de Japón, que mas bien podría ser los 90 en España. Yo no los he vivido plenamente (era una niña a finales de la década) pero sí la siguiente, y os puedo asegurar que es bastante parecida. A día de hoy, quizá llamela atención la falta de tecnología, lo que genera situaciones fácilmente solucionables con un móvil o internet, que no era común en aquella época y por tanto obligan a otro desarrollo de los hechos.
Pero no por ello ha perdido la fuerza que tiene, no ha envejecido de malamente como sucede a otras obras. Y sobre todo mantiene un gran punto en común con todas las novelas de Murakami (esta vez sin distinción entre épocas): La música. Porque el autor fue músico en sus años jóvenes y eso se trasmite en el amor que le pone en la selección de la banda sonora. Al estilo de Tokio Blues, hay discusiones sobre estilos y varios personajes comparten ideas sobre los mejores grupos musicales de su época, o la anterior. Son tantas las menciones, que hace tiempo que he desistido a hacer una lista de todas ellas.
La novela contiene una dosis de misterio e intriga, al estilo de una novela negra, que nos mantiene pegados a la historia. Pero no nos engañemos… la resolución es mínima comparada con la evolución del protagonista, que es lo realmente importante en esta historia. Hay muertes, desapariciones e incluso extraños sucesos en un hotel que esconde un misterio. Un punto a favor para aquellos que quieran algún hilo que seguir.
Pero este hilo es muy fino, y se bifurca en ramas por todas partes. A lo largo de sus casi 500 páginas y 44 capítulos en una tradicional Tusquets, que nos trae siempre las novedades de Murakami, vamos viajando por Japón desde Tokio hasta Sapporo, y alguna que otra escapada a Hawái. No es nada del otro mundo en cuanto a descripciones, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro protagonista esta más inmerso en su propio mundo que en el que le rodea.
Todo culmina en un final que se precipita en espiral, donde encontramos hechos que nos sorprenden, cosas que no nos explican (también hay que pensar por nosotros mismos) y un cierre de historia un tanto desconcertante, pero a la vez satisfactorio. Buscando similitudes se podrían encontrar con la forma de terminar la historia en El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. No en balde el propio Murakami englobó La caza del carnero salvaje y estas dos novelas en “La trilogía del nerd solitario”, eligiendo para ello un nombre de lo mas apropiado.
No deberíamos descartar que volviéramos a ver a este personaje en alguna nueva novela dentro de unos años, porque siempre hay miedos y fantasmas que no terminan de irse. Porque tras leer Baila, baila, baila me planteo… ¿no será más fácil seguir el ritmo cuando se deja de pensar que hay que bailar? Hay personas que no son capaces de dejarse llevar, y me temo que el protagonista sin nombre será uno de ellos.
Como siempre, el estilo es magistral. Lento en ocasiones, pesado en muchos puntos para los no iniciados en su literatura, pero con un ritmo del que es imposible salir cuando nos metemos de lleno. No es como estas obras japonesas que no acabamos de comprender (por ejemplo, el final de algunas obras de Yoko Ogawa) pero si tiene un estilo al que no estamos acostumbrados en occidente, y por supuesto, a una cultura que por mucho que conozcamos, siempre será chocante con la nuestra.
No soy objetiva con Murakami, lo sé, pero si intentaré serlo con mi conclusión: seguramente no sea una de sus mejores obras, aunque a mi aun me quedan algunas por leer. Pero alguien definió alguna vez sus obras más oníricas como “realismo mágico oriental” y esta novela es un buen ejemplo de ello. Al igual que sucede con la misma corriente latina, tal vez sea aconsejable comenzar por algo menos complejo, que permita catar el estilo. Pero ¡cuidado! No hay término medio con Murakami: o lo amas o lo odias. Para los amantes, no podéis dejar de leerlo.

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