Vivir un año sola y tener un pololo maravilloso, que te trata como una princesa (ésa que mi papi me dijo que era), puede pasarte la cuenta. En mi caso, me hizo engordar. Y claro, hago un mea culpa gigante ante mi incapacidad para decir NO a las tentaciones gastronómicas.
Cuando vives en una burbuja de amor, y no te das cuenta de las cosas evidentes, es el cuerpo el que te avisa.
La ropa te queda apretada. O sea, llegar desesperada a la casa a desabrocharte el botón del pantalón antes que explote y ver que tienes toda la pretina marcada, en algunos casos, hasta te haces heridas. Y súmale que te vas a comprar jeans, pides la talla de siempre, no te queda, y vas pidiendo tallas cada vez más grandes y entiendes que sin darte cuenta, subiste 2 y hasta 3 tallas. Es macabro.
Tu cara "chupada" ahora es un círculo perfecto. Y de eso te das cuenta cuando te sacas una foto y corres desesperada donde la amiga diseñadora para que aplique photoshop.
Tu capacidad física disminuye. Al punto de que tienes que subir escaleras y en la mitad ya te empiezan a doler las rodillas. O que vas caminando tranquilamente y sientes que, cual Iván sin Kenita, te falta el aire. Y tienes que parar, y tienes que buscar un kioskito donde comprar agua.
El pelo ya no brilla. Por más que gastes plata en tratamientos y masajes en la peluquería, el exceso de comida hace que el pelo simplemente se vea opaco.
Bueno, con todas estas cosa a mi haber, no me quedó otra que asumir que tengo problemas y hacerme ver.
Fui a un nutriólogo de la Clínica Indisa. El tipo no digamos que es un amor de persona, él no está donde está para hacerte cariñitos y decirte "todo estará bien, tranquilita no más". No, te dice las cosas tal cual son, por muy cruda que sea la realidad.
Y obviamente lo primero que te hace es medirte y pesarte. Al principio le pedí que no me dijiera cuánto pesaba, sino que me dijiera los kilos que tenía que bajar. Me caí de espalda. Porque claro, una sabe que está gorda, pero una no va preparada para que te digan casi que pueden hacer un Mini Me de la grasa que te sobra.
Y te manda a hacer exámenes de rigor: hemogramas, tiroides, curvas de insulina y glicemia, etc. Exámenes que te quitan toda una mañana de tu vida. Pero como una va con la intensión de sanarse, piensa positivo.
Complementado con eso, te da una dieta. El puro nombre ya me da hambre. Para sorpresa mía, la famosa dieta no es tan tan tan trágica. Te permite comer como 5 veces al día y tomar harto líquido.
Finalmente, además de la dieta, te da una receta de unas pastillas que hay que mandar a hacer, que son ansiolíticas e inhibidoras del apetito. Estas pastillas son súper fuertes. Yo estuve los primeros 4 días con mareos y muchas náuseas, hasta que el cuerpo las reconoce y ya no te hacen tanto mal.
Y empecé la dieta portándome como toda una lady. Siguiendo rigurosamente todas las indicaciones.... hasta que:
Desafío 1: Asado con los amiguitos de Paulo. Al principio se veía fácil, porque era carne con ensaladas, totalmente dentro de la dieta. No contaba con el pisco sour de Pancho, con el picadillo previo ni con las papas mayo hechas por mi con mayo casera. Pero sobreviví y estuve orgullosa de mi.
Desafío 2: Cumpleaños de mis pollos. Al día siguiente del asado, mis hermanos estuvieron de cumple y lo celebramos.... con otro asado! Nuevamente eran cosas que yo podía comer. Pero las papas mayo de mi mami simplemente son irresistibles, así que me comí una cucharada sopera y nada más. Y no pude hacerle el quite a la torta. Todo sea por el cumple de mis hermanos.
Desafío 3: Fin de semana en Quilpué. MAL. Pecadora confesa. Bravissimo, pie de limón casero, arroz con bistec. Del terror. Y es que la familia de Paulo me trata tan pero tan bien, que no puedo negarme a comer rico. Simplemente no puedo.
Desafío 4: El resfrío. Con los cambios de temperatura, es evidente que uno se puede enfermar. Y yo sin tener muchas alternativas calientes en la dieta (no arroz, no pastas, no papas). Entonces pequé y me tomé una sopa de carne con crutones. Para los que no entienden, esos sobres de sopa individual son casi pura sal. Pero tenía tanto frío que sucumbí.
Desafío 5: Los fideos. Definitivamente lo que más echo de menos. Sobreviví al arroz y a las papas, pero me dolía no comer tallarines. Así que el domingo antes de la semana del médico, me di el gusto. Pecando a conciencia.
Después de un mes, volví al doctor con mis exámenes y con cara de Gato con Botas para que no me retara tanto.
Pasaron dos cosas:
Bajé 5 kilos, pecando y todo. No lo podía creer. O sea, sí, porque como mi papi dice, la ropa te avisa para los dos lados y los pantalones me quedaban sueltos y los zapatos grandes (cuando tienes retención de líquidos, los pies se hinchan y tienes que comprar zapatos de números más grandes). Yo sabía que había bajado, y pensé en dos kilos, pero 5!!!! Si no hubiese pecado tanto, quizás habría bajado uno o dos más, así que igual bien.
Estoy a 4 milígramos de ser diabética oficial. Aclaro que hace ya varios años soy resistente a la insulina, con remedios y supuestamente cuidándome. Y los exámenes son claros al respecto.
Entonces el doctor me dice "así como estás ahora, eres candidata ideal para internarte ahora y hacerte una banda gástrica, pero démosle una oportunidad a que bajes de peso y cambies tu estilo de vida"
En definitiva, tengo que seguir con la dieta, y bajar 10 kilos más para salir de la emergencia. Ni siquiera para quedar en mi peso ideal, sino que para evitar ser diabética.
Y así estoy. Pecando cada vez que voy a Quilpué y portándome como una lady en Santiago. Tomando mis remedios religiosamente y viendo opciones de ejercicios para que después no ande suelta por la vida.
Si quieren que les mande los datos del doctor o si tienen algunas preguntas, con gusto respondo.********************************
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