Revista Cultura y Ocio

Baladas de primavera

Publicado el 27 diciembre 2021 por Rubencastillo
Baladas de primavera

Volver al Juan Ramón Jiménez más juvenil supone llenar la tarde de luz, de madreselvas y de sonidos musicales. Hay que aceptarlo así, sin los prejuicios y el desdén que el mismo moguereño les dedicó a muchos de aquellos poemas iniciales, en los que juzgó (quizá con justicia) que aún no estaba perfeccionada del todo su lengua lírica. Baladas de primavera son apenas veintiséis poemas publicados en el año 1907, luego reconstruidos, expurgados, tachados y vituperados por el Gran Purista, que dedicó innumerables horas a repensarlos, a reescribirlos, a revivirlos, hasta darles su formulación mejor. ¿Juveniles? Sí. ¿Algo imperfectos y quizá reiterativos? Es probable. Pero qué aroma de autenticidad emocionada recorre sus líneas.

Escribió el maestro onubense que “estas baladas son un poco esteriores; tienen más música de boca que de alma”, y quizá sea cierto. Pero cuando nos dice que “Dios está azul”, cuando nos explica que la amapola es “sangre de la tierra”, cuando le dedica un poema triste a la primera novia, cuando le canta a una mujer “morena y alegre” (que no es otra sino la gitanilla cervantina) o cuando nos regala su balada de los tres besos, comprendemos que aquí ya estaba palpitando la voz germinal de un alto vate, eclosionando en músicas y adjetivos, en exclamaciones y puntos suspensivos, en sinestesias y encabalgamientos.

Volver a Juan Ramón Jiménez siempre es una buena idea. Una excelente idea, de hecho.


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