Revista En Femenino

Balance tras cuatro años de lactancia

Por Felizenbrazos

Ahora que Sara ha cumplido 4 años, me apetece hacer un repaso a los aspectos que más nos importan y nos han importado.

Voy a empezar por la lactancia, que es lo primero que nos unió. Así han sido estos 4 años de teta.

La teta, fue lo primero después de separarnos tras el parto. Sólo unos segundos después de nacer, se enganchó a mi pezón y así estuvo durante horas. No quería tocarla, no quería que nadie la cogiera. Simplemente, quería que estuviese así, a mi lado, sintiendo su calor y notando como mamaba como si lo hubiese hecho siempre. Es increíble como la naturaleza es tan sabia y dota a nuestros hijos de ese conocimiento y del reflejo de succión.

Durante las 48 horas que estuvimos en el hospital, casi no me la quité del pecho. Así, antes de salir de allí, ya tenía los pechos rebosantes de leche.

4 años de lactancia en imágenes

4 años de lactancia en imágenes

Las primeras semanas fueron las más duras. Nunca tuve grietas, pero sí tenía los pezones irritados. Siempre digo que la lactancia con un agarre correcto no duele, no debe doler. Pero también es cierto que al principio, los pezones se irritan. Son una zona delicada del cuerpo, que de pronto se ve sometida a un roce y a una humedad continua y es normal una pequeña molestia hasta que se acostumbran. Si esa misma succión continua se produjese en el antebrazo, también acabaría irritado.

También tuvimos unos cuantos pequeños sustos las primeras semanas. Mi reflejo de eyección era muy potente. Tanto que Sara empezaba a mamar y la leche salía con mucha presión y en mucha cantidad y siempre se atragantaba. Fueron semanas duras, en las que intentaba vaciarme un poco el pecho antes de que empezase a mamar para disminuir ese reflejo. Pero casi todas las veces se atragantaba, estaba un par de segundos sin respirar, tosía incómoda y volvía a seguir mamando. En esas semanas, disparé leche por todos lados. Cada vez que Sara se retiraba del pecho, la leche salía disparada y le caía en la cara, en los ojos, en el pelo…e incluso en alguna persona que se ponía demasiado cerca.

También fueron duras las noches. El pecho a demanda es así, los peques maman cada vez que lo necesitan. Y por la noche mamaba muchas veces. Jose y yo nos caímos por las esquinas del sueño. Lo bueno, es que compartimos cama y de ese modo, los despertares fueron menos y más cortos. Cuando fue creciendo, muchas noches mamaba y no me enteraba, pues ella sola era capaz de buscar mi teta y engancharse. Eso sí, tenía que dormir despechada, para tener el self-service listo toda la noche.

Es estos cuatro años, la teta nos ha dado mucho consuelo. Al principio servía para calmarla, tranquilizarla, que se relajase, además de alimentarla. Con el tiempo, descubrimos que la teta era el mejor calmante. Durante todo este tiempo, la teta ha sido un potente analgésico. Cualquier dolor, cualquier herida, cualquier malestar, todos hemos conseguido reducirlos con el poder sanador de la teta. La tetanalgesia existe.

Los primeros meses estuvieron llenos de comentarios por parte de todo el mundo. Ya sabemos que en esto de la maternidad, parece que la gente de nuestro alrededor es experta y todos dan consejos sin pedirlo. De este modo, al principio todo el mundo me decía que la niña mamaba muchas veces y por eso regurgitaba, porque estaba llena. También me dijeron que posiblemente mi leche no fuese buena y se quedase con hambre, por eso pedía tan seguido. Menos mal que no hice caso de ninguno de los comentarios y seguimos felizmente lactando. Algunas veces expliqué la fisiología de la lactancia; otras, simplemente, sonreía con cara de “que sí, que lo que tú digas pero yo hago lo que me da la gana” y a seguir con la teta. Superados los 6 primeros meses, los comentarios cambiaron de rumbo. Empezó la época de “ya es muy mayor, quítale la teta” o “deja de darle el pecho que con esos dientes tiene que comer pan” o la mejor “a esa edad, ya la teta no alimenta, es sólo vicio” Si ya superas el año de lactancia, oyes verdaderas tonterías. Pero bueno, nada que no se pueda solucionar con unas palabras cortantes. Con algo más de 2 años, directamente pasaron a decirle las cosas a Sara en vez de a mí. En una ocasión le dijeron que la teta era caca; tuve unas palabritas con esa persona y al final terminó pidiendo perdón. Y así hemos seguido hasta ahora. Como ya mama muy poco y sólo en determinados momentos, lo normal es que lo hagamos en casa y no nos vea nadie, así no nos hacen comentarios.

Con estos 4 años de lactancia he proporcionado a Sara un montón de defensas. Es una niña sana y feliz, segura de sí misma y con una personalidad muy bien definida. Puede estar agarrada a mi pierna cuando conoce a alguien nuevo y estar jugando con esa persona cinco minutos después. Desde luego, alargar la lactancia el tiempo que quieran mamá y bebé no hace que los niños sean dependientes.

Pero todo lo bueno se acaba y desde hace unos meses, sé que nuestra lactancia está llegando a su fin. Cada vez mama menos, y cuando lo hace, son sólo unos segundos. Desde el día de su cumpleaños, me ha pedido teta sólo 3 veces. Lo que me alegra es que no ha sido nada impuesto, ha sido algo natural, que va llegando sin esfuerzo y sin presiones. Hace unos meses, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, me dio mucha pena. En este tiempo me he ido acostumbrando y sé que cualquiera puede ser la última vez. Así que estos pocos momentos que tenemos últimamente los disfruto al máximo.

Esta conversación tuvo lugar hace unos días, cuando llegamos a casa del colegio y se estaba lavando las manos para comer:

-Mamá, ¿me das tetita?

-Anda Sara, hacía muchos días que no me pedías, como ya tienes 4 años pensé que ya no querías.

-Mamá, si yo no tomo teta, ¿qué vas a hacer tú con tus tetitas? Yo no veo que tengas ningún bebé para darle teta.

Y con esta lógica infantil de mi hija, que entiende mejor que nadie que los pechos de las mujeres son para alimentar a sus hijos, me despido con una pregunta.

¿Hasta qué edad han mamado tus hijos?


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