Revista Ciencia

Baldosas rotas

Publicado el 12 junio 2014 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

Cambiarse de piso es una locura y aún más cuando lo que buscas es uno que esté sin amueblar, que tenga una cocina que se adapte a mis necesidades culinarias, una habitación extra para un despachito y que se encuentre en un lugar determinado. Por fortuna hemos encontrado algo que se adapta a lo que tenemos (un pisazo) en una buena zona residencial y tranquila.Baldosas rotas

En estas semanas hemos ido unas cuantas veces a ese lugar vacio, esperando a que nos llegue lo mínimo para poder vivir, ya se sabe, cama, frigorífico, lavadora, microondas. Durante uno de los paseos me tropecé. Es algo que me pasa siempre, es que soy bastante torpe y casi voy arrastrando los pies por el suelo, pero esta vez la culpa la tenía la acera y sus baldosas rotas, que me hicieron recordar años pasados.

Cuando acabé la carrera entré a trabajar en un laboratorio de ensayos sobre materiales de construcción (INTROMAC). Fueron cinco buenos años, donde aprendí mucho y apliqué otro tanto de lo que me enseñaron en la carrera. Trabajé en muchas cosas, pero la piedra natural era mi especialidad allí dentro.

Mi trabajo consistía en hacer sufrir a las rocas, torturarlas hasta que lograba sacarles una confesión sobre sus propiedades. Si tenía que comprimirlas lo hacía, si tenía que mojarlas hasta ahogarlas las metía en un baño durante horas, las sometía a altas presiones y las flexionaba. Todo para obtener unas propiedades que no siempre se leía la gente.

Entre todas las propiedades estaba la resistencia a la flexión, un ensayo del todo simple que consistía en colocar una serie de diez probetas alargadas, de unos 30x10x5 cm, que se apoyaban en dos puntos y se le sometía a una presión en un punto intermedio entre ambos y con dirección opuesta hasta que rompía. Esto generaba diez datos cuyo promedio era la resistencia de la roca en MPa.

Pero además de este resultado, la normar utilizada, la UNE-EN ______, tenía una serie de anexos con información interesante.

Esto me devuelve al principio, a esa baldosa rota que estaba situada a la entrada de un garaje. ¿Casualidad? Para nada.

Pero esta baldosa bien podría encontrarse en el paseo peatonal de una ciudad. No es extraño ver alguna fracturada en estos lugares, escondiendo por debajo charcos que salen a relucir en los peores días de lluvia, pero esto no quiere decir que la roca, como piedra natural, sea un material inadecuado. Todo lo contrario, es el ideal. Estéticamente bonito, duradero, resistente, pero con mala fama debida a arquitectos y calculistas que en ocasiones no saben con lo que están trabajando.

En esos anexos explicaban dos cálculos ideales para estas personas. El primero era la determinación del valor mínimo esperado, que no es otra cosa que a partir de los datos de ensayo es posible calcular cual podría ser el valor más bajo que podría dar el material. De este modo uno podía curarse en salud en el momento en el que realizara los cálculos de sus proyectos.

El segundo cálculo tenía en cuenta varios factores para determinar el espesor de las baldosas que se fueran a colocar. El primero de esos factores son las dimensiones de la baldosa, su ancho y su largo. El segundo la resistencia del material, que podría ser el valor mínimo esperado. Y el tercero tenía en cuenta el uso final al que iba a ser sometido las diferentes baldosas, expresado mediante un factor de seguridad.

Vamos a poner un ejemplo para que se entienda. Tenemos una calle en la que se van a poner baldosas con unas dimensiones de 300×200 mm, un tamaño normal, con un granito al que se le ha calculado una resistencia de 15 MPa, un valor también normal. El uso que se le va a dar a esta calle puede ser únicamente peatonal o con el paso de bicicletas, por lo que el factor de seguridad es de 3,5 dando como resultado la necesidad de que las baldosas tengan un espesor de 29 mm. Pero puede ocurrir que en esa calle haya comercios y sea necesario el paso ocasional de furgonetas de reparto o vehículos de emergencia. Entonces hay que usar un factor de seguridad distinto y que se eleva a 6, elevando el espesor hasta los 38 mm, casi 1 cm de diferencia con el anterior.

Claro, hacer estos cambios en la planificación elevan los costos y las necesidades material, además del peso de cada baldosa (de 4,5 Kg a 5,9 Kg), pero este coste extra queda compensado por el menor mantenimiento que habría que hacer a ese paseo, donde existirían menos baldosas rotas que tuvieran que ser sustituidas, con lo que esto puede suponer para un ayuntamiento a lo largo de los muchos años que soporta este tipo de material.

Las baldosas con las que me tropecé perfectamente podrían haber servido como tejas, pero sobre ellas pasaban coches entrando y saliendo de un edificio. Estéticamente eran muy bonitas, pero el arquitecto, en lugar de la durabilidad, buscó la rentabilidad, y seguramente a los vecinos, ese aspecto económico les vaya a salir caro.


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