Revista Solidaridad

Bancos de alimentos

Por Pcelimendiz

Wang y yo solemos hacer la compra una vez a la semana. Hoy, al llegar a nuestro supermercado habitual, nos hemos encontrado con dos voluntarios que estaban recogiendo productos destinados a uno de los múltiples bancos de alimentos que se han extendido (al parecer de forma incuestionable e imparable) por toda nuestra geografía.


Bancos de alimentosLo que sigue a continuación, lo podéis imaginar. Uno de los voluntarios, en voz alta, nos pregunta si queremos colaborar con ellos, entregándonos una bolsa donde meter los productos que queramos entregarles, tras nuestro paso por caja.
Cuando rechazo la bolsa, con un amable "no, gracias", me veo obligado a hacerlo ante los dos voluntarios, tres cajeras del supermercado, dos jubilados que acababan de entrar detrás de mí y una joven pareja con dos niños que andaban correteando por el lugar.
Por una milésima de segundo, el tiempo se paró. ¿Cómo puedo ser tan mala persona para no colaborar con esta iniciativa? ¿En qué tipo insolidario e insensible me he convertido? Incluso Wang: -¿pero qué te cuesta coger la bolsa y entregarles una bote de lentejas o una botella de aceite?
Así que, aquí me tenéis. Ya que he tenido que mostrar en público mi insensibilidad y mi falta de compasión hacia las necesidades más esenciales de algunos de mis congéneres, he decidido escribir esta entrada para confesar mis pecados.
-Me llamo Pedro, soy trabajador social y no colaboro con los bancos de alimentos.
De momento, me niego a colaborar con estas formas de nueva beneficencia. Me niego a aceptarlos como la solución a los problemas, como una especie inevitable de mal menor ante la dejadez y la inoperancia de nuestros gobernantes con la  protección social y los derechos sociales.
Sé que han ganado. Sé que la ideología se ha impuesto. Sé que los bancos de alimentos, las tómbolas benéficas, las recogidas de juguetes, los rastrillos y  campañas solidarias han vuelto para quedarse. El Estado no va a ocuparse de la protección social (por convicción, por falta de recursos, o por una combinación de ambas cosas), así que ha de ser la sociedad civil quien lo haga.
Ya sé que tendría que dejarme de filosofías, que la gente tiene que comer, que hay gente que está pasando hambre y que eso justifica en sí mismo cualquier iniciativa, bajo cualquier forma y de cualquier modo. ¿Quién puede argumentar nada en contra de los bancos de alimentos?
Como digo, aquí me tenéis. Pensando, seguro que de forma equivocada, que todas estas iniciativas forman parte del problema, no de la solución. Que la pedagogía que se transmite con ellas no nos conduce a una sociedad con menos problemas, ni más justa, solidaria o protectora con los débiles.
De momento, no estoy colaborando con estas iniciativas. Pero no sé cuanto tiempo resistiré. Wang empieza a enfadarse conmigo...
Si queréis profundizar un poco más en el tema, os pongo este enlace a un artículo con el que no estoy de acuerdo del todo, pero que contiene algunos datos para reflexionar.

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