Los baños turcos, también conocidos como baños de vapor, son beneficiosos para la salud. Esto se conoce desde el Antiguo Egipto ya que ellos fueron los que empezaron a usar esta práctica para conseguir un estilo de vida saludable. Nació como un verdadero ritual para limpiar el cuerpo, algo parecido a los actuales tratamientos de spa.
La temperatura en el interior de un baño turco es de entre 40 ° y 60 °, y el porcentaje de humedad oscila sobre un 90-95%.
En cuanto a la salud, debo decir que los baños de vapor inciden sobre nuestro estado de ánimo de forma directa y por eso se utilizan como coadyuvantes en terapias anti-estrés.
Pero el bienestar que se consigue mediante estos baños no es sólo una cuestión psíquica. El calor se los baños dilata los vasos sanguíneos y mejora nuestra circulación. Produce un efecto tonificante.
Además, abre de los poros de la epidermis consiguiendo una limpieza profunda de la piel y una purificación intensa. Si vas a un baño turco verás de seguida como tu piel tiene más luminosidad, elasticidad y suavidad.
En casos de refriados es aconsejable acudir a baños turcos porque el calor húmedo ayuda a aliviar la congestión. Cómo lo consigue? Disolviendo la mucosidad, cosa que ayuda a poder expulsarla con más facilidad.
Otro beneficio de los baños de vapor es la eliminación de toxinas a través del sudor provocado por el calor. Este tratamiento con calor estimula las glándulas sudoríparas que limpian y desintoxican la piel de sustancias tales como el sodio, alcohol, nicotina y metales pesados carcinógenos que se acumulan en el cuerpo.
Pero no todo es bueno. Si tienes la presión baja no te aconsejo que vayas a un baño turco porque te puede dar una bajada de tensión y marearte e incluso perder el conocimiento. Tampoco se recomienda para personas que tengan problemas cardiovasculares ni renales.
¿Has ido alguna vez a un baño turco?