El principal mérito de una exposición como El festín frágil de Hannah Collins (Londres, 1956) no es el tema escogido y representado en sus fotografías: la cocina. Tampoco resulta crucial la figura de Ferran Adrià, autor de las creaciones retratadas, y menos aún el inherente exotismo de unos platos que amplían –aún más– el mito gastronómico de un establecimiento como El Bulli. El brillo unificador que hace de esta muestra un documento de interés es el oficio de la propia artista, que combina su experiencia cinematográfica y literaria en unas imágenes que, más allá de lo culinario, inciden en los aspectos sociales y geográficos de los productos y su posterior transformación.
El festín frágil, inaugurado el pasado 5 de julio en la Fundació Suñol –y a clausurar el 1 de septiembre– son 250 fotografías representando a 35 platos del chef catalán. Imagen, texto y numerosos documentos que amplían la ya de por sí larga historia de unas recetas que también contarán con una representación editorial, un volumen en el que Hanna Collins amplía la información de la muestra y que nos acercará a exquisiteces de la talla de las anemonas gaditanas, el kuzu japonés o la miel de las abejas nómadas cultivada en Italia.
Todos los sentidos volcados en una causa que explora una vez más las sorprendentes relaciones entre las artes visuales y gastronómicas.
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