A finales de los setenta no existía internet y apenas había libros interesantes sobre música rock, por lo que nos las teníamos que apañar con otras fuentes de conocimiento. Una posibilidad era tu grupo de amigos, sobre todo si había alguno con hermanos mayores que pudiera asesorar; otra opción eran ciertos programas de televisión, como “Popgrama. Revista de rock & rollo” (1977-1981) o “Musical Express” (1980-1983); la tercera posible vía de sabiduría venía de la mano de las revistas especializadas, como “Vibraciones”, donde supe de la existencia de un grupo británico de rock sinfónico conocido como Barclay James Harvest, nombre elegido tras escoger tres palabras al azar. Comenzaron a tocar en 1967 y se disolvieron en 1997, en realidad se separaron en dos grupos con nombres muy parecidos. No publicaron su primer disco, homónimo, hasta 1970, un trabajo pop con arreglos sinfónicos al estilo Moody Blues, de hecho a este grupo a menudo se le ha comparado con ellos, principalmente en su primera etapa con el sello discográfico Harvest, donde publicaron cuatro álbumes de estudio en los que se utilizó, de manera habitual, una orquesta sinfónica. Tras estos discos con Harvest fichan por Polydor, y comienza así una nueva época sin apenas arreglos orquestales, con un sonido más eléctrico y con fuerte presencia del mellotron, al igual que hicieran otros grupos de rock progresivo coetáneos. A esta época pertenecen sus trabajos tal vez más conocidos, ambos muy buenos: “Time Honoured Ghosts” (1975) y “Octoberon” (1976). El tema que traigo hoy pertenece a su excelente segundo Lp, “Once again” (1971) y, por lo tanto, a su etapa sinfónico-orquestal; es el corte número 5 y se titula “Mockingbird”. Probablemente sea su tema más conocido, el que nunca falta en sus conciertos (aquí puede verse una versión en directo y sin orquesta); en poco más de seis minutos y medio, este grupo nos deleita con una pieza épica que comienza con una parte melódica protagonizada por voz y teclados, un poco antes del minuto 2 entra la orquesta sinfónica, perfectamente ajustada con los instrumentos eléctricos, en un crescendo que tiene su clímax a partir del minuto 4 con la entrada de la guitarra; hacia el minuto 5 y medio el tema comienza a suavizarse, otra vez con la inestimable ayuda de la orquesta, hasta que finalmente se consume.
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