A decir verdad la experiencia de mi primera lectura de Bartleby, the scrivener, en la época de la universidad, se puede reducir a desconcierto, incomprensión y nula inclinación a desentrañar sus vericuetos. Sin embargo, en su segunda lectura, ahora en la actualidad, la percepción de la obra ha sido otra bien distinta, y el desconcierto se ha convertido en interés, reflexión y admiración por el genio de Herman Melville. Como bien dijo Jorge Luis Borges a Susan Sontag,
Hasta el siglo XIX la literatura americana había permanecido totalmente dependiente de la literatura inglesa pero a partir de 1800 autores como Poe, Whitman, Crane, Dickinson, Emerson, Hawthorne y nuestro autor de hoy, Melville, comenzaron a expresar la realidad americana, creando así un estilo propio, aunque cada uno con temática y formas bien diferenciadas."La relectura es una actividad que considero muy importante, ya que uno renueva el texto: el libro y uno, ya no somos lo mismo en el momento de las relecturas. Como dijo Heráclito: 'Nadie se baña dos veces en el mismo río'. El río fluye, y Heráclito también fluye. Y yo soy ese viejo Heráclito bañándome no en ese mismo río, sino en otro, agradeciendo la frescura de esas aguas."
En la ficción de Melville el hombre se haya viviendo permanentemente en una dualidad: el Bien contra el Mal, la "cabeza" contra el "corazón". Su sentido tráfico de la vida, con ese estilo bíblico que caracteriza al autor, parece expresar un universo que se confabula contra la felicidad y la paz mental del individuo. Y ante esta situación no queda a veces otra alternativa más que la resignación, el abandono de uno mismo.
En Bartleby, the scrivener un abogado, el narrador de la historia, contrata para su despacho a un escribiente, Bartleby. Todo transcurre con total normalidad hasta que un día, para sorpresa del abogado y de los otros empleados, Bartleby se niega a realizar su trabajo, "I would prefer not to" ("Preferiría no hacerlo"). Pero este abandono acaba afectando no solo al trabajo sino a los demás aspectos de su vida. Ni el abogado, ni nadie, logra comprender la actitud de Bartleby y el trágico final acaba por precipitarse.
Pero, ¿cuál es el motivo del abandono existencial en el que se sume Bartleby?
Algunos han visto en esta obra, en la resiganción de Bartleby una proyección autobiográfica de Melville que, habiendo perdido el favor del público que le habían dado historias de aventuras como Typee, se resigna a volver a ellas en busca de fama y dinero dejando atrás otras ambiciones como escritor. Sin embargo, a mi entender hay que buscar interpretaciones más universales...
Quizá el "Dios ha muerto" postulado años más tarde por Nietzsche, ese llegar a ser consciente de la no-existencia de Dios lleva a Bartleby a la total desesperanza. O tal vez, en el ejercicio de su libre albedrío Bartleby haya decidido que la no-acción se convierta en su modo de vida. Pero no se ha dado cuenta de que la falta de acción, de pasión, convierte al ser en la nada, la negación de todo, como escribía Sartre; el ser es existencia, no esencia.
Cabe la posibilidad de que, tal vez, Bartleby se sienta como esas cartas muertas, sin destino y por todos olvidadas, haya perdido el valor y el sentido de la vida y caído en una profunda depresión vital. ¿O es Bartleby acaso un rebelde, un dinamitador del orden social?
Sea cual fuera la causa de ese "I woul prefer not to" parece estar claro que la decisión de Bartleby es una decisión en libertad. ¿O no? Los científicos actualmente proclaman que ese libre albedrío es una ficción, una quimera, en un mundo mas determinista de lo que el hombre desearía. Determinismo que nos convierte en marionetas en manos de la biología o la genética y que deja un vacío ético y moral bajo nuestros pies.
Como se puede comprobrar Bartley, the scrivener no es buena literatura, de la que ofrece respuestas, sino gran literatura, de la que plantea al lector múltiples y retadores interrogantes. Es una figura de múltiples caras en las que cada uno puede hallar su reflejo.
"Ah Bartleby! Ah humanity!"
"¡Oh Bartleby! ¡Oh humanidad!"
Esta portada que os dejo aquí arriba es la de la edición que yo he leído, de Penguin Classics, que está en casa desde los años de la facultad y lleno de anotaciones varias- Helene Hanff seguramente me reprendería por ello-, y que recoge otros relatos de Melville, como Billy Budd, the sailor, que, en cuanto le encuentre un hueco, lo encontraréis también reseñado en el blog.
¡Gracias por estar ahí y por vuestros comentarios! Nos leemos...