La agencia de (des)calificación Moody’s acaba de reducir a la categoría de bono basura la deuda de Portugal. Y eso a pesar de que nuestros vecinos acaban de elegir un Gobierno de derechas, que ya se había puesto manos a la obra renovando y ampliando recortes, lo que demuestra que poco o nada le importa a las agencias de calificación quién gobierne. El poder es de ellos.
Basura son las 700.000 viviendas que, según el ministerio de Fomento, esperan un comprador que no llega. Bloques fantasma que se degradan sin pausa por falta de uso y mantenimiento, oxidándose con la húmeda brisa mediterránea, pasto final de las malas hierbas. Es la herencia inerte del desenfreno de años de crédito fácil y de alegría en los balances que no se utilizó para innovar ni reinvertir en la propia empresa.
Basura es también la que transporta Occidente a África y Asia cada año: unos 50 millones de toneladas sólo en residuos tóxicos. Es más barato transportarla que reciclarla y la corrupción, que no conoce fronteras, hace el resto. Basura es empobrecer todo un continente, de tal forma que sus hombres más fuertes lleguen a nuestras costas exhaustos huyendo de tanta basura y aquí encuentren más todavía. Todo eso y más es basura. Se la reconoce fácilmente por el tufo que corta la respiración y porque tarda muchos años en desaparecer.