El Roto, directo al cerebro.
Pensaba escribir este artículo centrándome en la vergonzosa espiral de basura informativa en que, desde hace un tiempo, han entrado sin atisbo de rubor los medios de comunicación (más bien de propaganda) de este país. No todos, claro que no, pero de los periódicos de tirada nacional no se salva ni uno, no hablemos ya de las televisiones y las emisoras de radio.
Como periodista convencido de la responsabilidad social de mi profesión, me alarma y asquea esa peligrosa competición por ver quién suelta la barbaridad más grande. Podría hacer una larguísima recopilación de portadas de diarios e “informaciones” aparecidas en televisión. Una de las más sonadas y ridículas de las últimas semanas fue la “exclusiva” de Antena3 que “destapaba” la relación entre Podemos, Venezuela, la CUP y ETA, pero es que cada día aparece una nueva portada que supera a la anterior en lo que a pisotear el código deontológico del periodismo se refiere.
Digo que esa competición es peligrosa porque los medios continúan teniendo un enorme poder de influencia sobre la población. Aunque el desprestigio del periodismo haya alcanzado ya niveles difícilmente superables, la gente que ve esas cadenas de televisión, escucha esas emisoras y lee esos periódicos acaba interiorizando las mentiras que difunden de forma marcadamente tendenciosa. Tienen una misión panfletaria que cumplir, ya que, lejos de pretender informar de forma más o menos objetiva, buscan la conformación de un estado de opinión muy determinado, que responde a los intereses del establishment político y económico.
Y aunque el auge de las redes sociales y los medios digitales independientes dificulta el oligopolio de la información, todavía existe una gran masa de votantes y consumidores (así los ven) que confía en lo que aparece en la tele.
Lo de estas últimas semanas resultaría esperpéntico si no fuera tan grave. La demonización de Podemos por parte de unos y el interés en dirigir los pactos para la conformación de gobierno por parte de otros, en lo que, en todo caso, es una repugnante estrategia coordinada, podría estudiarse como ejemplo de propaganda política. La libertad de información se ha pervertido por completo, lo que ataca directamente a uno de los pilares de la democracia.
Algo muy grave está ocurriendo cuando los medios dejan en segundo plano el hecho de que una organización probadamente criminal lleve más de cuatro años al mando del gobierno y muchos más delinquiendo con total impunidad a lo largo y ancho de la geografía española, para destacar día tras día, portada tras portada, las “líneas rojas” de Podemos y sus relaciones con Venezuela, Irán y lo que tengan a bien inventar.
Pero la gota que ha colmado el vaso de mi paciencia, y de mi confianza en el funcionamiento del tan cacareado Estado de derecho es lo que pasó el viernes con la actuación de una compañía de teatro de títeres durante la programación cultural del Carnaval de Madrid.
Ayer vi esta portada del ‘ABC’, y pensé en incluirla en la terna de ejemplos para ilustrar el artículo. Nuevamente, la anécdota elevada a la categoría de cuestión de Estado con la única pretensión de atacar a una formación política “enemiga”. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, lleva siendo objetivo prioritario de los panfletos desde que osó disputarle la alcaldía a Esperanza Aguirre. Le han dedicado montones de portadas absurdas que sólo hacen que alimentar el frentismo.Pero el asunto de los titiriteros dista años luz de ser una anécdota, y no por el contenido de la obra que representaban (ahora iré a ello), sino porque llevan detenidos dos días. Dos días en prisión provisional por orden de un juez de la Audiencia Nacional, acusados de enaltecimiento del terrorismo porque en un momento de la función aparecía una pancarta con el texto “GORA ALKA-ETA”.
Tras leer las primeras informaciones sobre el asunto pensé que los artistas se habían pasado dos pueblos actuando ante un público mayoritariamente infantil, y es que la obra se había incluido en la programación destinada a menores, y, además de la pancarta, aparecían asesinatos y violaciones.
Leído así está claro que los titiriteros tienen poca justificación. De todas formas, ¿acabar en la cárcel por ello? ¿Aun en el caso de que, efectivamente, hubiera consignas que se pudieran interpretar como de apoyo a ETA? ¿Los actores de una película o una obra de teatro deben acabar en la cárcel por interpretar a terroristas o a asesinos, por ejemplo? Me parece demencial.
El Ayuntamiento ha reaccionado al verse salpicado por los medios rescindiendo el contrato con la empresa encargada de proporcionar la programación cultural del Carnaval y demandando a la compañía Títeres desde Abajo por “la posibilidad de que se cometieran actos ofensivos o lesivos para la sensibilidad del público”. Conociendo sólo lo publicado por los medios, en mi opinión debería haber una responsabilidad de los programadores por no comprobar a priori el contenido de un espectáculo destinado a un público infantil, pero bueno, dice el Ayuntamiento que contratan en base a las sinopsis que les hace llegar la empresa programadora, y que en este caso el texto que recibieron no se correspondía con lo exhibido finalmente. E insisto en que la compañía debería haber reaccionado antes de la representación, al verse rodeados de niños expectantes. Para mí, ése es su único delito.
Los medios sólo buscan carnaza, no les interesa en absoluto la verdad ni el contraste de puntos de vista. Yo, como padre de un niño de seis años, probablemente me habría indignado, no por el cartel, sino por que mi hijo fuera testigo de crímenes, aunque los protagonizaran títeres, y tengo claro que habría responsabilizado a los responsables de programar semejante espectáculo.
Digo “probablemente” porque no he visto la obra ni la conozco. Bueno, ahora sí la conozco porque me he molestado en buscar información sobre ella; y resulta que hay bastante: la propia compañía creó un blog específico. Me ha llevado un par de minutos encontrarlo y, desde luego, cualquiera que se pare a leer dos líneas de las explicaciones que se ofrecen concluirá que no se trata de un espectáculo infantil.
La obra se titula ‘La bruja y Don Cristóbal’, y aquí podéis encontrar toda la información sobre ella, desde el proceso de creación de las marionetas hasta las motivaciones ideológicas en que se basa. Es imposible encontrar nada que lleve a pensar, ni remotamente, que hay enaltecimiento del terrorismo. A no ser que la ideología libertaria sea considerada terrorismo. Lo inquietante es que en la España del siglo XXI es así. La Inquisición, avalada por la Ley Mordaza, ha regresado para criminalizar la libertad de expresión y de pensamiento y dos titiriteros anarquistas (uno de ellos militante de la CNT en Granada) han sido arrestados por representar una función que cuestiona los pilares de la sociedad capitalista, represiva y machista. Triste ironía: a la cárcel por criticar la falta de libertad de expresión.
“La caza de brujas y la represión son los temas centrales de nuestro espectáculo. Las mujeres de hoy que deciden vivir libremente son también perseguidas, señaladas o cuestionadas, que a nadie le quepa duda. Destruir el patriarcado, la autoridad, la propiedad privada, es destruir los pilares del sistema y el sistema no permite que quede impune”. Es parte del texto que Títeres desde Abajo ofrece en el blog de ‘La bruja y Don Cristóbal’.
Uno puede estar o no de acuerdo con lo que dicen, pero el arte es, incuestionablemente, y entre otras cosas, un medio para difundir ideología. Y eso no es delito, siempre y cuando no haga apología de actitudes que atenten contra los derechos humanos. Sí, la pancarta. Resulta que, en esa crítica al sistema represivo, uno de los personajes, el policía, se la coloca a otro, la bruja, tras dejarla inconsciente, y le hace una foto para acusarla, precisamente, de hacer apología del terrorismo. Pero, claro, convenientemente sacada de contexto, cualquier cosa puede ser utilizada para demostrar aquello que nos conviene, igual que hace esa marioneta policía.
Todo este asunto me asquea. Es una metáfora terrible sobre la democracia podrida que los defensores del sistema se afanan en envolver en bonito papel de celofán. No puede ser, es demencial que esas dos personas estén encerradas por hacer su trabajo.
Y lo que más me decepciona es que Ahora Madrid no haya tenido el valor de defenderlas. Por ignorancia quizás. Muy mal por su parte. Yo he tardado dos minutos en encontrar la información sobre la obra. No es para niños, es evidente, porque ellos no pueden entender el mensaje que transmite, pero en ningún caso, insisto, hace apología ni del terrorismo ni de la violencia.
Ahora Madrid ha emitido un comunicado en que rechaza que se pueda acusar a la compañía de enaltecimiento del terrorismo y donde defiende la libertad de expresión…, pero no reclama la puesta en libertad de los titiriteros. Es muy decepcionante.
En la gala de los Goya Juan Diego Botto ha hecho un guiño en su favor, el único en toda la noche y Pablo Iglesias ha tenido los reflejos de agradecerlo por Twitter, cosa por la que, no me cabe duda, le van a llover los hachazos de la derechona casposa y la derecha moderada. También Izquierda Unida y su líder, Alberto Garzón, los han apoyado públicamente.
Es muy grave, reitero, que en la España de 2016 se encarcele a personas por motivos ideológicos, cuando, por ejemplo, ideologías genocidas, como el franquismo, campan a sus anchas. Cuánta hipocresía. Y mientras, que sigan clamando por los presos políticos en Venezuela y colgándose letreritos con ‘Je suis Charlie’.
Cínicos. Son unos cínicos muy peligrosos.
#LibertadTitiriteros