Revista Cultura y Ocio

Batalla de Maratón

Por Enrique @asurza

En la Batalla de Maratón, una fuerza inferior de hoplitas griegos aprovechó una oportunidad para derrotar a sus enemigos persas, explotando su superior armadura y disciplina para obtener una de las victorias tácticas más famosas del mundo antiguo. No obstante, esto no puso fin a la amenaza persa contra las ciudades estado independientes griegas.

Datos de la Batalla de Maratón

Quiénes: Casi 11.000 hoplitas atenienses y platenses, capitaneados el día de la batalla de Maratón por el general ateniense Milcíades, se enfrentaron a un ejército persa multiétnico en número de unos 25.000 soldados, bajo el mando del persa Artafemes y del noble medo Da lis.

Cómo: Los atenienses debilitaron el centro de su línea y fortalecieron sus alas, permitiendo que los persas avanzaran por el centro, para ser derrotados por los flancos y ver su centro rodeado por las alas victoriosas del ejército griego.

Dónde: La llanura de Maratón, a unos 42 km de Atenas.

Cuándo: 12 Je agosto del 490 a.C.

Por qué: Los persas querían atacar Atenas para castigar a la ciudad por su apoyo a la rebelión de las poblaciones griegas jonias.

Resultado: Los persas fueron expulsados de Grecia durante 10 años.

Antecedentes

Hacia el 539 a.C., los persas, bajo Ciro el Grande, habían conquistado buena parte de Anatolia, incluidas las poblaciones griegas costeras que había en Jonia. Inicialmente, las relaciones entre los persas y sus súbditos griegos fueron relativamente cordiales. Durante las décadas siguientes surgieron una serie de tensiones que agriaron esa relación. Los persas impedían el desarrollo económico griego con restricciones comerciales. Además, los autócratas persas impusieron tiranos títeres a las ciudades estado jonias, algo que iba contra la ética de los griegos, de mentalidad independiente. En el 499 a.C. los jonios finalmente estallaron en una revuelta abierta contra los persas. Su líder, Aristágoras de Mileto, buscó ayuda entre los estados continentales de Grecia.
Su primer intento de alianza fue con Esparta. Los espartanos tenían el mejor ejército Grecia, y, por tanto, eran una buena opción. Por desgracia. el rey Cleómenes no entendió que el envío de fuerzas para luchar por los lejanos griegos jonios tuviera interés alguno para los espartanos, así que declino apoyar la revuelta. Aristágoras obtuvo mejor acogida en Atenas. Pronunció un discurso ante la asamblea ateniense, en el que defendió que los persas eran inferiores a los griegos en combate, y que la riqueza del gran imperio proporcionaría mucho botín a los vencedores. La asamblea debatió la cuestión y decidió enviar ayuda a sus primos jonios; un escuadrón de 20 naves de guerra. La armada griega hizo escala en Éfeso, donde desembarcó la tropa. El ejército se dirigió a la capital persa, Sardis; la ciudad fue tomada rápidamente y, ante la aproximación de un ejército persa, incendiada y arrasada. En una batalla posterior, los griegos fueron derrotados y los atenienses decidieron regresar a casa. La revuelta continuó hasta el 495 a.C.. pero el resultado era inevitable: las poderosas y centralizadas fuerzas armadas persas aventajaban a los individualistas estados griegos al luchar en una guerra prolongada.
Aunque la revuelta había sido sofocada con éxito, el rey persa, Darío I, se enteró de la participación de los atenienses y enfureció. Un relato de Heródoto cuenta que Darío, ordenó que un esclavo le dijera Maestro, recordad a los atenienses tres veces antes de cada cena, para no olvidarse de castigarlos por su interferencia. Y así, en el año 492 a.C, Darío envió una expedición bajo el mando de su yerno Mardonio, para hacerlo, pero las tribus hostiles de Tracia y el mal tiempo frente al monte Athos obligaron a las fuerzas a regresar a casa.

La Campaña

hoplita griego

Hoplita griego

Darío no iba a darse por vencido en sus planes de castigar a los atenienses. Así, al año siguiente se preparó otra expedición. Esta iba a cruzar el Egeo para castigar a los atenienses y a los eretrios, que también habían apoyado la revuelta, incendiando sus ciudades y esclavizando a las poblaciones. Esta fuerza sería transportada por mar, evitando así los problemas que habían acosado a la expedición de Mardonio. El componente naval de la expedición estaba compuesto por casi 600 naves. Quizá 200 de ellas eran naves de guerra que servían de escolta a la flota, mientras que las otras 400 eran transportes que llevarían a los soldados y sus provisiones. Entre los transportes había una serie de unidades especialmente diseñadas para los caballos, que llevarían las monturas de la caballería persa. La fuerza de desembarco alcanzaba quizá 25.000 hombres armados, entre ellos un pequeño contingente de caballería, tal vez unos 1.000 en total. Esta fuerza estaba a las órdenes del sobrino de Darío, Artafernes, y de Datis, un noble de ascendencia meda. También estaba presente Hipias, quien había gobernado Atenas como tirano hasta que fue expulsado en el 510 a.C. Los persas comprendían la naturaleza rebelde de la política en una ciudad estado griega, y sin duda veían el potencial de utilizar a Hipias para alzar una quinta columna dentro de la propia Atenas.
La flota persa se hizo a la mar desde Tarso y navegó hacia el oeste. La armada tocó varias islas por el camino y las redujo mediante amenazas o por la fuerza. Se realizó un desembarco importante en la isla de Eubea, para atacar la ciudad de Eretria, señalada por Darío, junto con Atenas, para ser castigada por su participación en apoyo de la revuelta jonia. La población de Eretria se encontraba en un dilema acerca de lo que debía hacer ante una fuerza tan poderosa.
Algunos se inclinaban por tratar de defender la ciudad, mientras que otros apoyaban su abandono y la continuación de la lucha desde las montañas próximas. Sin embargo, antes de que se hubiera podido tomar una decisión, la ciudad fue entregada por una facción que había sido sobornada con oro persa a cambio de abrir las puertas de la ciudad. Los templos de la ciudad fueron incendiados en justo castigo por la destrucción de Sardis. Desde Eubea, los persas se dirigieron a Atica, donde desembarcaron el 5 de agosto en la llanura de Maratón, a casi 42 km de Atenas. El lugar fue elegido sin duda en consulta con Hipias, ya que ofrecía todo lo que los persas necesitaban, una larga playa donde se podían varar las naves, un amplio suministro de agua, acceso a Atenas y espacio para maniobrar, especialmente para la caballería, si los atenienses decidían presentar batalla en ese lugar.
Cuando los atenienses conocieron el desembarco de los persas, enviaron a buscar ayuda: el heraldo Filípides hizo una famosa carrera de 225 km hasta Esparta. Por desgracia, los espartanos no podían enviar ayuda a causa de una festividad religiosa, la Carneia, que no les permitiría marchar hasta el 12 de agosto. Con estas noticias, los atenienses debatieron las medidas a tomar. Algunos se mostraron a favor de prepararse para un asedio; aunque, dada la presencia de Hipias y la traición de Eretria, esto parecía bastante arriesgado. Otros defendieron que era imperativo mantener a los persas encerrados en Maratón y no permitirles aproximarse a la ciudad. En este grupo se contaba el general Milcíades. Su opinión tenía cierto peso, ya que había tenido relaciones anteriores con los persas y había combatido en la revuelta jonia. Como consecuencia, el ejército ateniense de casi 10.000 hoplitas, una infantería fuertemente armada, marchó hacia Maratón. Se les unió una fuerza de entre 600 y 1.000 hoplitas de la ciudad de Platea, antigua aliada de Atenas.

Disposiciones

Los persas arrastraron sus naves a tierra a lo largo de una estrecha playa llamada Schoinia, tras de la cual se hallaba una extensión pantanosa. Más allá del pantano había una población con una gran extensión de terreno abierto que estaba cerca de un manantial; los persas establecieron ahí su campamento principal, porque les proporcionaría agua y forraje. Los atenienses y sus aliados platenses acamparon en el extremo meridional de la llanura de Maratón, al norte de un pequeño pantano, la Brexisa, entre unos terrenos elevados y el mar. Los griegos protegieron su campamento con árboles caídos, provistos de ramas especialmente afiladas.

La Batalla de Maratón

hoplita espartano

Hoplita espartano

Los dos ejércitos se encontraron frente a frente quizá durante cuatro días. Ambos bandos tenían buenas razones para esperar. Para los atenienses, cada día que pasaba aproximaba más la ayuda espartana: con el final de la Carneia el 12 de agosto, los espartanos podrían marchar en su ayuda y llegarían quizá el día 15. Además, dada la gran extensión de la llanura de Maratón, y la capacidad de los persas para desplegar y maniobrar allí su caballería, no tenía sentido táctico que los griegos abandonaran el terreno favorable próximo a su campamento fortificado, que estaba situado entre el mar y las colinas. Esto convertiría a los hoplitas, fuertemente armados, con su formación de falange, en una fuerza formidable contra los persas, dotados de un equipamiento más ligero. Por su parte, los persas tenían también razones para creer que el tiempo jugaba a su favor, al menos inicialmente. Como había ocurrido en Eretria, esperaban ayuda del interior de la propia ciudad. En este caso, esperaban que los partidarios de Hipias traicionaran a la ciudad en su favor, sin duda con el estímulo del oro persa. Los persas estaban esperando una señal, un escudo de bronce muy pulido que lanzaría destellos desde el monte Pentele, lo cual indicaría que todo estaba preparado.
Aunque los detalles del plan no se conocen, parece claro que los persas embarcarían al grueso de su tropa en naves y navegarían hasta Atenas mientras las fuerzas atenienses estuviesen todavía en Maratón. Además, los persas no deseaban asaltar a los atenienses y a los platenses mientras se hallaran en sus posiciones fuertes en el extremo meridional de la llanura, porque el terreno anularía tanto su ventaja numérica como la movilidad de su caballería.
No obstante, en la tarde del 11 de agosto, a los persas se les agotaba el tiempo. No habían recibido señal alguna de la quinta columna de Atenas con el escudo, y la festividad espartana llegaría pronto a su fin. Esto significaba que los atenienses podían esperar refuerzos espartanos, y la presencia de tales hoplitas, duros y bien disciplinados, transformaría espectacularmente el equilibrio militar en la llanura de Maratón. Como consecuencia, los persas empezaron a embarcar parte de sus fuerzas en los transportes para poder zarpar hacia Atenas a la mañana siguiente, mientras el resto de sus fuerzas mantenía la vigilancia a los hoplitas atenienses y platenses en Maratón. Incluso sin la señal del escudo, los persas podían esperar ayuda del interior de la ciudad si el ejército estaba ausente.
Esta fuerza estaría bajo el mando de Datis y parece que incluyó la mayor parte de la caballería, que sería muy útil para lanzarse hacia Atenas una vez que el destacamento desembarcara en la bahía de Faliro. Artafemes permanecería en Maratón y mantendría un estrecho bloqueo del campamento ateniense. Probablemente tenía consigo unos 15.000 hombres, casi exclusivamente de infantería. Por fortuna para los atenienses, fueron alertados del plan persa por algunos jonios simpatizantes que prestaban servicio a los persas. Enviaron el famoso mensaje la caballería ha partido, que galvanizó la resolución de los comandantes atenienses para presentar batalla. De hecho, los 10 estrategas atenienses, generales elegidos de cada una de las 10 divisiones tribales de Atenas, estaban estancados en cuanto a si debían o no quedarse y luchar, regresar a Atenas (ellos también tenían presente la posible traición desde dentro de la ciudad) o presentar batalla, la opción preferida por Milcíades.

mapa batalla maraton

Mapa de la Batalla de Maratón

Por fortuna, el arconte polemarco (un puesto ceremonial cuyo titular podía emitir un voto de calidad en una situación de bloqueo como esta) respaldó la permanencia en Maratón y el avance contra los persas. Se tomó la decisión de lanzar un ataque al amanecer. Si podían derrotar de forma rápida y decisiva a los soldados de Artafernes, sería posible emprender una marcha forzada a lo largo de la calzada costera hacia Atenas y llegar antes que la fuerza de asalto persa.
La mañana siguiente contempló a las fuerzas enfrentadas dispuestas para la batalla de Maratón. Milcíades, que conocía las tácticas persas, estaba al mando ese día, y desplegó las fuerzas griegas. Sabía que los persas pondrían probablemente a sus mejores tropas en el centro de su línea de batalla, y que el número de persas haría probable que, si disponía a su falange de ocho en fondo a lo largo de todo el frente, los griegos se vieran flanqueados. Para evitarlo hizo menos denso el centro de su línea, sabiendo que los persas tendrían éxito allí inicialmente.
No obstante, Milcíades sabía también que las alas de la formación persa estarían formadas por levas menos entusiastas y peor armadas, y que las alas fuertemente armadas del ejército griego serían victoriosas. Ordenó, por tanto, que las alas no persiguieran a las levas derrotadas sino que, una vez que las hubieran dispersado, giraran hacia dentro sobre el centro persa. El ala derecha estaba bajo el mando del arconte polemarco, Calímaco, y la izquierda estaba formada por los platenses.

Artafernes desplegó sus tropas como Milcíades esperaba. Su mejor tropa, soldados iraníes del ejército regular y duros mercenarios sakas, constituía el centro de su formación, con diversas levas, incluidos griegos jonios poco entusiastas, en los flancos. Con el fin de mantener su estrecho bloqueo del campamento ateniense, avanzó hasta ocho estadios, o 1,6 km. de las posiciones griegas.
Los griegos avanzaron desde su campamento hacia las líneas persas. Heródoto relata que lo hicieron a la carrera, para reducir el considerable número de flechas que arrojarían los persas, muchos de los cuales llevaban arcos. Esto es poco probable, porque correr más de un kilómetro con la pesada armadura de un hoplita hubiera sido casi imposible e innecesario; los atenienses iniciaron probablemente un trote corto a unos 150 m, el alcance de un arco persa. Las líneas de batalla iniciaron el combate y los persas llevaron la mejor parte de este en el centro, donde se hallaban sus mejores soldados, y los atenienses fueron rechazados. En las alas, en cambio, las levas fueron aplastadas. Siguiendo las órdenes que tenían, los victoriosos griegos giraron hacia el centro persa, cogiéndolo en una doble envolvente. Se produjo a continuación una matanza, con 6.400 bajas persas, en su mayoría soldados iraníes y sakas, y solo 192 atenienses, entre ellos Cilímaco. y un puñado de platenses muertos. Los griegos capturaron también siete naves persas, aunque las demás escaparon.

llegada de filipides a atenas

Llegada de Filipides a Atenas

Consecuencias

Los atenienses, no obstante, no podían descansar después de su victoria. Mientras una división tribal ocupaba el campo, el resto realizó una marcha forzada de regreso a Atenas. Llegaron a tiempo de impedir el desembarco de los persas y así Datis, al que se unieron entonces los supervivientes de Artafernes, se vio obligado a regresar a casa. Aunque los atenienses y los platenses habían obtenido una gran victoria, no habían ganado la guerra realmente.
Los persas regresaron a casa, donde, casi inmediatamente, iniciaron los preparativos para otra campaña; aunque les llevaría 10 años, las persas regresarían en masa con la intención de conquistar toda Grecia, no solo de castigar a las atenienses.


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