Por Ileana Medina Hernández
(Si no sabes de qué anuncio se trata, revisa este artículo que publicó ayer el nutricionista Juan Revenga en El País.)
Los batidos tipo Pediasure y Meritene no remedian nada en la forma de comer de nuestros hijos. Si acaso, lo empeoran, pues en lugar de aprender a comer variado, aprenden a comer potingues.
Obligar a comer tampoco. También la empeora. Y además perjudica nuestra
relación con ellos. Aumenta la ira y el resentimiento, destruye la
confianza y el respeto mutuos.
Revisemos lo que es "comer mal". Nadie dice que "comer bien" sea terminarse todo lo que otra persona te pone en el plato.
Es un mito lo de "hay que comer de todo". Las culturas tradicionales han basado siempre su alimentación en unos cuantos -pocos- productos. Lo importante es que haya nutrientes de todos los grupos.
Si tu dijo te dice que eres una mala madre, es porque se siente mal. Aprovecha y pregúntate qué está fallando.
Utilizar un tema tan delicado, donde intervienen tantos factores
sociales, culturales, familiares, emocionales... como es la comida y la
salud de los niños para vender unos asquerosos batidos de chocolate
enriquecidos con vitaminas, es una estrategia empresarial abominable. No todo vale.
La obesidad es un problema de nuestro tiempo en el que intervienen múltiples factores sociales, culturales, familiares, emocionales:
-un exceso de oferta alimentaria típico de la sociedad de consumo
-productos ricos en azúcares, grasas e hidratos de carbono muy baratos y accesibles. Nuestro cuerpo se adaptó durante millones de años a que nos gustaran los alimentos energéticos, precisamente porque los alimentos eran escasos y el esfuerzo para encontrarlos mucho. Hoy en día, los hidratos de carbono se han hecho muy abundantes gracias a la agricultura industrializada, por lo que ser "gordo" se ha convertido en barato, y ser "delgado" es costoso: verduras y frutas más caras, gimnasios, deportes de pago, etc.
-sistema educativo obsoleto y larguísimo (desde los 0 hasta los 30 años casi) donde los niños y jóvenes permanecen demasiadas horas sentados. De este tema nadie habla.
-exceso de televisión y videojuegos, exceso de transporte motorizado y de trabajos intelectuales no físicos, la tecnología propicia una sociedad cada vez más sedentaria.
-bajos índices y escasa duración de la lactancia materna. Diversos estudios científicos confirman que la lactancia materna protege contra la obesidad infantil y de adulto.
-dinámicas familiares dañadas, estrés, abandono emocional, miedos... Los místicos hablan de que la obesidad está relacionada con el miedo (nos creamos una "capa protectora"). La psicoterapeuta Laura Gutman sugiere que los trastornos alimentarios están relacionados con el tipo de relación con la propia madre, lo cual tiene lógica dado que la madre es el primer hábitat y el primer alimento del ser humano. El amor es al sistema emocional lo que el alimento al sistema físico. Haríamos bien en abrir nuestra mente a estas sugerencias y a la dimensión emocional de la salud.
-y bueno, obviamente también hay trastornos metabólicos, otras enfermedades colindantes, trastornos genéticos, etc... que convierte a una persona en propensa a la obesidad.
Difícil que todo esto se arregle con un batido azucarado y vitaminado.