Faltan horas para que se consuma una obviedad, la designación de Batista como nuevo seleccionador. Lo sabíamos desde hace meses, con Messi dándole enfáticamente su venia y la goleada a la deteñida España como principales argumentos. Se creo una Comisión que supuestamente analizó profundamente quién debe ser el seleccionador, cuando ya se sabía que el único nombre con posibilidades era Batista. Bilardo había amenazado con pegar un portazo si no se elegía alguno de sus tres candidatos, aunque ni siquiera habría tenido participación. ¿Hubo realmente más de un candidato? Solamente Vélez habría presentado a alguien diferente, con su voto para Carlos Bianchi. El resto habría comprendido el mensaje de Grondona: el DT tiene que ser Batista. Y nadie más. ¿Para qué tanto formalismo y gala? ¿Por qué perder tanto tiempo?
Pese a que el planeta entero sabe que Batista va a ser confirmado como técnico de la Selección, la decisión de hacer formal algo que lleva cocinado desde hace meses, se haría pública mañana. Maradona no tenía méritos como entrenador para tomar la Selección, pero se le otorgó una especie de premio por todo lo que le brindó al fútbol argentino. Es discutible si no merecía ese privilegio por todo lo que representó adentro de una cancha. Batista, también campeón del mundo en 1986, no tiene las medallas que debería tener un seleccionador, y tampoco tamaña chapa. Nos entregamos nuevamente a un entrenador que no tiene la experiencia necesaria como para ser el guía en la máxima competencia que ofrece el fútbol. Deben ser pocos los países que designan a sus técnicos por su supuesta capacidad de relacionarse con los jugadores, en lugar de mirar principalmente los logros o rodaje que tiene para llegar a lo que es una especie de meca de los técnicos.
Batista es elegido por su supuesto buen feeling con los jugadores, especialmente con Messi. Son pocas las oportunidades que tuvo su selección en acción: goleada al campeón del mundo -cada uno evalúe el papel de España-, derrota contra Japón y tibia victoria a Irlanda. Emociona a muchos por su speech de buen fútbol y juego calcado al de España. Si vemos su trabajo en los juveniles, además de la conquista de los Juegos Olímpicos 2008, en los que logró juntar a Messi y Riquelme, no hay mucho mérito más para semejante designación. Su Sub-20 no promovió jugadores y hasta se quedó afuera del Mundial de Egipto 2009.