DIRECTOR: Lambert Hillyer
GUIÓN: Harry L. Fraser, Leslie Swabacker, Victor McLeod (Personaje de Bob Kane)
MÚSICA: Lee Zahler
REPARTO: Lewis Wilson, Douglas Croft, J. Carrol Naish, Shirley Patterson, Frank Austin, William Austin
Serial cinematográfico de 15 capítulos.
Este serial de quince capítulos producido por Columbia supuso la primera aparición en la pantalla grande del personaje que creara el dibujante Bob Kane cuatro años antes. Dado que su filmación se produce en plena inmersión de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, queda patente a lo largo de todo el mismo el enrarecido clima anti-nipón que por aquellas fechas dominaba al país, sumido en su particular conflicto con el Imperio del Sol Naciente. Así, resulta muy curioso ver en este serial cómo Batman (interpretado por un joven Lewis Wilson) y Robin (Douglas Croft, con sólo dieciséis años) abandonan su habitual labor de combatientes contra el crimen urbano para convertirse en improvisados agentes secretos del Gobierno americano, cuya principal misión es la de desbaratar los siniestros planes del misterioso Dr. Daka (J. Carrol Naish), un científico japonés de nula expresividad facial y entonación monocorde que lidera una especie de quinta columna en el corazón de Gotham City. Daka maquina sembrar la destrucción por todo EEUU a través de una poderosa arma alimentada con radio, a la vez que se vale de cobayas humanas para convertirlas en esclavos sin voluntad o zombies gracias a una máquina de su invención.
Como es habitual en este tipo de producciones, el serial dedicado a Batman se nutre fundamentalmente de incontables situaciones tópicas –incluyendo por supuesto los finales con alto suspense, elemento clave e imprescindible de cualquier serial- y guiones mal hilvanados, donde la improvisación juega un papel primordial con el fin de que la acción se desarrolle del modo más conveniente para los protagonistas. Por otra parte, el hecho de que adoleciera de un presupuesto ínfimo no ayuda para nada a la producción, que cae continuamente en momentos ridículos y por tanto resueltos con poca brillantez…
El escaso capital destinado a “Batman” se refleja en todo momento, desde los disfraces de los héroes, francamente espantosos incluso para la época (Batman luce una máscara de cuernos torcidos y una capa cortísima y en exceso molesta, que debe echarse continuamente para atrás en plena lucha), pasando por el famoso escondrijo del enmascarado, la Batcueva (una mera habitación de cartón piedra con murciélagos de goma que cuelgan del techo), hasta el hecho de que deba ser el mismísimo Alfred el que lleve a los héroes en plena limusina por las calles de Gotham al corazón de la acción, dado que el Batmóvil queda por completo obviado…
Esto, que como decía antes forma parte básica del cúmulo de situaciones ridículas presentes en los quince capítulos del serial, permite paradójicamente que el mayordomo de Bruce Wayne se convierta quizás en el mejor secundario de toda la trama. William Astin, que encarna a Alfred, dota a este de un sutil sentido del humor, enriquecido con un marcado y encantador acento inglés, que lo aproxima indudablemente a la idiosincrasia original del personaje del cómic. Alfred se convierte de este modo en un valioso aliado de su señor y del ayudante de este, corriendo en ocasiones hasta un elevado riesgo personal con tal de ayudar al Hombre Murciélago a conseguir sus propósitos, algo que, dada la innata torpeza con la que los guionistas imprimen al personaje en este serial, le hubiera resultado imposible culminar en solitario.Y es que este primerizo Batman cinematográfico es un negligente luchador en el cuerpo a cuerpo, tal como sucede con su joven ayudante… Las peleas acaecidas en el serial son tan sólo una sucesión de automáticos puñetazos entre los enmascarados y sus oponentes… Nada que ver con las excelentes luchas coreografiadas de otros seriales como “Spy Smasher”, por ejemplo, y en muchos de estos toscos combates, por tanto, es Batman el derrotado sin derrochar un excesivo esfuerzo sus enemigos; una derrota, o derrotas parciales, que desembocan en numerosas ocasiones a lo largo del serial con los finales “clifhanger” de cada uno de sus episodios, en que la vida del héroe queda en vilo hasta la siguiente semana.
Pues a pesar de todo lo mencionado arriba, a pesar de sus múltiples defectos, “Batman”, sorprendentemente, es un serial que se ve con agrado si el espectador deja a un lado la meticulosidad o la exigencia –por otra parte lógicas- de estos tiempos y toma plena consciencia del producto que va a ver, con todo lo que esto conlleva, ya sea positivo o negativo.“Batman”, como ya se ha dicho, no es un gran serial, e incluso para la época en que se realizó puede resultar insulso, pero es indudable que permanece como notoria (amén de primera) curiosidad cinematográfica dedicada a uno de los grandes iconos del cómic norteamericano y mundial, y esa es sin duda su principal baza. Después de esto… Bueno, cada cual puede sacar sus propias conclusiones y extraer todo lo bueno que desee de dicha producción. En mi caso, he de confesar que me supera el sabor añejo de esta (años cuarenta) y el género en que se enmarca (el serial cinematográfico), uno de mis favoritos y propio de una época concreta más sencilla e ilusionante… Con estos dos aspectos esgrimidos no sin cierta candidez (y bajo una ola irrefrenable de nostalgia, lo reconozco), considero que “Batman” de 1943 es algo que merece la pena verse siempre que uno lo haga exento de complejos y anhele pasar un buen rato sumido en un mundo ya desaparecido donde la ingenuidad y el idealismo abarrotaban los sueños de aquellos que disfrutaban embelesados de ese glorioso cine en blanco y negro…
Un cine maravilloso e imperecedero que aún hoy día, por suerte, nos sigue cautivando a unos pocos.
A continuación podéis ver el primer capítulo subtitulado: