BBF#88
Nada más salir del baño caminé parsimoniosa hasta el armario con una leve punzada en la boca del estómago. Abrí sus puertas raídas, di un gran paso hacia atrás y observé concienzudamente mi ropa, tal y como solía hacer diez años antes cuando debía acudir a una cita social relevante. Tardé un tiempo en percatarme de que esa maniobra me permitía barrer, de un sólo golpe de vista, el interior del amplio y lujoso vestidor de que disponía entonces, pero que resultaba innecesaria ahora que mi fondo de armario había disminuido tan drásticamente que a duras penas conseguía vestirme tres o cuatro días consecutivos sin repetir prenda. (“Los colores de una vida gris”, Pilar Muñoz)
Nos seguimos leyendo.