Revista Deportes
No existe el equipo perfecto. Pocos son los que, saboreando las mieles del triunfo, hayan logrado reunir un ataque demoledor con una defensa invulnerable. Eso no ocurre. No en el fútbol moderno. Hace semanas escribí que cualquier head coach sabe que se puede llegar a lo más alto sin ser necesariamente el mejor en todo. Basta con disponer de una colección de efectivas armas, a poder ser en ataque y en defensa, lo suficientemente útil como para presentar a nuestro equipo como mucho más de lo que en realidad es, a la vez que uno camufla sus puntos débiles. Ese es el único secreto.
La semana anterior, los Green Bay Packers consiguieron su décimo novena victoria consecutiva desde aquella lejana derrota, en la jornada 15 de la pasada temporada, frente a los New England Patriots por 27 a 31. Único equipo que aún se mantiene invicto en toda la NFL. A simple vista todos admitiríamos que frente a tal poder de pegada, cualquier oposición sería baldía. Hoy por hoy y exceptuando a los seguidores de aquellos equipos hipotéticamente candidatos al título, no se dislumbra en el horizonte rival de suficiente entidad como para plantar cara a estos Packers. ¿Quien puede pararles a no ser que ellos mismos tengan un dia infausto?. Con certerza podemos pensar que estamos ante una empresa titánica pero, empeñado en lo imposible, me apresto a rebatir esta sensación. Concentrémonos pues en descubrir los agujeros que presenta este Gruyère.
PODERÍO AÉREO, INCAPACIDAD TERRESTRE.
Los Packers no son ni el equipo que más yardas de ataque suma, pero sí ostentan el liderato como la escuadra más anotadora de la competición con 35,8 puntos por partido. En siete de los catorce partidos disputados hasta el momento (marcas verdes) han superado esta marca y en otros dos, se han situado muy cerca de ella (marcas rojas). Además, la evolución de esa contundencia anotadora -para temor de todos-, es creciente pues, las anotaciones más altas se acumulan en la parte final de la regular season; en seis de los últimos siete partidos es donde se concentran los marcadores con mejor nivel de puntos.
Sin detenernos en demasiadas consideraciones subjetivas, sí reconoceremos que el calendario de los Packers no ha sido especialmente duro. De esta conclusión sólo me interesa analizar cómo se ha comportado el equipo frente a rivales a los que cualquier aficionado reconocería como 'aspirantes al título. Los de Green Bay cuentan esos duelos por victorias (Saints, Falcons y Giants) aunque, cuando menos, en dos de dichos partidos, el resultado final reflejaría un balance más cómodo que lo que realmente sucedio en el terreno de juego.
Los de verde y oro disponen, con permiso de Peyton Manning, Drew Brees o Tom Brady, del mejor quarterback de los últimos años. Mucho se ha alabado la capacidad de Bill Belichik en edificar un nutrido cuerpo de receptores, pero el trabajo -escasamente reconocido- que Mike McCarthy ha desplegado en la construcción de esta faceta del juego, no tiene nada que envidiar al técnico de Nashville. Los Jennings, Cobb, Jones, Driver o Nelson componen uno de los grupos de ataque más potentes de la liga. Las 4,154 yardas acumuladas en el juego de pase y los 39 touchdowns hablan, bien a las claras, de la contundencia de ese ataque.
Pero la ofensiva presenta dos agujeros de gran importancia. La línea ofensiva no está protegiendo debidamente a su quarterback. Aaron Rodgers es el quinto mariscal más capturado de la NFL, sólo por detrás de Alex Smith (SF), Sam Bradford (STL), Ben Roethlisberger (PIT) y Tarvaris Jackson (SEA). Hasta el momento, el sucesor de Favre ha recibido un total de 32 sacks, suma claramente superior a las que registran algunos de sus homólogos teóricamente contendientes para el título: Joe Flacco (24), Drew Brees (23), Tom Brady (22) o Eli Manning (21). El dato no es baladí si tenemos en cuenta la propensión que tiene el quarterback de Green Bay a sufrir conmociones cerebrales.
La segunda carencia del ataque reside en un más que débil juego terrestre. Los Packers son el sexto peor equipo en esta faceta. Solo Colts, Browns, Titans, Redskins y Giants registran peores estadísticas. Para encontrar algún running back local en el ranking NFL hay que descender hasta la vigésimo octava posición donde James Starks -al que todos recordaréis como la revelación determinante de los pasados playoffs-, acumula 565 yardas y 1 touchdown mientras que el veterano Ryan Grant languidece con 401 yardas y 2 touchdowns. Es la expresión numérica de la dramática preferencia que los Packers -por elección u obligación-, han realizado en favor del ataque aéreo sobre el terrestre. Nada menos que un 75% de las yardas conseguidas, se deben al juego de pase y sólo 11 de los 49 touchdowns anotados cabe atribuírlos a las jugadas de carrera (incluyendo en este cómputo los 2 touchdowns del mariscal de campo).
UNA DEFENSA TAN VULNERABLE COMO EFECTIVA.
No estamos ante la temporada que el coordinador defensivo Dom Capers había previsto. Los Green Bay iniciaron esta temporada sabiéndose una de las mejores formaciones defendiendo su end zone. Excepción hecha de la defensa contra la carrera, que en los últimos años no ha alcanzado nunca el nivel deseado, fueron la quinta mejor defensa conjunta y contra el pase.
La realidad nos presenta unas luces y sombras tan extremas como las analizadas en ataque. Los queseros son el segundo equipo, tras los New England Patriots, que más yardas encajan: 5,129 por las 3,574 de los Houston Texans. Tomado de forma aséptica, este dato, por sí solo, debería hacer imposible de explicar la actual clasificación y menos aún el temor -llamémosle 'respeto-, que infunden entre los rivales. Sorprendentemente la faceta más débil ha sido aquella portentosa cobertura con la que el equipo se protegía de los pases. Hoy resulta más rentable atacar a los Packers utilizando sus mismas armas que desarrollando el juego terrestre.
Mi impresión es que estamos ante un experimento, fallido en la forma pero eficiente en su resultado. Una concepción de defensa total. Desde una privilegiada posición de partida, el equipo técnico, en algún punto de la pretemporada -seguramente antes-, decidió ir a por todas, no conceder una yarda más sino se tomara al más alto precio, y conseguir una escuadra defensiva muy agresiva, dominante, con marcajes estrechos y coberturas presionantes hasta el límite. Buscaron la perfección y quisieron que la defensiva de los Green Bay Packers fuera una arma de destrucción masiva. En esta línea podemos entender que el equipo despunte en el número de intercepciones, liderando la liga en este capítulo con los Charles Woodson (7), Tramon Williams (4) o Charlie Peppra (4).
Sea por los efectos del lockout -aunque cuando las defensas se imponían al principio de la regular season se decía que era más fácil destruir que construir-, sea por falta de ajuste en su cobertura, sea por exceso de ese afán de presionar sobre los receptores, la eficiencia de la defensa de los Packers durante la temporada está siendo muy discutida. Y lo sería mucho más si los resultados reflejaran los agujeros aquí expuestos. Pero nunca una única virtud -sólida e incontestable-, ha camuflado semejantes deficiencias: han logrado ser el segundo equipo que menos puntos encaja por partido (15), sólo por detrás de los Pittsburgh Steelers (14,5).
En función de lo comentado llegamos, necesariamente, a la pregunta definitiva: ¿qué equipos pueden suponer el peor obstáculo de estos Packers hacia su quinto Vince Lombardi?. Busquen ustedes una formación que cuente con gran capacidad de defensa frente al pase, opcionalmente con un front seven capaz de asestar algún golpe intimidante, suficiente para sembrar la duda entre la línea ofensiva quesera. Añadan un juego de ataque sea sólido, combinado pases con carreras y tendrán la respuesta. Nunca dije que sería fácil. Nunca es superar a los Green Bay Packers.