El sarampión es una enfermedad contagiosa e infecciosa que afecta a niños pequeños, que no han sido vacunados previamente. La causa un virus – para el que existe una vacuna – y se incuba durante 10 y 14 días, desde el momento en que se contagia. En los casos más graves, puede llegar a tener consecuencias tan importantes como una encefalitis.
Los síntomas del sarampión en los niños
Lo primero que se nota en un niño que se ha contagiado de sarampión es un catarro nasal, conjuntivitis, tos seca, fiebre, falta de apetito y malestar general.
Al día siguiente de la aparición de estos síntomas, veremos como le salen unas pequeñas manchas de color blanco en el interior de la mejilla.
La erupción de las manchas rojas, redondas y planas, que todos identificamos como sarampión no aparece en el niño hasta los 4 días. Empiezan por afectar la cara y se extienden poco a poco por todo el cuerpo. De todos modos, siempre son más llamativas en la cara y el cuerpo del niño, que en sus extremidades. Hay que decir que no pican y en, como mucho, 4 días ya han desaparecido.
Durante todo este proceso, el niño se siente muy mal, y puede tener mucha fiebre. Cuando desparecen los síntomas de la enfermedad, las manchas van cambiando de color, hasta llegar a presentar una descamación fina de color café al final del sarampión.
En todo caso siempre hay que llevar al niño o bebé al médico en caso de que sospechemos que tiene sarampión.
El tratamiento del sarampión
El sarampión es una enfermedad vírica, por lo que hay que asumir que debe pasarse, sin poderse curar con un tratamiento. Tan solo se administran ciertos medicamentos para aliviar los síntomas y evitar posibles complicaciones.
Un pediatra puede prescribir paracetamol para que el niño se sienta mejor, antipiréticos para la fiebre, nebulizadores para despejar la nariz, y gotas para la conjuntivitis. De esta manera, se alivian síntomas que pueden resultar muy molestos para un niño de corta edad.
Solo se administrarán antibióticos a los niños con sarampión en el caso de que se presenten complicaciones como otitis (la más habitual), bronquitis, neumonía, laringitis y, en los casos más extremos, encefalitis aguda.
La importancia de la vacunación
En vista del carácter vírico y contagioso del sarampión, el mejor tratamiento para esta enfermedad es prevenirla. Actualmente esto es muy fácil y seguro, gracias a las vacunas infantiles existentes.
La vacuna del sarampión se administra habitualmente entre los 9 y 15 meses de edad, en combinación con las de la rubéola y las paperas, y se proporciona al niño una dosis de refuerzo a los 5 años, justo antes de empezar la etapa escolar. Hay que decir que hasta los 9 meses, los niños están protegidos por la inmunización que les proporciona la madre, por lo que no se suelen contagiar de sarampión.
De todos modos, es importante señalar que existen muchas personas susceptibles a contraer la enfermedad del sarampión, ya que está originado por un virus que se caracteriza por sus niveles extremadamente altos de transmisibilidad. Por eso, los expertos consideran que la introducción mundial de campañas masivas de vacunación periódica en niños ha logrado eliminar la enfermedad, pero no erradicarla.
También tenemos que tener en cuenta que la vacuna debe administrarse con precauciones en ciertas personas. En algunos casos se pueden presentar contraindicaciones importantes, como en las mujeres embarazadas, quienes padecen enfermedades de inmunodeficiencia severa, alergia al huevo, o en pacientes que usan medicamentos corticoides por vía general.